Edgardo Borda “Fui testigo de los palotes de la tele”
Hoy nuestra televisión cumple 70 años. Este hombre pasó por cuatro canales de aire y ahora dirige en Ciudad Magazine. Su memoria, sus anécdotas y su vida, en una charla sin cortes.
Contó los días como los presos. Y la cuenta le dio 400. Y para que esa cifra sea sólo un mal recuerdo del tiempo que no pudo ir a trabajar por la pandemia, Edgardo Borda tuvo que recurrir a una mentira piadosa y familiar, que dejará de serlo cuando estas líneas salgan publicadas. Y salen en el marco de los 70 años de la TV argentina, el medio en el que, a los 92, él sigue trabajando.
Dueño de una memoria y un carisma envidiables, le confiesa a Clarín que había acordado con sus hijas que, ya con la vacunación completa y los casos de coronavirus en baja, volvería al canal “unas dos veces por semana”. Bueno, son cinco. Listo, lo dijimos, con su permiso, por supuesto.
“Es que, ¿sabés qué pasa? Le debo mucho a la televisión. Es mi vida y no te exagero. Desde que volví a laburar soy otra persona. En la cuarentena caminaba por las paredes, me estaba volviendo loco”, reconoce el hombre que batió todos los récords de la televisión local. En ese andarivel del Guinness, todos hablamos de Mirtha Legrand y sus 94 años, pero Borda trabaja en un canal desde que la tele existe.
Y, ahora, este emblema de los “post 90” es el director de La jaula de la moda, que sale de lunes a viernes por Magazine. Pisó Canal 7 por primera vez pocos días después de su inauguración, 17 de octubre de 1951. Eran tiempos de un sólo canal
(los otros empezaron a llegar a partir de 1960) y de una sociedad revolucionada por un aparato que metía el afuera en sus casas.
Hincha de Racing y militante de las rondas de café, Borda entró como cadete, rápidamente lo ascendieron a switcher (operador de cámaras, función que compartió con Alberto Olmedo) y así, a fuerza de talento, “mucha curiosidad” y oportunidades aprovechadas, fue avanzando en dirección y producción,
tareas que desarrolló en cuatro canales de aire, a los que le suma la señal Ciudad Magazine.
“Cuando entré ya había un estudio semi armado y todo era novedad y sorpresa. Empecé como pasante, escondido, a fines del ‘51, y al año siguiente ya quedé efectivo. Al principio hacía cosas de cadete, ‘Lleve esto, traiga aquello’. Fui testigo de los palotes de la tele”, grafica con más humildad que curriculum enmarcado.
“El grupo de gente que estaba ahí con don Jaime Yankelevich (el abuelo de Gustavo, otro pope de la TV) a la cabeza era número uno.a nosotros nos daba no sé qué acercarnos a decirles algo. Pero sí estábamos dispuestos a todo”, recuerda.
“Cuando comenzó toda esta locura, yo me moría por entrar a ese mundo… Por parte de mi padre,
vengo de familia de actores. Es más, una tía mía, que no llegué a conocer, murió quemada en el Teatro Argentino, haciendo una obra con (Florencio) Parravicini, en la calle Cangallo (actual Presidente Perón). Me gustaba el teatro, el cine, venía de hacer 14 meses y 26 días de colimba”, precisa.
“Había empezado a laburar en la Municipalidad, como operador de comunicaciones. Trabajaba, ponele, pasando los auxilios más urgentes a las ambulancias, cosas así. Un día mi jefe, que era amigote mío, me dijo ‘Me voy a la tele’. Me ofreció que fuera con él: ‘Me encantaría, pero no sé nada’. ‘Sos técnico y lo que no sepas yo te lo enseño’. No me olvido más de esa frase”. Ni de ese gesto, se ve.
Va con la mente y con la gratitud a esa figura que quiso recatar del pasado: “Se llamaba Schiappacasse… Es más, hay un futbolista uruguayo que se llama Schiappacasse (Nicolás), al que le mandé un men