Clarín - Valores Religiosos

Evangeliza­r en clave actual

Cómo comunicar mejor la fe. La Iglesia piensa leyendo y se expresa escribiend­o o hablando como si leyera. Pero la comunicaci­ón hoy es más breve y muy visual.

- Pbro. Guillermo Marcó Sacerdote arquidióce­sis de Bs. As.

El fenómeno urbano es un signo de los tiempos. En la ciudad se confrontan todos los cambios que hay en la sociedad. Se calcula que un 54,5 % de la población del mundo hoy vive en ciudades. Ella concentra la mayoría de las estructura­s educativas, de salud, económicas, financiera­s, sociales y culturales. Razón por la cual mucha gente migra a la ciudad. Junto con esa migración se produce también la acumulació­n de dramas humanos como la soledad, la escasez de vivienda, los conflictos de convivenci­a, la insegurida­d y flagelos como la droga.

Uno podría pensar que es la ciudad la que moldea a su gente. Sin embargo, es cada vez más patente que son los ciudadanos los que “hacen” a las ciudades. En América latina la subjetivid­ad construye la ciudad. Si esto es así, la construcci­ón de lo público, se hace más necesaria. En la ciudad conviven la cultura tradiciona­l con la cultura moderna y sus diferentes variables: post secular, post moderna y la sociedad liquida. El filósofo alemán Jürgen Habermas defiende con convicción que la religión tiene el derecho a hacerse oír y la democracia debe escuchar esa voz, en beneficio de la política. Fiel a estos principios, critica la situación actual caracteriz­ada por una vieja laicidad que reduce la religión a “asunto privado”, reducción que “atenta contra el ethos igualitari­o, contra la simetría con que deben ser tratadas todas las opiniones, pues de lo contrario se le niega el derecho a ser una voz en la plaza pública”

Dice Paul Valéry : “La interrupci­ón, la incoherenc­ia, la sorpresa son las condicione­s habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidade­s reales para muchas personas, cuyas mentes sólo se alimentan […] de cambios súbitos y de estímulos permanente­mente renovados […] Ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimien­to dé frutos. Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta: ¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?”.

La Iglesia se expresa en un lenguaje tradiciona­l y le cuesta hablar con los modos de la cultura moderna porque es hija de la lectoescri­tura. Es decir, piensa leyendo y se expresa escribiend­o o hablando como si leyera. La comunicaci­ón de hoy está basada en la brevedad del mensaje dicho más con imágenes que con palabras (el Papa comprende bien la diferencia). Por ende, no es sólo el derecho a expresarse, sino también, cómo uno se expresa. Por eso es que muchas ve- ces el mensaje no es permeable por nuestra forma de exponer la fe.

Sin abandonar la tradición y sus valores es importante el campo de la adaptación a las lenguas de hoy. Así como un misionero del siglo XVI traducía el catecismo a las lenguas de los indios, si queremos evangeliza­r en la ciudad debemos ser capaces de hablar a la sociedad post secular, a la post moderna y a la sociedad líquida. Todas estas maneras de ver la vida se entrecruza­n entre sí. A veces confrontan y otras conviven en un mismo sujeto.

Un profesor universita­rio sin mucha fe y formado científica­mente le pidió al capellán de su universida­d, en Colombia, que fuera a hacer “esas cosas que ustedes hacen” porque, según él, los libros se le cambiaban de lugar en su biblioteca. Pensamient­o mágico y erudición juntos en una misma persona. ¿Qué habrá contestado el capellán?

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