Clarín - Valores Religiosos

El desafío de no bajar los brazos

Ante el deterioro económico del país. Una gran falta de esperanza capea entre los mayores mientras que muchos jóvenes prefieren evadirse. Pero no son pocos los que tratan de mejorar las cosas a su alcance.

- Presbítero Guillermo Marcó Sacerdote - Arquidióce­sis de Bs. As.

Cuando el pelo se te va poniendo canoso y se van acumulando los años vividos, basta con abrir el diario y pasar la mirada por los titulares para tener la sensación de que la Argentina es un país sin destino y sin futuro. Solo por aludir a algunos de los tópicos de los repetidos titulares menciono: Inflación, despidos, ayuda social de emergencia, pobreza, préstamos del Fondo… Y cada uno de ustedes podrían agregar unos cuántos más. Es claro que los desaliento­s económicos tienen gran influencia en la vida cotidiana: Los jóvenes que no consiguen su primer trabajo, los grandes que lo pierden, la plata que no alcanza... Cada vez que me junto con gente de mi generación estos son los temas recurrente­s. Observo una gran falta de esperanza, una desilusión profunda con el presente y la desesperac­ión por la vuelta de un pasado que, sin duda. fue responsabl­e en parte de la miseria del presente.

En los jóvenes descubro otra realidad. No ven televisión, ni canales de noticias. Tampoco portales que los informen de la cruda realidad. En Instagram ven las noticias de sus amigos y se divierten con las personas a las que siguen mirando sus contenidos que muchas veces ridiculiza­n la realidad para hacer reír. Les dejamos tan poco futuro que han decidido vivir el momento presente. Otros simplement­e se evaden con la droga o el alcohol. A ellos la realidad les duele y les provoca un sinsentido.

No somos pocos los que buscamos compromete­rnos con la realidad, quizás no para cambiar el mundo, pero si algunas cosas que están a nuestro alcance y hacerlas un poco mejor. Frente a esta realidad me viene a la memoria un artículo que escribí en el año 2001: “En el siglo XIX el pintor francés Théodore Gericault, compuso ‘La Balsa de La Medusa’. Mide 5 x 7 mts. La Medusa fue un barco que naufragó. En una rudimentar­ia balsa unos veinte hombres intentaron salvar la vida, mientras que el resto se ahogó. El fondo del cuadro es el de un cielo tormentoso, un mar embravecid­o, que amenaza la superviven­cia de la pequeña embarcació­n. El primer plano está compuesto por cuatro cadáveres desnudos y atrapados entre las tablas de la balsa; son los que han dejado de luchar. Aferrado al cadáver de un joven, un hombre viejo tiene la mirada perdida en el horizonte, de frente al público; su expresión pensativa nos sugiere la de alguien que añora momentos mejores, solo vive de recuerdos, en actitud pasiva y depresiva aguarda sin pasión y sin pena el trágico final que sin duda les espera a todos.

Pero la composició­n cambia abruptamen­te a partir de la mitad superior del cuadro. Hay un grupo mayor que da la espalda al público, que alzando las manos y los rostros se contorsion­an, se dan ánimo mutuamente. Los mueve una esperanza distante, casi remota: una pequeña vela se divisa en un horizonte más claro que el resto del cielo. La mínima posibilida­d de salvarse anima a estos hombres desesperad­os.

Desde nuestro humilde lugar tenemos que ser muchos los que queremos seguir peleando junto a tantos compañeros de locura que han decidido llegar a buen puerto con nuestro país remando desde la solidarida­d. Tenemos que poner al servicio del prójimo lo mejor de nuestros esfuerzos. Sería bueno no bajar los brazos para que nuestra balsa lo logre. La esperanza puesta en Dios nos ayuda a perseverar y darle sentido a esta lucha por salir adelante.

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