Desde hace años jóvenes de la Villa 21-24, de Barracas, practican el cricket. Muchos se capacitaron en escuelas privadas y fueron seleccionados para representar al país en torneos internacionales.
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C ualquier desprevenido que los viera en acción, pegándole con furia a la pequeña pelota con sus bates de madera, podría pensar que fue teletransportado a un suburbio de la India, donde el cricket es pasión de multitudes. O que apareció vaya a saber cómo en el campo de deportes de una barriada de Inglaterra, el país que inventó este deporte, según parece en un tiempo impreciso de la Edad Media. Pero no. Tan increíble como real, el escenario es un rectángulo de tierra en la Villa 21-24 de Barracas. Allí en una de las zonas más castigadas de la ciudad de Buenos Aires, entrenan y corren detrás de sus ilusiones unos treinta adolescentes, de entre 8 y 15 años, que de este modo le sacan el cuerpo a la posibilidad de una existencia malograda por el dinero mal habido o por el uso indiscriminado de drogas letales.
Los chicos integran la plantilla del equipo Caacupé Cricket. Son todos nativos de la villa con mayor extensión y de más población de la Capital Federal. Los empinados índices de drogadicción y de delincuencia convirtieron a la zona en un lugar de extrema peligrosidad. Esta iniciativa del críquet para alejar a los pibes de aquellos riesgos latentes que contaminan las calles, corresponde al famoso sacerdote José María Di Paola, más conocido como el padre Pepe, de los tiempos en que estaba destinado en ese asentamiento porteño.
“El deporte es una escuela de la vida, un canal de los valores”, sabe repetir Di Paola -luchador incansable contra las drogas, sobre todo el paco que tanto proliferó en las villas- cuando expone las convicciones que lo llevaron a poner en mar-
cha este tipo de proyectos con la bendición del entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio.Francisco es el primero en describir al deporte como un antídoto para escaparle a una vida de frustraciones: “Ofrece tantos valores a los chicos, a los jóvenes, valores sociales, valores de equipo, valores de respeto, valores de salud ... el deporte es uno de los artífices de la salud social. Es importante que (los chicos) tengan ámbitos en donde su salud psíquica y su salud social puedan expresarse”, dijo el mes pasado el Papa con ocasión de la firma de un acuerdo de colaboración entre la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) y Scholas Occurrentes, la red de escuelas por la calidad y la integración que propicia.El motor que mantiene en fun- cionamiento esta experiencia de integración social es Daniel Juárez, un ex jugador con vocación docente que ha logrado que el Consejo Internacional de Cricket reconociera en su momento al equipo de Caacupé como un “ejemplo mundial” para la expansión de ese deporte poco y nada desarrollado en la Argentina.Uno los hechos por demás significativo en esta historia fue cuando, por iniciativa del padre Pepe, los chicos de Caacupé asistieron a clases de formación de cricket en escuelas privadas de las más exclusivas de la Ciudad. Ese tipo de vivencias repercutió favorablemente en la capacitación de los jóvenes procedentes de la villa. Y no sólo a nivel de formación social -lo más importante- sino también en lo deportivo, ya que unos cuantos de estos chicos fueron seleccionados Otra pasión. Los jóvenes de las villas tienen en el cricket una forma de diversión, pero a la vez de integración en el marco de los valores que implica la recta práctica de todo deporte. para jugar en los equipos nacionales, de la división de jóvenes argentinos, en torneos internacionales. Se rompió así el mito aquel de que el cricket era un juego patrimonio de sectores de la élite.