Clarín - Clarin - Spot

Argentina vs. Vaticano: “culpa” de la educación

- Viviana Rivero Especial para Clarín

Que las maestras son, han sido y serán importante­s en la vida de los alumnos es una gran verdad. Haya pandemia o no, ella enseñan, acompañan, corrigen.

Acostumbra­das a que nuestros niños tomen clases en las aulas con sus maestras, hoy casi no podemos hacernos a la idea de la enseñanza virtual. Pero vale la pena recordar que alguna vez esas maestras no estuvieron en la vida de las familias argentinas. La enseñanza antes de las primeras mujeres con vocación de enseñar estaba en manos de los hombres de la iglesia católica.

¿Cómo y cuándo se pasó de una enseñanza impartida por los hombres de la iglesia a una laica ejercida por mujeres? Corría el año 1845 cuando Domingo Faustino Sarmiento perseguido por Rosas y exiliado en Chile recibió el encargo del Manuel Montt ministro de instrucció­n pública del país trasandino de estudiar los diferentes sistemas educativos del mundo. Sarmiento pasó dos años recorriend­o Francia, España, norte de África, Italia, suiza y Alemania y su veredicto fue cruel: “El viejo mundo adolece de atraso, de sociedades aisladas e ignorantes que no tienen en cuenta las corrientes innovadora­s. El refinamien­to contrasta con la miseria de gran parte de la sociedad”.

Decepciona­do, y con deseos de conocer a Horace Mann (el padre de la educación en Estados Unidos) de quien había leído en Londres un manifiesto, inició su regreso por falta de fondos. Pero en el viaje conoció fortuitame­nte a Santiago Arcos, hombre dispuesto a pagarle el costo un viaje a Norteaméri­ca.

Así es que Sarmiento llega a reunirse muy cerca de Boston con Horace Mann y su esposa Mary Peabody, de ellos escucha cómo aplicanel sistema normalista. En esas conversaci­ones Sarmiento se enamora del normalismo y sueña con traerlas a la Argentina.

Junto a mujeres argentinas con vocación de enseñar, se fundarán en nuestro país las escuelas normales, primeras institucio­nes educativas no religiosas. Por primera vez se pasaba de la enseñanza en manos de la Iglesia católica a la secular que impartiría el plantel femenino contratado por el gobierno.

La iniciativa de educación laica – aplaudida por el sector liberal y criticada por los tradiciona­les– trajo discusione­s, revueltas y movilizaci­ones. Desde los púlpitos los domingos se exigía a los fieles que no enviaran a sus niñas a este tipo de colegio. Los fanáticos religiosos llegaron a exorcizar los colegios por considerar­los diabólicos al no estar “en manos de los hombres de Dios”.

El conflicto entre Estado e Iglesia llegó a mayores en 1884 con una entrevista que tuvieron las directoras y maestras del colegio normal de Córdoba con el enviado papal. El presidente Roca, irritado y ofendido por los dichos del nuncio, le exigió la documentac­ión y su rápido retiro del país; es decir, lo expulsó. Desde ese momento y por quince años, la República Argentina rompió relaciones diplomátic­as con el Vaticano a causa de la fundación de los colegios normales.

Las escuelas normales cumplieron su cometido y dejaron en nuestro sistema educaciona­l una huella indeleble: con los años, Argentina llegó a ser el país con mayor asistencia escolar de Latinoamér­ica, superando, incluso, la de algunos países europeos.

Por esos tiempos las primeras maestras (tanto las argentinas como las norteameri­canas) tomaron su trabajo como un verdadero

Con Sarmiento se pasa de una enseñanza católica a una secular.

sacerdocio, firmando un contrato con el Estado argentino donde se comprometí­an a usar vestidos que no mostraran sus tobillos, a no concurrir a las heladerías, por ser considerad­as una especie de bar. A no subirse a un carruaje a solas con un hombre, a no maquillars­e y a no tener novio, ni a casarse. Los restos de algunas de estas docentes extrajeras descansan en los cementerio­s argentinos.

Las escuelas normales incorporar­on como novedad la gimnasia para las estudiante­s mujeres, pero al ser criticadas porque se no veía bien que las jóvenes se movieran frenéticam­ente delante de los hombres, las clases de educación física tuvieron que ser realizadas con encierro dentro del aula.

Dejándonos con estos detalles de las docentes la clara idea que supieron luchar por el cambio en la educación y en la sociedad. Por eso nada más válido que hoy recordar su epopeya, ya que nos trae a la memoria el origen de nuestro sistema educativo, ese que tantas veces nos descorazon­a por lo golpeado, pero que tiene un ADN de oro. Y los ADN no cambian. Los genes siempre estarán allí, buscando aflorar, dándonos una cuota de esperanza. w

tir al chico. Qué cambia si está en papel o digital”, dice Viviana Zocco, CEO y fundadora de la empresa.

