Clarín - Valores Religiosos

Hacer hostias en la cárcel le cambió la vida

- María Montero Especial para Clarín

Es una interna del Complejo Penitencia­rio San Martín. Distribuye su producción “artesanal” entre colegios y parroquias de bajos recursos.

La bolsita con hostias lleva un adhesivo con el dibujo de dos corazones tras las rejas que indican su procedenci­a. Son del taller de la Unidad 47 del Complejo Penitencia­rio San Martín donde Gaby, una joven de 38 años privada de su libertad, las elabora y empaqueta. El taller ya lleva dos años pero cobró notoriedad cuando hace unos meses se animó a escribirle al Papa y este le contestó muy complacido.

“Quería que Francisco se enterara de lo que estábamos haciendo acá adentro”, dice Gaby. Lo que no se imaginó era recibir una respuesta. Y agrega: “Mis compañeras me decían que me iba a contestar porque este Papa era distinto, pero no quería hacerme ilusiones. Así que cuando recibí su carta me puse a gritar como una loca. Fue una alegría enorme también para mis seres queridos, sobre todo mis papás que son muy creyentes”.

El taller surgió por iniciativa del equipo del padre Jorge García Cuerva, capellán del penal, y enseguida despertó en Gaby un gran entusiasmo. Funciona en una pequeña habitación donde ella y una compañera trabajan de lunes a viernes, de 9 a 17, en pequeñas y antiquísim­as máquinas para hacer y cortar hostias que donaron las hermanas benedictin­as y otras comunidade­s religiosas de San Isidro. “Yo remarco mucho - dice Gaby- que son hostias artesanale­s porque están hechas con máquinas manuales a diferencia de hoy que hacen en forma digital y con termostato­s”. Elaboran bajo pedido. La mayoría se distribuye­n en colegios y parroquias de bajos recursos de la zona. Otras se envían a los encuentros o retiros de sacerdotes y religiosas. Pero lo fuerte, sin duda, está en las principale­s fiestas católicas como Navidad, Semana Santa y Corpus Christi. Para esta última, por caso, el obispo de la diócesis, monseñor Oscar Ojea, quien también las vi-

Este Papa es distinto, pero no quería hacerme ilusiones. Así que cuando recibí su carta me puse a gritar como una loca.

sita regularmen­te, les pidió 5000. La fórmula es sencilla. Sólo harina y agua. Aunque lleva una proporción justa de cada ingredient­e para no dejar grumos ni que quede como engrudo. El proceso se lo enseñó Edelia, una de las religiosas que asiste al penal. Por kilo de ha- rina se sacan entre 45 y 50 planchas que luego, cortadas, dan unas 600 hostias. De cada plancha sale una grande, que es la que come el sacerdote que consagra y unas seis o siete más pequeñas, que son las que consumen los fieles.

Gaby es la encargada del taller y la responsabl­e de cada paso. Siente que este trabajo la volvió más creyente, la aferró a lo espiritual. “Saber que lo que hago llega a quienes van a comulgar me conecta también con el afuera, pero lo que realmente me llena el corazón es saber que estas hostias, cuando llegan al altar, se van a convertir en el Cuerpo de Cristo”, dice.

Gaby tiene muchos proyectos para cuando recobre su libertad. Uno de ellos es seguir haciendo hostias. “Me gustaría mucho continuar en esto que me acompañó tanto acá adentro y le dio un nuevo sentido a mi vida”, afirma.

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GENTILEZA OBISPADO SAN ISIDRO Gaby (der.) y su ayudanta, felices con la respuesta papal.

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