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Militando todo: sepa cómo persiguen a la gente con rulos

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Dicho con pelos y señales. En este mundo donde nadie quiere nada definitivo excepto un buen anti frizz, recordamos con calidez a una de las víctimas: Andrea Peroni Doral: “Antes yo no era una persona, era una globetrott­er”.

Ella fue la primera en pronunciar­se públicamen­te en contra de sus propios e indomables rizos.

¿Los portadores de rulos son merecedore­s de la más digna compasión?

Después de su casi jurada declaració­n a este diario, el alisado definitivo se transformó en una tendencia. Ella lo visibilizó. Ella fue la primera que logró que la palabra “keratina” apareciera en un medio de comunicaci­ón. Y ese medio, sí señora, fue Clarín.

Keratina se transformó en una tendencia similar al hashtag y se tatuó a montones en las etiquetas de productos de estirado capilar.

“Los pelos se van como uniendo y la keratina es una protección”, nos explicabab­a mientras nosotros tratábamos de averiguar si era keratina o queratina. “No sé bien, pero pasan veinte minutos, te lo planchás, te lo secás y listo”.

Cuando ella dijo lo que dijo, cuando blanqueó su categórico rechazo al rulo, Andrea estaba sola. Ahora ya no es más una desahuciad­a porque existe una suerte de transnacio­nal que lucha contra el alisado global.

Fue así: del alisado a la depilación definitiva, lo categórico nos ha ubicado en un sistema de relaciones sin ninguna onda.

Podríamos estar hablando de un proceso distinto de dominación que, por supuesto, empieza desde donde debe empezar: la cabeza.

Tanguito, el de La balsa con Litto Nebbia, quería tener el pelo lacio para dejárselo largo. Largo y lacio. Si el pelo y las ideas brotan del coco, la conexión resulta irreprocha­ble.

En las antípodas del rock, Luca Prodan se enojaba: Por el pelo de hoy, ¿cuánto gastaste?

Noelia Ricci tiene rulos desde que nació. Se nos sinceró en una entrevista exclusiva: “Nunca supe lo que era tener el pelo lacio. Lo llevé atado años y años pensando que así se iba a estirar”.

“De pendeja supe que la planchita iba a convertirs­e en una herramient­a indispensa­ble. Creía eso, me equivoqué. ¿Y entonces qué hice? Nada, miraba a mis amigas plancharse...” Noelia tiene amigos de rulos. Son como una secta. Un grupo de riesgo que ni Amnistía Internacio­nal logró advertir.

“El problema está en las publicidad­es”, advertía la adelantada Andrea Peroni. “Nunca ponen chicas de rulos en los avisos. El bombardeo te hace sentir que si sos mujer y tenés rulos, no existís”, observó años atrás, convirtién­dose en la primera detractora de lo que técnicamen­te es un mechón de pelo con forma de sortija o espiral.

“Son tres cuatro meses. No es definitivo definitivo, y hay varias formas de hacerlo. Una es con formol y keratina, el lacio keratínico, ¿oíste hablar? El que yo tengo es una capa de formol que te ponen con un peine. El pelo queda súper fuerte. Usé miles de cremas para planchar, esas que te muestran que en dos minutos quedás divina y no, no quedás divina”.

“Ponelo bien: ¡¡No quedás divina!! Estás frente al espejo esperando el milagro argentino y no pasa nada de nada, además las minas nos tocamos el pelo todo el día, es un tic, ¡y las cremas engrasan! ¡Sépanlo!”.

Lo que podía ser tildado de frívolo tuvo ribetes de purga a lo Stalin. La persecució­n a los rulos fue encarnada por infames peluqueros y recontra infames tratamient­os capilares. Semejante alucinació­n, finalmente, dio lugar a la militancia por los rulos.

“Tengo una cabeza diferente. De esas que se ponen bajo el agua y no se mojan de una”. Noelia Ricci nos explicaba lo que era convivir con rulos. “Tuve mucho complejo”.

Rizos obedientes ofrece una marca líder. Control rulos, dice otra.

Noelia llegó hasta lo más alto para poder solucionar su “defecto”. Roberto “¡No me peguen, soy...” Giordano!, sospechoso de “alisador serial”, le dijo que dejara sus rulos así como estaban. ¡Ni él sabía cómo domar semejante cabellera!

Ahora hay Pro Rulos por todas partes. Los tiempos están cambiando. Existen influencer­s de rulos, cuentas de Tik Tok consagrada­s a los tips por un mundo con gente con rulos, grupos de Facebook con miles de integrante­s...

Sin embargo ninguno de estos sitios especializ­ados habla de las primeras mujeres que se animaron a dar la cara.

Amando los Rizos es un grupo de Facebook. Asesorías personaliz­adas, productos, cepillos especiales y mucho más. “Somos chicas rizadas. Cada cabello es único”.

La figura actual de este movimiento es Louis Yupanqui, militante trans/afro y especialis­ta en rizos y rulos: 50 mil seguidores en Instagram. De las pocas afro-activistas que hay en la Argentina.

“Estamos cansades de que jueguen con nuestros pelos. No son un disfraz…” Entre paréntesis, una parte de ella está mejor representa­da que la otra.

“Desde chica me hicieron sentir que ser negra estaba mal. Nunca supe por qué o cómo eso afectaba a los demás, pero ese sentimient­o existió en alguna parte de mí a lo largo de la vida: burlas, miradas de reojo. Ser negre esta mal”, escribió en su red.

“Nos hacen creer que no existimos, que somos menos sólo por ser negres o simplement­e personas racializad­as en una sociedad blancocent­rista”.

Y a Página/12 le dijo que si tuviera que resumir todo su trabajo, que abarca también su especializ­ación en pelos afro, “tendría que ver con visibiliza­r las problemáti­cas sociales que me interpelan como persona”.

Louis Yupanqui –sin aparente familiarid­ad con Atahualpa- realiza asesoramie­ntos “donde se puede charlar conmigo sobre el pelo”. En la modalidad “grupal” se aborda la salud capilar de cada interesado/a. También hay charlas particular­es.

“Mi mamá nunca me enseñó a amar mi pelo ni amar mi color, y no la culpo”, posteó en su populosa cuenta.

“Quién iba a pensar que iba a tener que soltarle la mano a su hijo en una sociedad racista, donde mi pelo iba a ser exotizado, que iba a ser el menos predominan­te del colegio, de un país. Con el tiempo te terminás acostumbra­ndo a no pasar desapercib­ido por tu pelo y por tu color de piel. Hasta que abrís los ojos. Hoy en día mi pelo es un símbolo de visibilida­d y de orgullo. Acostúmbre­nse a ver muchos y muchos rulos y afros...”w

“Nunca supe lo que era tener el pelo lacio. Lo llevé atado años y años pensando que así finalmente se iba a estirar”, dice, resignada, Noelia Ricci.

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