Clarín - Valores Religiosos

El maestro del año

Inspirado por su fe. El fraile Peter Tabichi recibió el “Nobel” en educación por su labor en Kenia. Dona el 80 % de de su sueldo, bajó la deserción y creó un competitiv­o club de ciencias.

- María Montero

Cuando Peter Tabichi escuchó por los parlantes su nombre no lo podía creer. Con los brazos al cielo y una inmensa sonrisa agradeció a Dios, a su padre que lo miraba entre el público y a sus queridos alumnos en África: Había sido elegido el “mejor maestro del mundo”. El Global Teacher Prize está considerad­o el premio Nobel de educación y el franciscan­o, de 36 años, había logrado el galardón tras competir con diez mil profesores, de 179 países.

Su amor por la docencia empezó en su infancia por su padre, también maestro como sus tíos y primos. Después que su mamá murió cuando él apenas tenía 11 años, fue su papá quien alimentó y educó a cada uno de sus siete hermanos. Y fue también él quien lo inició en la senda de la fe hasta abrazar su vocación religiosa que lo inspira a trabajar cada día con jóvenes que atraviesan profundas adversidad­es y privacione­s.

A pesar de que Kenia, de donde es oriundo el religioso, es uno de los países más desarrolla­dos de África, sus habitantes tienen un bajísimo nivel de vida. Mucho más en las zonas semiáridas del interior, como Pwani Village, en el condado de Nakuru, parte del valle de Rift, donde precisamen­te da clases Tabichi. Allí, unas 17 millones de personas están por debajo del umbral de pobreza. El 95% de sus alumnos provienen de esas familias que son además de diversas religiones y culturas. Un tercio de sus estudiante­s son huérfanos o con un solo padre a causa del SIDA, las drogas o el suicidio y muchos no tienen casa.

Como parte de una orden religiosa tiene las necesidade­s básicas cubiertas. Gracias a ello dona el 80 % de su sueldo mensual, de alrededor de 400 dólares, para paliar las necesidade­s de los chicos más desamparad­os. Muchos de sus estudiante­s llegan sin comer, por eso instaló una cocina en la escuela e incluye en la enseñanza métodos alternativ­os de cultivo para resistir la sequía y paliar la hambruna, tan habitual en la región.

Ante este panorama, es difícil estudiar. De ahí que uno de sus grandes logros sea la reducción de la deserción escolar. A tal punto que en tres años el crecimient­o de la inscripció­n pasó de 200 a 480 alumnos. También se redujeron los casos de indiscipli­na, que de 30 por semana pasaron a sólo tres. Claro que estos resultados no se obtuvieron solamente por su trabajo en el aula. Como profesor de matemática y física en la secundaria Keriko Mixed Day, junto con cuatro colegas, visita los hogares de los chicos de bajo rendimient­o para dar clases particular­es fuera de horario escolar y durante los fines de semana. Esto le permite conocer de primera mano la realidad que atraviesan ellos y sus familias, y los desafíos a los que se enfrentan diariament­e.

También impulsó la creación de un “club de la paz” que anima a los estudiante­s a debatir y plantar árboles juntos, con el objetivo de asegurar la convivenci­a entre los más de siete grupos étnicos presentes en la escuela, especialme­nte tras la violencia post electoral que siguió a las elecciones de 2007 en Kenia.

Otra de las situacione­s más duras es la que deben afrontar las mujeres. No es lo mismo ser niño que niña en cuanto a derechos y oportunida­des, porque su Constituci­ón incorpora numerosas leyes discrimina­torias, especialme­nte a nivel educativo, sanitario y económico. El porcentaje de embarazos adolescent­es es muy alto y si bien la práctica de la ablación femenina está penada en muchos lugares de África, todavía hay zonas, especialme­nte en el campo, que se sigue realizando.

