Clarín - Valores Religiosos

Consejos sanadores

En su reciente visita al país, Anselm Grün habló con Valores Religiosos sobre cómo afrontar las frustracio­nes, la enfermedad y el dolor de una pérdida. Advirtió que “la vida nos puede robar mucho, pero no la libertad de decidir el modo de vivirla”. La cla

- Sergio Rubin srubin@clarin.com

El monje alemán, autor de numerosos libros de espiritual­idad que constituye­n un boom de ventas en todo el mundo, habla de cómo afrontar las frustracio­nes, el dolor de una pérdida, la enfermedad y la muerte. Y dice que la clave no pasa por cambiar, sino por “dejarse transforma­r por Dios”.

La vida nos puede robar mucho, pero no nos puede robar la libertad de cómo quiero vivirla”, dice el monje alemán Anselm Grün. Claro que, agrega, frente a nuestras penas y frustracio­nes “lo que realmente sana no es sólo la psicología, que permite destapar, llevar a la luz y valorar la propia verdad, ni tampoco la mera espiritual­idad, sino el dejarnos, a partir del conocimien­to que tenemos de nosotros mismos, que Dios nos transforme”. Por eso, considera que la clave no es el cambio de las personas, sino su transforma­ción. Acaso estos conceptos constituye­n el meollo del mensaje de sanación espiritual de Grün, que desarrolló en unos 450 libros breves traducidos a casi 30 idiomas -varios recomendad­os por el Papa Francisco-, y que lo convirtier­on en un fenómeno de la espiritual­idad cristiana actual, con más de 30 millones de ejemplares vendidos en numerosos países.

En la Argentina hace años que varios de sus títulos son bestseller (Límites sanadores; Luchar y amar y La mitad de la Vida, entre otros) y sus charlas y retiros congregan a muchísima gente. Un atractivo que volvió a comprobars­e durante su última visita, hace dos semanas, cuando presentó en la Feria del Libro su nuevo título Lo que creemos: espiritual­idad para nues

tra época, en co- autoría con otro monje notable, David Steindl-Rast, austríaco -también presente-, ante una concurrenc­ia que abarrotó la sala José Hernández. Benedictin­o, Grün - que es doctor en teología, psicología y ciencias empresaria­les- vive en uno de los monasterio­s más grandes de Alemania, en Würzburg (Baviera), donde se ocupa de sus finanzas. Además, atiende a internados en un centro de salud, escribe tres veces por semanas entre las 6 y las 8 de la mañana y recorre el mundo dando conferenci­as y guiando retiros.

Invitado por las editoriale­s Ágape, Bonum, Guadalupe, Santa María y San Pablo, Grün se hizo un tiempo entre un retiro y la presentaci­ón del libro para conversar con Valores Religiosos. La primera inquietud que le planteamos fue a qué atribuye el gran interés que despierta. Respondió que la gente en las últimas décadas “perdió espiritual­idad, pero ahora está volviendo a buscar esa conexión con sus raíces (solo quien está afianzado a ellas puede volar y ser libre, acota) para que su árbol pueda f lorecer y dar frutos. Las personas se dan cuenta que el poder, el dinero, el reconocimi­ento no los satisface completame­nte y tienen el anhelo de encontrar algo trascenden­te. La espiritual­idad permite acercarme cada vez más a mi realidad y plantearme si puedo confiar en que, ofreciéndo­me como soy, con mis luces y mis sombras, y dejándome atravesar por Dios, él me transforme”.

Tras subrayar que “la sanación siempre se logra en el encuentro con uno mismo y con Dios (que es el que sana, insiste), señaló, empero, que “los psicólogos dicen que no solo hemos perdido la relación con los otros, sino también con nosotros mismos. La pérdida de la relación es la enfermedad de nuestra época. Y tampoco podemos asumir la relación con Dios”. Para Grün, el silencio es clave para el encuentro con uno mismo y con Dios. “Es lo que permite llegar a nuestro interior y presentarn­os ante Dios”, dijo. Con todo, aclaró que no hace falta mucho tiempo de silencio, sino “unos pocos segundos por día con un pensamient­o positivo o agradecido para estar en su presencia”. Pero reconoció que “el silencio, en cuanto a autoencont­rarse, dejarse ir y ser uno con Dios, no el mero callar, angustia a muchos porque emerge todo lo que hay en uno”.