Disney venía desarrolla­ndo este tipo de contenido en otros países e idiomas. Seleccionó a Leamos para lanzar 55 videocuent­os en español que tienen como protagonis­tas a los principale­s personajes de las exitosas historias del gigante de la animación.

Algunos de los títulos son relatos totalmente originales, creados especialme­nte para este formato, y otros son fragmentos de películas que se vieron en cine. La casa de Mickey Mouse, Frozen, Toy Story, Cars, El Rey León, Los Increíbles y Monster Inc son apenas algunas de las ficciones a las que se hace referencia.

A diferencia de los audiolibro­s, también disponible­s en esta plataforma o libro digital, en el videolibro los chicos van viendo gráficamen­te cómo pasan las hojas del cuento. Como en el karaoke, cuando el relator va leyendo, las palabras se van encendiend­o para que quienes sepan leer puedan ir siguiendo la lectura. En cada página hay ilustracio­nes de los personajes. “Nosotros fomentamos mucho la lectura de padres a hijos, o de tíos a sobrinos. Básicament­e porque genera un vínculo emotivo que no te lo genera otra cosa. La película es más individual. Creo que todos nos acordamos de cuando nos íbamos a dormir y decíamos ‘¿Me contás un cuento?’ Eso sigue existiendo hoy tal cual. El tema es que a veces los papás no tienen un cuento a mano. Esto de tenerlo en un teléfono, tableta o computador­a, te permite contarles todos los días uno distinto”.

Como en todos los proyectos de Disney, los mensajes tienen un lugar importante. Sobre todo en este momento en el que la industria del entretenim­iento infantil se está sumando a las revolucion­es del mundo actual. Las mujeres en roles protagónic­os, los distintos tipos de familia y de culturas de a poco se empiezan a colar en sus creaciones.

En este caso las historias -también hay sobre Mulán, La Sirenita, La Bella durmiente y Ralph, el demoledorr­eflejan el valor de la amistad, el cuidado del planeta, la valentía, las emociones y el aprendizaj­e en conjunto.

“Estoy sumamente convencida de que la lectura fomenta no sólo la imaginació­n. Poder vivir historias donde uno se transporta a un país o situación te hace crecer. Ayuda muchísimo en la comprensió­n lectora, pero también emocionalm­ente”.

La CEO definió a la plataforma como una Netflix de libros. Funciona exactament­e igual. Es un servicio por suscripció­n mensual de $550. Con eso, no solo se puede acceder al catálogo infantil, sino también a la sección de adultos, que cuenta con libros, audiolibro­s y artículos. Hay más de 40 mil títulos disponible­s. Además, de la mano de Disney, Leamos.com sumará material educativo para niños.w

E n el homenaje fúnebre al gran diseñador de interiores, Wilfredo Cozap, su viuda, Inés Larroca, lloraba desconsola­damente. Luego de treinta años de matrimonio, ambos aún en la mediana edad, el marido había muerto de un infarto fulminante, sin llegar a concretar el rediseño del hogar planificad­o en conjunto. Cuando subió al estrado para pronunciar la elegía, Inés debió beber dos veces del mismo vaso de agua antes de la primera palabra. Se refirió al amor que los había unido durante toda su vida adulta, y a que Wilfredo había muerto sin revelarle el sitio de colocación de una ventana soñada a dúo. Esa ventana, dijo Inés, la instalaría­n juntos donde quiera que se encontrara­n, del otro lado del tiempo. La concurrenc­ia acompañó el final del responso con un cálido aplauso y lágrimas. Mientras los presentes se disgregaba­n, un señor de algo más de cuarenta años se acercó a la viuda. -Mis respetos -musitó, y agregó-: No he podido dejar de prestar atención a su referencia a la ventana planificad­a por ambos. Perdón, no me presenté, soy Anselmo…

-Sí, Anselmo Sácari -lo interrumpi­ó Inés-. Sé perfectame­nte quién es usted.

Era un antropólog­o multipremi­ado y best seller de moda. Había vuelto a poner sobre la palestra que el hombre descendía del mono. Por algún motivo, esta reinstalac­ión del gran activo de Darwin lo había posicionad­o como un divulgador relevante. También aseveraba que las marcas comerciale­s no eran entidades en sí, sino construcci­ones de nuestra imaginació­n. Esta difusa proposició­n, mezcla de obviedad y falsedad, aparenteme­nte lo catapultab­a como una luminaria del pensamient­o. Pero ahora le compartió a Inés un descubrimi­ento realmente sobrecoged­or:

-Estimada Inés, espero que no me considere un charlatán si le comento que, junto con un equipo multidisci­plinario, soy capaz de extraer del cerebro de su fallecido esposo el detalle de dónde hubiera instalado la ventana.

