El aporte de la religión para erradicar la violencia escolar
Fue resaltado en la cita anual de la Vicaría de Educación porteña. Una experta dijo que para prevenir conflictos hace falta reconocer errores, reparar el daño y reconciliar, siguiendo el modelo religioso.
Una de las pocas leyes sancionadas por consenso de todos los partidos políticos fue la del acoso u hostigamiento escolar, también conocido como “bullying”. Un fenómeno complejo que involucra a padres, docentes y directivos de escuelas por igual.
La preocupación de que los adolescentes vivan varias horas al día en un ambiente hostil, con efectos devastadores para las víctimas, tanto como para los agresores, fue abordada recientemente en el XI Foro de Educación, en el que más de 2.000 docentes de nivel secundario de escuelas de la Vicaría de Educación del arzobispado porteño reflexionaron sobre ésta y otras problemáticas escolares.
Según los profesores, los chicos reproducen lo que viven en sus hogares o lo que ven en la sociedad. “La violencia está presente de distintos modos, pero es preocupante ver signos violentos en ámbitos que deberían promover la convivencia, como el deporte, la política, la universidad y también la escuela”, señala la licenciada María Estela Guita, una de las expositoras del foro. Aunque advierte que en el contexto escolar se da un fenómeno complejo de múltiples causas. Una de ellas es el uso de la tecnología, que permite el anonimato, la exposición y que no haya diferencias entre lo público y lo privado.
Para Guita, el desafío está en “animar a los jóvenes a ser personas capaces de resolver un conflicto a través del diálogo, del entendimiento, del sencillo gesto de intentar ponerse en el lugar del otro”. Dentro del contexto educativo puede sonar a utopía, pero afirma que no es sólo un anhelo, sino que es “una convicción fundada en la fe y la experiencia cotidiana con jóve- nes, que se sienten atraídos por el deseo de construir un mundo más justo y más fraterno”. Según la experta, la violencia en el contexto escolar es un fenómeno que tiene muchas causas, por lo que sería simplista pensar que si un alumno no estuviera en un grupo, éste cambiaría.
Para ello propone dos caminos necesarios y urgentes: el de la intervención y el de la prevención. El primero supone una unidad de criterios, coherencia y respeto por las personas y por las normas. Y el segundo un ambiente con un trato sin agresiones, donde se busque comprender al otro. Guita opina que “más allá del rol o de la función que tengamos dentro de la escuela, podemos encontrarnos si desarrollamos la capacidad de reconocer errores, reconciliarnos, reparar el daño y acatar normas sostenidas en valores que sean respetados por todos”.
En una jornada donde no fal- taron propuestas, los profesores pudieron optar entre doce conferencias simultáneas sobre la educación en contextos vulnerables, cómo dialogar con los alumnos, la dimensión emocional del aprendizaje, la inclusión y la equidad en las escuelas.
“La experiencia nos muestra que no sólo debemos hacer un discernimiento de la cultura – dice Guita- sino que estamos llamados a crear cultura, una cultura del encuentro, del diálogo, de la justicia, como reza el lema del foro de este año: ‘Educar sin límites, hacia una educación fraterna que promueva la cultura del encuentro’”.