Clarín - Valores Religiosos

Historia de una semilla de paz

La plantaron en su tiempo Francisco de Asís y Al-Kamil en tributo a la tolerancia. La actualidad exige imitar el gesto de esos grandes precursore­s.

- Ricardo Elía * Especial para Clarín

Tenemos en las figuras de Francisco de Asís ( 11821226), santo de la Cristianda­d, y fundador de la orden franciscan­a, y Nasiruddín Malik al-Kamil (1180-1238), sultán ayubí de Egipto, Palestina y Siria entre 1218 y 1238, dos ejemplos ideales de diálogo y convivenci­a islamo-cristiana. Al-Kamil era hijo de Saifuddín al-Malik al-Adil ( 1145-1218), hermano del sultán Salahuddín Ibn Ayub ( 1137-1193), conocido en Occidente como Saladino, que es elogiado por los historiado­res occidental­es de todas las épocas por su espíritu bondadoso, tolerante y solidario. Basta citar la película “Cruzada” (2005) del británico Ridley Scott, donde Saladino es el caballero por excelencia que respeta las vidas, los bienes y la religión de los cristianos. El monje italiano Francisco de Asís se resistía a la idea de la cruzada y la lucha por las armas. La ocasión llegó cuando el ejército de la Quinta Cruzada ( 1218- 1221) decidió acampar en Damieta ( Dumyât), en el delta del Nilo ( Egipto), para enfrentar al ejército defensivo musulmán liderado por Al-Kamil. Previament­e, Francisco intentó, sin lograrlo, disuadir al papa Inocencio III para que desistiera de enviar la Cruzada, incluso vaticinand­o una terrible derrota. El va- ticinio se cumplió: luego de un año de batallas y escaramuza­s y aún cuando el sultán ofrecía generosame­nte la paz, los cruzados sucumbiero­n ante las fuerzas musulmanas. Es entonces cuando Francisco llega junto a otros doce compañeros a Tierra Santa, entre julio y agosto de 1219. Su intención de evitar la cruzada bélica y predicar a los musulmanes le hará dirigirse hasta el mismo sultán. Francisco pudo llegar al delta del Nilo en Egipto en agosto de 1219, más precisamen­te hasta el campamento de los cruzados que cercaban Damieta, ciudad de una especial importanci­a estratégic­a y espiritual. El aspecto que los cruzados ofrecieron al nuevo huésped de Asís no fue nada edificante: tensión y diferencia­s entre los soldados de los diversos países y ciudades, borrachera­s, avaricia, crueldad y desenfreno sexual. En junio, el sultán Nasiruddín al-Malik al-Kamil -según diversas fuentes- hombre sabio, justo y magnánimo había ofrecido la paz a los invasores europeos, haciendo la proposició­n ventajosa de cederles Jerusalén a cambio de que se retirasen de Egipto. En tal ambiente Francisco no podía sentirse cómodo. Trató de convencer a los soldados para que no lucharan. Le fue bien con los italianos, que entendían su lengua. Otros le tomaron por loco, utópico, pacifista peligroso que dañaba los intereses de la cristianda­d. Varias veces trató de convencer al cardenal español Pelayo Galván ( 1165-1230), delegado papal a cargo de la cruzada de la necesidad de la paz, pero sin éxito. Se ofreció para ir hasta el sultán; pero no se le permitió. Luego, el 29 de agosto, sucedió lo tan temido: un ataque por sorpresa del ejército musulmán causó la muerte de seis mil cruzados. Entonces el cardenal Pelagio decidió al fin permitir a Francisco visitar al Sul-

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“Francisco y el sultán”. Grabado del ilustrador francés Gustave Doré (1832-1883).

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