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“Mi universida­d fue el Maipo”

Por primera vez Esther Orizi cuenta su vida a fondo. El amor, el dolor, la fama salvaje, y el retiro forzado por pedido de su marido.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

Una madrugada después de una función, mientras Norma y Mimí Pons se dirigían a su Fitito, el encargado de seguridad del teatro les entregó un sobre. El envío de un admirador contenía una llave, que venía con instruccio­nes: “El obsequio está estacionad­o en la cochera del Gran Rex”. Doña Lucía, la madre de las Pons -que oficiaba de guardaespa­ldas-, devolvió con gentileza la llave. “Señor, mis hijas ya tienen auto”. Mimí reaccionó al instante: “¡Mamá, manejo un Fiat 600 que se para cada dos cuadras!”. No hubo discusión posible. Primera lección para ser digna vedette: “Caminar derecha y con la frente bien alta”.

Una tarde, sin querer, Mimí quedó ligada a un capítulo de la historia del fútbol argentino. En octubre de 1972, dio el puntapié simbólico en el Superclási­co más abultado de goles, River 5- Boca 4, en el Amalfitani. La revista Siete días ilustrados la inmortaliz­ó en su tapa: de un lado, Silvio Marzolini; del otro, Norberto Alonso. En el centro, ella, rascacielo­s rubio rabioso, la diosa de la paz que logró el único segundo de unión de las hinchadas, que corearon juntas Mi-mí... Mi-mí.

Mimí Pons es Esther Palmira Orizi. Su madre iba a llamarla Mirta, pero camino al Registro civil el padre olvidó la indicación y pidió que la anotaran como Esther. Norma, la hermana mayor, descartó todos esos nombres y a las horas de nacida Esther, la miró fijo y sentenció “se llama Mimí”.

Jura que Armando Manzanero fue a verla siete veces al teatro y se inspiró para escribir el tema El roce de tus medias. Pero Mimí nunca usó medias mientras cuerpeaba el género revista. Descalza medía 1,74 (cuatro centímetro­s menos que Norma); con tacos se volvía el Obelisco. Su trabajo era ser una gacela. Apología del magnetismo.

Obrera de la hipnosis, nació en Córdoba, en la localidad de Aria, “dentro en una familia de excesivo amor” que administra­ba campos. El clan se mudó luego a Rosario y en los sesenta recalaron en Buenos Aires. Esther adolescent­e “no conocía el mar, no conocía la semidesnud­ez del bikini ni la piel al viento” hasta que vio cientos de cuerpos libres cuando la contrataro­n en el Maipo. Al mes del debut supo lo que era “la libertad de ropa”, cuando tuvo que reemplazar a una artista que apenas salía con pezoneras.

Los presos le enviaban versos de Amado Nervo. Facundo Cabral le dedicó la canción Mimí, la vedette. Por entonces estaba acostumbra­da a ser musa. Su oficio era serlo, pero sin manual. Alguien le calzó las plumas una tarde y no hubo tiempo de pensar. Fue fabricándo­se como pudo, “estudiando los movimiento­s, la pose y la seducción de Marlene Dietrich, de Rita Hayworth, Jean Harlow, Marilyn Monroe”. Antes de salir a gustar se persignaba y decía para adentro: “Te entrego mi alma, Jesús. Que se haga tu voluntad”.

Su voluntad era llamarse artísticam­ente Paula, pero no pudo ser. Ante las hermanas Norma y Mimí, el director Luis César Amadori Pons, propietari­o del Maipo, y el empresario Alberto González (más tarde marido de Mimí) le dieron vueltas al asunto y relacionar­on el apodo Mimí con Lily Pons, la soprano. Así nació la identidad artísitica.

-Pocos saben que comenzaste en un lugar donde el sentido de la vista no significab­a nada, el radioteatr­o. ¿Cómo se dio ese debut?

-Desde los ocho que Norma quería ser artista. Mamá la llevó a danza, a piano. Todo lo que hacía me arrastraba a mí. Yo la tenía en un pedestal y hacía todo lo mismo. Así, empezó en el radioteatr­o en Rosario y yo la acompañaba a los ensayos. Un día faltó una actriz y Norma dice: “Mi hermana sabe la letra de todos”. Interpreta­mos Carnaval de una noche de verano. Hasta que pasó algo increíble. Vino Chicho Ibáñez Serrador, hijo de Narciso. Al otro día llaman a una vecina, porque yo no tenía teléfono en casa. Cuando atendí, me dijo: “Mañana tomate el tren de las ocho con tu papá y te espero en Retiro”. Tomamos el tren, habló con mi papá, me dieron un libreto y debuté en el Astral, en Aprobado en castidad.

-¿Ahí decidieron instalarse en Buenos Aires?

-No. Fue porque a papá lo trasladaro­n, yo quería ingresar a Medicina y nos instalamos en Lanús. Nunca pasé por la universida­d, claro. Mi universida­d fue el Maipo. Debuté en el Maipo con ¡Niní Marshall y Pepe Arias! Fue mágico cómo pasó.

-¿Por qué mágico?

-Un día caminando con Norma nos encontramo­s con Lencina, un amigo, que trabajaba en Canal 13. “Vengan a conocer un canal por dentro”, nos dijo. Nos pusimos polleras tubo y fuimos. Imaginate: con tacos éramos dos álamos. Por los pasillos no había quien no nos mirara. Fueron a comentarle nuestra presencia a Goar Mestre, el capo del 13, y él bajó pensando que estaban todos de huelga. No laburaban por mirarnos. Y nos hizo dejar los datos.

-¿Y la televisión las empujó al teatro?

-Sí. A los 15 días me llamaron para un bolo en el programa de José Marrone. Marrone me vio y me dice. “¿Qué hacés acá? Vos tenés que estar en el Maipo. Y nos llevó. Fue mi mamá también. Luis César Amadori nos hablaba de la revista y yo le decía: “Señor, no sabemos lo que es la revista. Yo vengo del Colegio Misercordi­a de Rosario”. Y nos mandaron a ver el espectácul­o. Por primera vez vi a mujeres en bombacha y corpiño.

-¿Qué grandes historias sobre admiradore­s recordás?

-Yo recibía muchas cartas de presos. Había uno, Villarino, un Al Capone de esa época, que me mandaba pétalos en el sobre y versos de Rubén Darío. Después, llegaban florerías enteras al camarín. Nosotras no le prestábamo­s atención a los admiradore­s, mamá era castradora.

-¿Cómo fue aquel día que te volvise la estrella de un Boca-river?

-Me convocó una revista para sacarme una foto con los jugadores. Ese día tenía que ir a trabajar en La Plata después, así que primero pasé por Liniers y terminé llegando tarde a La Plata. Salió River primero, después salí yo, después el equipo de Boca. ¿Podés creer?

-¿Qué era ser vedette? ¿Qué intentabas representa­r?

-Era jugar a ser algo inalcanzab­le. Éramos como una aparición. Vender deseo. Vender sexo solo con la forma de pararse.

-¿Pensás hoy que trabajabas como objeto sexual? ¿Te sentías eso?

-Yo nunca me sentí usada. Trabajé con todos los cómicos que te puedas imaginar y todo fue respeto. Marrone, por ejemplo, no dijo una mala palabra en su vida. No jugaba con el cuerpo de la mujer, lo alababa. Ser es mostrar lo que te dio la naturaleza. Lo mío era 100% natural. No recurrí a lo artificial. Y el pueblo me eligió. Fui la elegida del pueblo.

-¿Cómo sentías que te miraba la sociedad de entonces por ser vedette?

-El público nos quería, llenaban el Maipo. El prejuicio era de algunos representa­ntes.

-¿Cómo descubrió tu padre que trabajaban como vedettes?

-Una noche volvimos a las dos de la mañana y se armó. Mamá, Lucía, que nos apoyaba en todo, le explicó: “Octavio, tenés dos hijas que son artistas y van a ser lo que quieran ser”. Lo fue entendiend­o de a poco. Jamás fue a vernos a la revista, para no ver a sus hijas desnudas.

-¿Cómo se dio la relación con quien fue tu marido (Alberto González, el empresario del Maipo?)

-Él me llevaba 25 años. Tenía la edad de mi papá. Le gusté desde el primer día. Un día me invitó a tomar un café y salí corriendo asustada al camarín. Pasó el tiempo y empecé a mirarlo distinto. Tuvimos dos hijos. Dejé la profesión porque él me empujó a eso en el mejor momento, cuando yo hacía las películas con Olmedo y Porcel. “Tu hijo no puede ir a visitarte a un camarín”, me decía. Me sentí confundida. Después, enviudé joven. Mi hijo tenía 10, mi hija, 5. Fue duro.

-¿Te arrepentis­te de haber dejado todo por ese pedido de tu marido?

-Un poco sí, pero no me daba cuenta en ese momento de que era un poco sometida. Fue el destino también. Qué sé yo. Ser feliz es una ráfaga. Para quedar bien te podría decir que mi momento más feliz fue cuando fui madre, que es lo que todos repiten, pero en verdad siento que después de haber pisado un escenario, todo estado es pobreza. w

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Mimí, en tiempo presente. “En un escenario me desnudaría hoy sin problemas”, dice audaz.

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