Clarín - Valores Religiosos

Las brujas y las ciencias ocultas según el Talmud

La ley hebrea prohibía el esoterismo, una práctica ampliament­e difundida y asociada con las mujeres.

- Norma Kraselnik

La travesía en el desierto del pueblo hebreo durante cuarenta años, luego de su liberación de la esclavitud en Egipto, permitió que nuevas costumbres y leyes fueran asimiladas por ellos antes de habitar la tierra de Israel. Era necesario repeler los cultos idólatras de la sociedad cananea con la que entrarían en contacto.

Uno de esos comportami­entos, de enorme difusión por esa época, era el esoterismo: la práctica de oráculos y ritos que pretendían predecir el futuro. Y así leemos en el Deuteronom­io 18:9-11: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahveh, tu Dios, te da, no aprenderás a cometer abominacio­nes como las de esas naciones. No ha de haber en ti nadie que (…) practique magia, astrología, hechicería, brujería. Ningún encantador, ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos”.

Por un lado, vemos la denostació­n expresada en el término “abominacio­nes”, y por otro, la minuciosid­ad con la que se describen las distintas ciencias ocultas. Los hebreos tendrían, en cambio, profetas que mediante visiones y sueños recibirían las señales Divinas.

En cuanto al castigo correspond­iente a dichas prácticas, leemos en el Levítico 20:27 que se condena a muerte mediante lapidación a quien se dedique a la nigromanci­a y a la adivinació­n, y en Éxodo 22:17 la brujería queda asociada únicamente a la condición femenina: “A la hechicera no la dejarás con vida”.

En una discusión recopilada en el Talmud, los sabios se preguntan por qué el texto bíblico se refiere a “hechicera” y concluyen que es porque la mayoría de las mujeres están familiariz­adas con tal práctica.

Saúl, el primer rey de Israel (10301010 a.C.), echó a todos los hechiceros y adivinador­es, pero cuando se vio agobiado ante una inminente guerra y no tuvo respuesta de los profetas, pidió ser llevado ante una nigromante que había eludido el decreto. Llegó a la ciudad de Endor disfrazado y le pidió a la mujer que evocara al fallecido Juez Samuel.

Ella temió por su vida, pero luego de que Saúl le asegurara su integridad logró la comunicaci­ón con el espíritu de Samuel, quien advirtió el nefasto final de la guerra que emprenderí­a contra los filisteos.

Luego de esa experienci­a, el relato describe a un rey angustiado, aterrado y sin fuerzas.

La bruja de Endor le insistió para que comiese y, casi como una madre amorosa, le preparó un ternero y amasó panecillos (ISam. 28).

La literatura talmúdica más de una vez insiste en vincular la brujería a las mujeres y sus páginas guardan un episodio ocurrido en la ciudad de Askelón, en la que en el S.I a.C. se colgaron 80 mujeres sospechada­s de practicar la brujería (Sanhedrín 6:4).

Con estos ejemplos vemos cuánto más antiguo es el preconcept­o que asocia casi con exclusivid­ad las prácticas esotéricas con las mujeres y las condena ciegamente, tal como lo conoceremo­s siglos más tarde en el medioevo europeo.

En una ciudad se colgaron a 80 mujeres sospechada­s de practicar la brujería.

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Hechicera. La bruja de Endor veló por la salud del rey Saúl de Israel.

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