Drogas: también atacar las causas
El documento de los obispos sobre el avance del narcotráfico trascendió por su llamado al Estado para que asuma su responsabilidad en el combate del flagelo. Pero no por su análisis sobre las causas y la salida de las adicciones.
¿Quién no ha sentido de cerca el f lagelo de la droga? En nuestra sociedad no es un problema poco frecuente y lejano: cada vez con más frecuencia -sobre todo los que recibimos confidencias de personas- nos encontramos con las terribles consecuencias que deja el consumo de estupefacientes. Los obispos lo decían así el documento que difundieron días pasados: “Nos conmueve acompañar a las madres y los padres que ya no saben qué hacer con sus hijos adictos, a quienes ven cada vez más cerca de la muerte. Nos quedamos sin palabras ante el dolor de quienes lloran la pérdida de un hijo por sobredosis o hechos de violencia vinculados al narcotráfico”.
Los medios de comunicación dieron amplia cobertura al tema desde el punto de vista de la responsabilidad política reflejada en el siguiente párrafo del documento: “Lo que escuchamos decir con frecuencia es que a esta situación de desborde se ha llegado con la complicidad y la corrupción de al- gunos dirigentes. La sociedad a menudo sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y políticos colaboran con los grupos mafiosos”. A la vez que afirman que “perseguir al delito es tarea exclusiva e irrenunciable del Estado” tras lo cual señalan deficiencias como la desprotección de las fronteras.
Sin embargo, quisiera detenerme en otro tema que hace al trasfondo de la cuestión y que también fue analizado en el documento. Lo hago desde la experiencia pastoral y tratando de responder la pregunta que seguramente se hacen numerosos padres: ¿Por qué mi hijo se droga? Drogarse, generarse una dependencia de una substancia externa que afecta el estado de ánimo tiene que ver con evadirse de la realidad y no querer afrontar problemas. La cuestión de fondo es cómo formamos a los chicos frente al desafío de la vida, sobre todo teniendo en cuenta que lo que han venido perdiendo es la resistencia a la frustración y la fuerza espiritual para afrontar el desafío de la propia existencia.
Vivimos tiempos en que se quiere “todo ya” y, si no se lo obtiene, “más vale me evado o me deprimo”. Así aparece el alcohol en la primera adolescencia ante los problemas de socialización y de enfrentar al sexo opuesto: “tomo para estar desinhibido”, dicen los chicos y las chicas. “Fumo un porro porque me hace sentir bien”, afirman. Esto transcurre en el horario en que los adultos dormimos. Ellos salen a las dos de la madrugada y vuelven a las 8 o 9 de la mañana. Y todo frente a la negación de los padres porque lo más curioso para mí es haber conocido chicos que se alcoholizan y fuman porros cada fin de semana y escuchar a sus padres decir “qué suerte que mi hijo es distinto”.
Hoy la drogadicción ya no constituye una cuestión de marginalidad. Está despenalizada de hecho. Hay fiestas electrónicas auspiciadas por marcas de bebidas, donde la droga es el pan de cada día. “Podés convivir con un adicto y no darte cuenta”, me decía alguien que se drogó muchos años sin que nadie de su entorno lo sospechara”. Por eso, me parece importantísimo poder mantener un diálogo franco con los jóvenes, sin escandalizarnos y tratando de proporcionar la oreja, que es la mejor ayuda. Una persona puede salir de la droga “si quiere”; ese querer es lo que hay que trabajar. Si realmente lo desea, se le puede brindar ayuda; si no quiere, no se la puede internar por la fuerza.
El narcotráfico funciona porque hay consumidores. En donde se optó por la despenalización ayudó a que se consuma más, y más fácilmente. Por eso, sigo con la cuestión de fondo y vuelvo a citar el documento de los obispos: “A cada uno de los que han caído en la droga, le decimos con el Papa Francisco: ‘Podés levantarte, podés retomar; te costará, pero podés conseguirlo si de verdad lo querés. Vos sos el protagonista de la subida, esta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por vos’”.