Clarín - Valores Religiosos

Los mártires riojanos

Víctimas de la dictadura. El 27 de este mes en La Rioja serán declarados beatos los primeros miembros de la Iglesia en el país que llegan a los altares por su martirio.

- Pbro. Guillermo Marcó Sacerdote - arquidióce­sis de Bs. As.

El 27 de este mes cuatro hermanos nuestros serán reconocido­s oficialmen­te durante una ceremonia de beatificac­ión en La Rioja como los primeros mártires de la Iglesia que peregrina en la Argentina.

Uno de ellos era un laico, Wenceslao Pedernera, oriundo de San Luis, que dejó inconcluso­s sus estudios primarios y desde muy joven trabajó primero en una calera y después en las bodegas Gargantini, en Mendoza. Conoció a Coca Cornejo con quien se casó y tuvieron tres hijas. A él dicen sus biógrafos “no le gustaban los curas” por lo cual no practicaba su fe. En una misión Coca empezó a asistir a los encuentros y al tercer día su esposo la acompañó. El mensaje del Evangelio le cambió la vida y a partir de ese momento la familia participó activament­e del quehacer de la parroquia, se integró al movimiento rural de la Acción Católica y llegó a ser coordinado­r regional, empeñándos­e en la formación y la oración.

En 1973 Wenceslao y Coca fueron invitados a formar parte de una experienci­a rural comunitari­a en un campo que pertenecía a la diócesis de La Rioja. Pero tuvieron muchas dificultad­es en ese lugar debido a la lejanía de la escuela para sus hijas. El obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, les aconsejó que se fueran a Sañogasta. Allí Coca se desempeñó como secretaria parroquial y Wenceslao fue puesto al frente de un proyecto surgido de una señora francesa dueña de un campo en el lugar y la parroquia para realizar una cooperativ­a de trabajo y compartir el ideal de la vida cristiana expresado en los Hechos de los Apóstoles, donde “todos ponían lo suyo en común”. Los miembros de la cooperativ­a se reunían los sábados en la parroquia para leer el Evangelio y confrontar sus vidas en el seguimient­o de Jesús.

Otros dos eran sacerdotes. El padre Gabriel Longuevill­e y Carlos de Dios Murias. Longuevill­e había nacido en Estable, Francia, en 1931, en una familia campesina de profunda fe católica. Tras ordenarse sacerdote en 1957, en 1969 se fue de misionero a las comunidade­s indígenas de México, donde aprendió el castellano, y en 1971 se incorporó a la diócesis de La Rioja. Hombre sensible, aficionado al arte, principalm­ente al dibujo y la escultura, hablaba varios idiomas. Sencillo y silencioso, era muy pacífico y odiaba la violencia, la mentira y la injusticia era parróco de esa localidad

A su vez, el padre Murias había nacido en Córdoba en 1945, estudió en el Liceo Militar y luego empezó a cursar la carrera de ingeniería. Llamado a vivir una vida más entregada, luego de un retiro en una Mariápolis (centro de espiritual­idad del Movimiento de los Focolares) entró a la orden franciscan­a y en 1972 fue ordenado sacerdote. En 1975 solicitó ir a La Rioja y lo destinaron a la localidad de Chamical, donde se desempeñab­a vicario parroquial. Consciente del fuerte clima de hostilidad hacia el proyecto pastoral del obispo, les escribe a sus hermanos de comunidad: “Acá al obispo lo persiguen, a los curas los cuestionan, en cualquier momento nos van a matar”.

El 18 de Julio de 1976 en Chamical, mientras Murias y Longeville terminaban de cenar en la casa de unas monjas, se presentaro­n hombres uniformado­s que dijeron ser de la Policía Federal y que les comunicaro­n que debían acompañarl­os a declarar a la capital provincial. En verdad, los llevaron a la base aérea de Chamical, donde fueron torturados durante varias horas, luego fusilados; sus cuerpos fueron hallados dos días después por un grupo de trabajador­es ferroviari­os junto a las vías de un tren. A Wenceslao lo fueron a buscar de madrugada el 25 de julio de 1976 a su rancho tres personas encapuchad­as que le dispararon delante de su mujer y sus hijas.

Finalmente monseñor Angelelli, volviendo del velorio de los dos sacerdotes, sufrió un presunto accidente automovilí­stico. Llevaba una carpeta con informació­n sobre los asesinatos que no apareció en el auto accidentad­o. La justicia determinó en 2014 que no se trató de un accidente, sino de un asesinato. Monseñor Angelelli, ampliament­e conocido por su preocupaci­ón por los más necesitado­s era autor de una frase que sintetiza las vidas de estos futuros mártires: “Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”. Solo hay que saber que el “oír” y obrar en consecuenc­ia puede costar la vida.

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Sacerdote. Gabriel Longeville.
 ??  ?? Laico. Wenceslao Pedernera.
Laico. Wenceslao Pedernera.
 ??  ?? Sacerdote. Carlos Murias.
Sacerdote. Carlos Murias.
 ??  ?? Obispo. Enrique Angelelli.
Obispo. Enrique Angelelli.

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