La pasión por los deportes como punto de encuentro
Desde Mozambique a Mar del Plata, el surf se convirtió en un medio para la integración de niños y adolescentes.
El legado que el Papa deja en cada ciudad que visita está íntimamente vinculado a la agenda de Scholas Occurrentes, la organización creada para propiciar una cultura del encuentro y de integración social a través de la tecnología, el arte y el deporte.
Precisamente en su último viaje a Irak, Francisco inauguró la “Escuela de Deportes por la Paz”, que la institución desarrollará en la ciudad de Erbil, con la ayuda de la Liga de Fútbol de España. El objetivo de Scholas es que a través de diferentes actividades artísticas y deportivas, niños y jóvenes de todo el mundo participen en propuestas de paz e inclusión, aportando desde sus diferencias culturales, sociales y religiosas.
La experiencia fue impulsada en 2006 por Bergoglio, cuando era arzobispo de Buenos Aires, a través del programa Escuela de Vecinos, en el que jóvenes de colegios secundarios públicos y privados proponían soluciones para mejorar su entorno. De esa manera se pretendía rescatar la importancia del compromiso social, cívico y político. Algunas de las propuestas fueron convertidas en ley.
Cuando Francisco llegó al Vaticano, este proyecto se extendió rápidamente por Latinoamérica. Formó comunidades en Paraguay, Chile, Colombia, Haití, Panamá y México para luego recalar en Estados Unidos y Europa (Italia, España Portugal y Rumania). De allí continuó a Japón e Israel. Y a través de Scholas Ciudadanía, el fútbol y el surf, en las ciudades de Tofo y Maputo en Mozambique, África. Las iniciativas en este último país comenzaron hace tres años.
La innovadora propuesta del Surf Club de Scholas, en Tofo, hoy está siendo inspiradora para otras regiones africanas donde niños y adolescentes abandonaron sus estudios y sus hogares para servir a los pocos turistas que transitaban sus playas. De esa manera no solo aprendieron a perder el miedo al agua y a subirse a una tabla de surf, sino también la dignidad de vivir con sentido.
Para José María del Corral, director mundial de Scholas, este es un ejemplo concreto de “cómo responden los jóvenes cuando se les acerca una propuesta que rescata la pasión, desde el deporte, el arte, el encuentro con el otro y con la naturaleza”.
Además de las 15 sedes de Scholas donde hay un grupo de jóvenes viviendo y sosteniendo estos programas, existen grupos en otros 70 países de los 5 continentes. “Todos ellos tienen en común lo mismo que nació en Buenos Aires –afirma del Corral-, la necesidad de escuchar el corazón de los jóvenes, reunirse en la diversidad religiosa, cultural, económica, social y que juntos puedan soñar propuestas para mejorar su entorno”.
Durante la pandemia, las reuniones virtuales suplieron a las presenciales. Los docentes que los acompañaron acercaron la educación a la vida real de los jóvenes trabajando por su salud emocional y fueron tan positivas para que pudieran sobrellevar el aislamiento, que recibieron la felicitación de la Unesco y el reconocimiento del Centro de Terapia Estratégica, la red más importante de psicólogos de Italia, fundado por Giorgio Nardone, quienes decidieron sumarse voluntariamente a colaborar en todos los encuentros. “A partir de allí el Papa no sólo convocó a seguir esta experiencia con los adolescentes –explica del Corral- sino también a conformar una universidad interreligiosa, intercultural e intergeneracional, donde el centro esté puesto en el sentido de la vida”. Como dijo Francisco: “No para enseñar cosas, ni cursar carreras u otorgar títulos, sino para compartir la propia vida”.
Ya afianzada en Mozambique, con su escuela de surf, este año la Universidad del Sentido llegó a la costa bonaerense a través de un acuerdo con las tres universidades de Mar del Plata y el Obispado. La “Escuela de mar y playa” arrancó el 1° de febrero todos los días en la playa de Acantilados con 40 jóvenes de 13 a 16 años de barrios de diferentes niveles socioeconómicos de la zona. Algunos de los chicos, incluso, no conocían el mar.
“A partir de la enseñanza del surf y de lo que genera el deporte, se reunieron a hablar de sus dolores, la música, a escribir poemas, pintar, leer un libro y compartirlo”, explica del Corral, aunque advierte que lo importante no es el saber, sino el encuentro. El resultado fue tan positivo, en especial por el apoyo de las familias y el resto de la comunidad, que esta dinámica se va a extender todo el año.