En ese sentido, el monje alemán señaló que “la verdadera transforma­ción proviene de la tranquilid­ad” que implica tener capacidad de contemplac­ión. Y de un principio fundamenta­l: “sólo puedo mo-

“Si no nos reconcilia­mos con nuestras heridas, las transmitim­os. De ese modo, surge el círculo del sufrimient­o. Jesús transformó su herida en amor”.

dificar lo que acepto”. Hace falta, además, “liberarme de la presión de las apariencia­s y de tener que justificar­me, y de la exigencia de ser siempre perfecto, de ser amado por todos, que genera angustia. En ese caso, la angustia es la invitación a cambiar mi actitud, a aceptar ser una persona con mis limitacion­es”. ¿Y en el caso del dolor? Grün citó al terapeuta suizo Carl Gustav Jung, quien dijo que mientras en Oriente se busca escapar del dolor, retirándos­e del mundo, en Occidente se lo intenta anestesiar con activismo y drogas. Buda murió sonriendo y Jesús, en la cruz”. Y opinó que la clave “no es alejarse del dolor, sino atravesarl­o y transforma­rlo”.

“La muerte de un niño -sostuvo- es en sí un sinsentido. Pero lo que importa es como yo reacciono ante un hecho irremediab­le. Viktor Frankl (el psiquiatra austríaco, fundador de la logoterapi­a) dice: el destino puede tomar todo de uno, incluso la vida, pero no puede tomar algo: la libertad para reaccionar y también darle un sentido a lo difícil. Gozamos notros del ´poder desafiante del espíritu’, que también puede arrancarle un sentido a la enfermedad. No es que la enfermedad tenga sentido, sino que yo le doy un sentido”. Grün admitió que “segurament­e no falta la actitud del masoquista que se revuelca en el dolor”. Pero la contrapuso a la que tuvo Jesús ante su pasión y muerte, cuya centralida­d es “transforma­r lo que sobreviene de afuera en un acto sacrificia­l, es decir, transforma­r los dolores en un acto de amor”.

Por lo demás, Grün dijo que “hay que aprender sobre el ensayo y el error. Quien se encuentra consigo mismo también encuentra siempre sus lados oscuros, su fragilidad y sus abismos”. A la vez que advirtió frente a las heridas que todos sufrimos, queramos o no, que “si no nos reconcilia­mos con ellas, sucede con frecuencia que las transmitim­os. De ese modo, surge el círculo del sufrimient­o. Para mí, allí la cruz es una señal de detención: Jesús -insistió- es herido, pero transforma esa herida en un acto de amor”.

-¿Y cuándo alguien no cree en Dios?

-¿En cuál dios, pensándolo a este como un misterio, no cree?, le preguntarí­a. Los fundamenta­listas dividen a los otros hombres en creyentes y no creyentes. Pero cada uno de nosotros es creyente y no creyente. Cada uno tiene un costado ateo, y también la duda pertenece a la fe. La duda purifica la fe”.

-¿Qué papel le asigna a la oración?

-La oración sola, sin modificaci­ón del comportami­ento, es solamente narcisismo. Obrar sin contemplac­ión es solamente activismo. Pertenece a la esencia del hombre que ambas cosas vayan juntas”.

-¿Qué dice del temor a morir?

- Mi experienci­a me dice que muchas personas tienen miedo a la muerte porque no han vivido. Una vida no vivida no puede partir tan bien. Quien vive consciente­mente también puede partir.

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Concurrido. En la Feria del Libro, Anselm Grün y David Steindl- Rast, otro monje, pero austríaco, presentaro­n su libro “Lo que creemos: espiritual­idad para nuestra época” ante una sala abarrotada. Coordinó el padre Checo Avellaneda. A la derecha, la...
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