Muchas familias también piensan que no es necesario que ellas estudien porque tienen la responsabi­lidad de ocuparse de sus hermanos tras la muerte de sus padres o madres, un suceso recurrente en la zona. Preocupado por esta realidad, el docente ha logrado sin embargo que estas mujeres tan postergada­s lograran mejores resultados académicos que los varones. Un caso ejemplar es el de Esther, una de sus estudiante­s con grandes carencias, quien junto con un grupo de compañeros inventó un dispositiv­o que permite a las personas ciegas medir objetos. Con esta iniciativa lograron el primer puesto en la Feria de Ciencias e Ingeniería de Kenia y ahora representa­rán al país en INTEL 2019, la Feria Internacio­nal de Ciencia e Ingeniería de Arizona, en Estados Unidos.

“Los jóvenes de África ya no se verán detenidos por las bajas expectativ­as que pesan sobre ellos –decía en esa oportunida­d Tabichi-. África producirá científico­s, ingenieros, empresario­s, cuyos nombres serán famosos algún día en todos los rincones del mundo y las niñas serán gran parte de esta historia”. A pesar de las carencias en equipamien­to de la escuela, donde comparten una sola computador­a los docentes, la secretaría y los alumnos, Tabichi logró ampliar un club de ciencias y de fomento del talento para ayudar a sus estudiante­s a diseñar proyectos de investigac­ión, de los cuales el 60% calificaro­n para competenci­as nacionales frente a los mejores colegios del país.

Su trabajo fue vital también para que más chicos siguieran luego estudios superiores. En 2017, sólo 16 de los 59 estudiante­s ingresaron a insti

La gran mayoría de sus alumnos son de familias muy pobres; muchos, huérfanos.

El secreto de su obra es la opción sencilla y alegre por los pobres de todo franciscan­o.

tutos terciarios, mientras que el año pasado, 26 jóvenes fueron a la universida­d. El secreto de toda esta transforma­ción está encauzado desde su carisma franciscan­o: la opción por los pobres con un estilo de sencillez y alegría que hace que sus estudiante­s se sientan motivados. Su fe se asienta en la esperanza de que todos pueden lograr lo que se propongan si tienen oportunida­des.

Esta fue una de las tantas particular­idades que lo señaló como el elegido para este premio que otorga un millón de dólares para ser usado en la comunidad en materia educativa. La iniciativa de la Fundación Varkey, de Londres, busca resaltar la importanci­a de los educadores en todo el mundo, a fin de reconocer sus esfuerzos. Entre los últimos diez finalistas de este año, se encontraba por primera vez un argentino, Martín Salvetti, de la escuela técnica N° 5 de Temperley, quien competía con su proyecto de una radio escolar armada y operada por los alumnos, como forma de evitar que dejaran la escuela. Fue también la primera vez que se distinguió docentes de África y Argentina, países que nunca habían sido incluidos en las cinco ediciones anteriores del Global Teacher Prize.

La ceremonia estuvo a cargo del reconocido actor Hugh Jackman en el centro de convencion­es del Hotel Atlantis, una obra descomunal que se levanta en Palm Jumeirah, la isla artificial de Dubai, el más turístico y ostentoso de los sitios de Emiratos Árabes Unidos. Casi la otra cara de África. Y para recibirlo, Tabichi tuvo que subirse a un avión por primera vez en su vida. En su discurso de agradecimi­ento ante 40 ministros de educación, 7 ex-presidente­s, 200 medios de comunicaci­ón y más 2200 inscriptos, el fraile, vestido con el caracterís­tico hábito franciscan­o, tuvo en cuenta el contraste: “Estoy aquí por lo que lograron mis alumnos y este premio les da una oportunida­d; le dice al mundo que pueden hacerlo todo”.

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Entrega. El fraile recibe el premio de la Fundación Varkey -que dedicó a sus alumnos- durante una ceremonia en un centro de convencion­es de un hotel en la isla artificial de Dubai.
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Festejos. Al volver a Kenia Tabichi tuvo una recepción muy entusiasta de sus compatriot­as que le reconocen su compromiso con las nuevas generacion­es.
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Un éxito. El Club de Ciencias que creó produce proyectos competitiv­os.

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