El vínculo de amor y lealtad entre Rut y Noemí
El pueblo hebreo en Shavuot acostumbra a rememorar la fidelidad de una joven viuda a la familia de su esposo.
Estamos próximos a celebrar la fiesta de Shavuot, “Semanas” en hebreo, que rememora la entrega de las Tablas de la Ley al pueblo hebreo de manos de Moisés en el monte Sinaí. Su nombre nos remite a la cuenta de siete semanas a partir del segundo día de Pésaj, la Pascua. En épocas bíblicas, además, en este quincuagésimo día o Pentecostés se realizaba en el Templo de Jerusalén una ofrenda con los primeros frutos de la cosecha en agradecimiento al Creador.
La naturaleza y la Torá, la Ley, quedaron ensambladas en Shavuot. Por eso una de las costumbres más sobresalientes de este día es la lectura del libro bíblico de Rut, en donde estos dos motivos están presentes.
Rut es una joven moabita, unida en matrimonio a un muchacho israelita que había llegado a la tierra de Moab junto a sus padres y hermano en busca de sustento cuando una sequía había asolado la región de Judá. Una desgracia sobreviene a la familia y mueren los hombres de la casa, quedando allí tres mujeres solas: Noemí, quien ha perdido a su marido y a sus hijos, y Orpá y Rut, sus nueras, quienes no alcanzaron a tener hijos.
Noemí decide retornar a su país despidiéndose de las jóvenes que tan buenas y fieles habían sido con ella y su familia. Rut, a pesar de la insistencia de su suegra para que se quedara con sus padres y rehiciera su vida, decide acompañar a Noemí y unirse a ella incondicionalmente.
“No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré y allí seré enterrada” (Rut 1:16-17).
Con estas palabras, Rut asume el compromiso de unirse a su suegra y de adoptar su mundo. Y aquí radica un motivo con el que se asocia este libro a Shavuot. Rut se suma al pueblo de Israel y acepta la Ley hebrea emulando el hito del Monte Sinaí.
A partir de aquí, las dos mujeres solas y sin amparo deben procurarse la subsistencia en los campos de Judá.
El texto describe el trabajo agrícola en la parcela de un hombre mayor llamado Boaz, en un tiempo de cosecha, que coincide con el tiempo de nuestra festividad, Shavuot. Dentro de ese mundo agrícola descubrimos las costumbres que intentan palear las dificultades que padecen las viudas, huérfanos y los menesterosos: la parcela debe cosecharse, pero sus extremos no, ya que son exclusivos para la cosecha de los indigentes. Y si a algún campesino se le cae parte de su recolección, no debe volver a tomarla para que algún necesitado la recoja.
Rut, viuda, pobre y extranjera, se encuentra entre los menesterosos levantando la cosecha caída y recogiendo las espigas de los extremos del campo. Al ser la más joven de las dos mujeres, le corresponde el trabajo más duro. Pronto descubren que Boaz, el dueño del campo, es pariente de la familia. Noemí arma una estrategia para que Rut seduzca a Boaz, pueda casarse con él y así tener un estatus digno en esa sociedad. El plan resulta. Boaz se hace cargo de Rut, quien al poco tiempo tiene un hijo.
Las mujeres del pueblo le dicen a Noemí tras el nacimiento de este nieto: “Será el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque lo ha dado a luz tu nuera que te quiere y es para ti mejor que siete hijos” (Rut 4: 15). Y el relato continúa: “Tomó Noemí al niño y le puso en su seno y se encargó de criarlo. Las vecinas le pusieron un nombre diciendo: «Le ha nacido un hijo a Noemí»” (Ib. 4: 16-17).
Rut y Noemí forman un tándem de superación y entrega mutua. Hay un pacto de amor profundo entre ellas, respeto, cuidado, protección y sororidad. De eso se trata Shavuot, que apuesta a la continuidad y a la vida.
Hay un pacto de amor profundo entre Rut y Noemí, respeto, cuidado y protección.