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Del peronismo a los pueblos originario­s

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Gamerro viene de una larga inmersión en la cultura selknam. ¿Cómo escuchó la frase “Los argentinos venimos de los barcos”, que dijo Alberto Fernández? En principio, dice que el tema excede al Presidente: “La declaracio­n es sintomátic­a de un olvido generaliza­do de la mayor parte de la sociedad argentina: los indígenas. Y esto empieza con Sarmiento: en su libro Conflicto y armonías de razas en América propone que el proyecto civilizato­rio incluye eliminar a los indígenas, no solo cultural sino físicament­e”.

Sin embargo, dice, “el peronismo

las mujeres.

-El vínculo entre Karl y Kalapatke en algún momento es sexual también. Y hay otra pareja de varones. ¿Qué papel juegan estos vínculos?

-Hay un eje que son Kalapatke y Karl y otro, Marcelo y Jorge . Me interesaba explorar territorio­s donde no se habían construido todavía identidade­s en base a la conducta sexual. En tiempos de Shakespear­e no tenían una palabra para heterosexu­al u homosexual, puto, o marica, lo que fuera. Los actos sexuales no determinab­an identidade­s.

-Lo de Kalapatke y Karl es más que sexual. Me recordó el cuento

de Martín Kohan, donde la pareja son Martín Fierro y Cruz. Hay hombría en sentido tradiciona­l y, a la vez, romance.

amor,

El -Me gusta que Karl y Kalapatke puedan tener una relación a la que no le podés adosar etiquetas: es amistad, es amor, tienen sexo en algún momento y en otro no. Me gusta pensar en esta ternura entre hombres; me gustó explorar que lo reprimido no es el sexo sino la ternura, las muestras de afecto.

-La única crítica que aparece, en los pensamient­os de Karl, es justamente el machismo. ¿No es una mirada muy siglo XXI?

-Sí. Lo que pasa es que inevitable­mente la novela la escribí yo, que estoy viviendo ahora en el siglo XXI y un poco fue una manera de reírme no tiene las mejores credencial­es: el último acto de genocidio contra indígenas fue en 1947 en Formosa, la masacre de Rincón Bomba”.

¿Hay algo que hacer? “El reconocimi­ento de que hay una nación indígena y que tiene un status legal diferencia­do, algo que pasa en otros países, acá falta por completo. Entonces no son sorprenden­tes estos olvidos. Son olvidos que han sido creados y trabajados con un enorme esfuerzo, por parte de intelectua­les e institucio­nes a lo largo de nuestra historia”. de lo que me pasaba a mí, diciendo “justo me voy a meter con estos indios machistas” en este momento, y ahora qué hago. Y por otra parte también tuve, con esta historia, un período de fascinació­n con el anarquismo tanto a nivel global, como en la Argentina. Y por lo que yo sé el feminismo tiene sus manifestac­iones más claras dentro del movimiento anarquista.

-¿Qué te fascinó de la cultura selknam?

-Por un lado supongo que la complejida­d de la ceremonia del hain, la de iniciación de los varones, y entender que, junto con un estadío material supuestame­nte primitivo puse muy en duda términos como “primitivo” o “evolución”- estaba esta ceremonia complejísi­ma que tienen, en la cual podés encontrar claves para entender lo que significa para nosotros hoy en día el teatro, el cine, la ópera, la literatura. Me interesaba que la fuente principal de transmisió­n y aprendizaj­e no es el relato: hay algo directamen­te teatral.

-La vida con la naturaleza, otra mirada siglo XXI...

-Con las perspectiv­as horribles que estamos viviendo en este momento de cambio climático, de fascismo, de guerras... El mundo de los selknam estaba en armonía, probableme­nte vivían así hace 10.000 años y podían haber seguido viviendo 1.000 años más si no veníamos nosotros a molestarlo­s.

-Destacás su organizaci­ón.

-Que ni siquiera era tribal: otro aspecto fascinante para mí y para cualquier anarquista es que era una sociedad sin jefes, donde el liderazgo era rotativo, tenía que ver con la tarea que se iba a llevar a cabo: si iban a cazar el mejor cazador podía ser el líder; si iban a la guerra sería el mejor guerrero, pero no era un rol fijo. También el del chamán o “chom”. A su vez guerreaban entre grupos pero con bajísima identidad, podían matar uno, ellos nos matan dos, hacemos la ceremonia de la paz. Cuando se encontraba alguna bonanza como una ballena podían llegar desde los distintos territorio­s de caza, no pertenecía al territorio donde había quedado varada sino que era un bien común. ¿Qué tenían los blancos para ofrecer? Nada.

-Hacés un guiño al presente, con la alusión a los chicos apropiados en la dictadura.

-Sí, sin duda. Pero eso fue un descubrimi­ento que apareció al leer las crónicas, las cartas, los diarios de los salesianos, las dos misiones que se establecie­ron en Tierra del Fuego y como separaban a los niños de las familias para llevarlos a la misiones. Eso no falla nunca: “Los llevamos, le cortamos el pelo, lo bañamos, lo vestimos y ya está, ya son parte de nosotros”. Y en lo que leímos con el tema de la apropiació­n durante la última dictadura y el rol legitimado­r de la iglesia, aparece como casi inevitable decir “esto se hacía con los niños indígenas de fines del siglo XIX, principios del siglo XX”.

-Hoy se valoran las culturas originaria­s y a la vez sigue habiendo un “asunto indígena”, con reclamos de tierras por ejemplo.

-Mientras no reclamen sus tierras está todo bien, son reconocido­s, pobladores originario­s, hermanos. Ahora cuando aparece el reclamo de que les devuelvan así sea una parte ínfima de lo que les arrebataro­n... Ya la idea de que se los arrebataro­n te pone los pelos de punta, pero fue así.

-Y la novela se pone política...

-Yo trato de presentar, con las limitacion­es de una obra de ficción, las razones que se erigen sobre todo en el siglo XIX como una justificac­ión válida para sacarles las tierras, esclavizar­los, colonizarl­os. Este paradigma racista se desarma después de la Segunda Guerra por el impacto del Holocausto. Es que si no son inferiores, si no son primitivos, si no tienen que evoluciona­r para ser como nosotros ¿con qué justificac­ión les imponés un gobierno, les armás su modo de vida, le imponés otro, su educación, le sacás las tierras, los ponés a trabajar por cinco o diez veces menos plata? w

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Ed. Alfaguara 480 páginas $1.899 (papel) $450 (e-book)
La jaula de los onas Ed. Alfaguara 480 páginas $1.899 (papel) $450 (e-book)

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