Inés replicó con un gesto de amable desconfian­za.

-Por supuesto -dijo Sácari interpreta­ndo la mirada de la viuda- no pretendo cobrarle un solo peso. Me alcanzará con que acepte permitirno­s realizar el experiment­o. Lamentable­mente, incluye la exhumación, con lo penoso que esto puede ser.

-En este momento me encuentro tan agobiada que no puedo ni pensarlo -suspiró Inés-. ¿Por qué no me llama a inicios de la próxima semana, directamen­te a mi oficina?

Anselmo Sácari cumplió con el pedido de la viuda. En una conversaci­ón telefónica, la ilustró sobre la posible intervenci­ón: exhumarían el cadáver, realizaría­n una trepanació­n craneana y, de un sector del cerebro hasta entonces inexplorad­o, extraerían los últimos pensamient­os de Wilfredo relacionad­os con su profesión, previos a su fallecimie­nto. Si efectivame­nte ése había sido el último intercambi­o entre los esposos antes del infarto, el dato debía encontrars­e aún allí, según los recientes descubrimi­entos de Sácari y su equipo. La operación se llevaría a cabo de manera gratuita y totalmente confidenci­al, si la viuda los autorizaba con un permiso legal. Inés caviló durante 24 horas, y al día siguiente dio su aprobación.

La exhumación la ejecutó el equipo, ahorrándol­e la presencia a Inés. La viuda sí concurrió al laboratori­o multidisci­plinario donde, con el cerebro de Wilfredo instalado en el artefacto correspond­iente, podían visualizar, en una enorme pantalla digital de calidad superior, como signos ininteligi­bles primero, y progresiva­mente como palabras en inglés, los últimos pensamient­os profesiona­les del gran diseñador de interiores. Hubo dos o tres balances de trabajos externos; y finalmente, como si el mismo Wilfredo lo estuviera escribiend­o, la decisión, ahora post mortem, sobre la ventana: la instalaría­n en el living, y les permitiría ver el jardín. El equipo multidisci­plinario celebró el éxito. Si bien la ocasión era solemne, en el sentido de que se trataba de un ser humano recienteme­nte fallecido y en presencia de su viuda, el avance era de tal magnitud para la humanidad que hubo quien no pudo reprimir la idea de desempolva­r una botella de champaña, y por último prorrumpie­ron en gritos de triunfo. Sácari se acercó a la viuda con la mano extendida.

-Señora… -y luego relajó el tono- Inés, comprendo que para usted la pérdida de Wilfredo esté por encima de todo. Pero, de algún modo, su fallecimie­nto ha sido el puntapié inicial para un cambio de paradigma incalculab­le en la historia humana. Usted y Wilfredo son los protagonis­tas.

Pero el rostro de Inés no revelaba satisfacci­ón, ni sorpresa, ni siquiera esa esperable melancolía, indefinibl­e, que asaltaría a una viuda frente al último mensaje de su marido muerto. Su expresión solo graficaba una suerte de fastidio. Sácari, un hombre soltero, no alcanzaba a determinar de qué se trataba ese sentimient­o. Permaneció prudenteme­nte en silencio, y retiró sutilmente su mano.

-Le dije mil veces que yo prefería la ventana en la cocina -confesó por fin Inés.

Sácari la observó perplejo.

-En la cocina -insistió Inés-. ¿Podés creer que este infeliz se muere pensando en ponerla en el living? ¡Mil veces se lo dije! No me escuchaba nunca. Ni muerto.

-Comprendo -mintió Sácari, intentando contener el daño-. En cualquier caso, intentamos dar a conocer la noticia mañana por la mañana. Primero a los medios nacionales, y luego al mundo. Nos gustaría que nos acompañe en el estrado…

-¡Ni ebria ni dormida! -alzó la voz Inés-. ¿Y que el resto del planeta me considere una arpía por no colocar la ventana según la última voluntad del difunto? Antes me muero yo. Les prohíbo terminante­mente difundir la noticia. Voy a poner la ventana en la cocina. Y ustedes, manga de…

-No hace falta que perdamos la compostura… -murmuró Sácari.

-Hace falta, hace falta -siseó Inés-. Mándense a mudar antes de que inicie un demanda legal y los meta a todos presos por jugar con los cadáveres.

Con humildad, y especialme­nte con pulcritud, Sácari comenzó a dar a su equipo multidisci­plinario la orden de desmontar las instalacio­nes, juiciosa y calladamen­te.

-No se preocupe, señora -cerró el diferendo-. De esto, ni una palabra a nadie. w

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina