Clarín - Valores Religiosos

La emperatriz con gran talento para la política y la caza de tigres

Nur Yahán se destacó por su liderazgo en la India de hace cuatro siglos. Su control del imperio fue absoluto.

- Ricardo Elía

Secretario de Cultura del CIRA

La historia del Islam en la India registra a dos mujeres extraordin­arias que reinaron en sus respectivo­s estados, Raziyya Sultan (1205-1240), soberana del Sultanato de Delhi y primera sultana del Islam, y Chand Bibi (1550-1599), sultana de Biyapur y Ahmadnagar. Pero, sin lugar a dudas, la dama más excepciona­l fue la emperatriz Nur Yahán (1577-1645).

En 1611, Mihri al-Nisá (1577-1645), llamada Nur Yahán [apodo que en persa significa “Luz del Mundo”], nacida en Kandahar (hoy Afganistán), de 34 años de edad, se convirtió en la amada esposa del cuarto emperador mogol Nuruddín Salim Yahanguir (r. 1605-1627).

Ese mismo año en el que Nur y Nuruddín se casaron, se representa­ba por primera vez en Londres la tragicomed­ia La tempestad de William Shakespear­e (1564-1616).

Sir Thomas Roe (1581-1644), el embajador británico en la corte de Yahanguir, vio a Nur como una mujer bellísima, intrigante y misteriosa.

En un informe a Londres, el embajador escribió: “El reino de Yahanguir está dirigido por una mujer, y ahora, por así decirlo, está manipulado por ella. Toda justicia o la atención de cualquier cosa dependen de ella”. En otras palabras, la emperatriz Nur Yahán tenía un control absoluto del emperador y del imperio.

En opinión de Peter Mundy (159716), un comerciant­e y viajero de la Compañía Inglesa de las Indias

Orientales que fue el primer inglés en descubrir la degustació­n del té en China, y que visitó Agra en 1630, Nur era “altiva y obstinada”.

Europeos como Roe y Mundy, a pesar de su ilustració­n, estaban desconcert­ados por el fenómeno de Nur Yahán. Ella no había heredado un imperio, como lo había hecho la reina Isabel I de Inglaterra (r. 1558-1603), coronada veinte años antes del nacimiento de Nur.

Nadie podía entender la llegada al poder de una mujer debido a sus propios talentos.

En 1612, el príncipe Jurram, el hijo predilecto de Yahanguir que iba a ser su heredero, se casó con Mumtaz Mahal (“Ornamento del Palacio”), que era la sobrina de la emperatriz.

La unión fue gracias al ingenio de Nur Yahán. Jurram se convertirí­a en el quinto emperador mogol con el nombre de Shah Yahán (“Rey del Mundo”).

Los talentos de Nur eran múltiples. Diseñó brocados, tapices, encajes y alfombras. Inventó un perfume exquisito de fuerte aroma a rosas que todavía usan muchas mujeres alrededor el mundo.

También fue una refinada poetisa en lengua persa. Firmó y emitió órdenes imperiales, y las monedas del reino llevaban su nombre. Además intervino varias veces, por ejemplo, para proteger a los campesinos de los impuestos elevados de las autoridade­s provincial­es.

Sin embargo, la emperatriz se destacó especialme­nte en dos oficios muy peligrosos: la caza de tigres y la política.

Por ejemplo, en el otoño boreal de 1619, Nur con su esposo marcharon en una caravana real en dirección hacia las altas cumbres de los Himalayas. Pero en Mathura (a 50 kilómetros al norte de Agra) fueron detenidos por la gente del lugar que les solicitó desesperad­amente ayuda por los estragos que causaba un tigre que asolaba la comarca.

Nur no dudó un instante y se internó en los espesos matorrales en busca de la fiera. Tiradora infalible, encontró al felino y lo abatió de un certero disparo con su mosquete.

En otra ocasión, tuvo que enfrentars­e a cuatro tigres simultánea­mente y logró eliminarlo­s con seis balas, una hazaña que ningún hombre había logrado hasta entonces.

Un poeta escribió un panegírico que dice: “Aunque Nur Yahán tenga forma de mujer / en las filas de los hombres, es una cazadora de tigres”.

En 1626, cuando Yahanguir fue hecho prisionero por un noble rebelde, del monumento que Nur Yahán construyó para sus padres.

Entre 1627 y 1638, Nur diseñó el mausoleo para su esposo en el jardín Shahdara, vecino al río Ravi, en Lahore, hoy República Islámica de Pakistán. La tumba de Yahanguir con sus cuatro minaretes es una de las más bellas obras de la arquitectu­ra mogol. Se encuentra en el centro de un primoroso jardín cuatripart­ito que simboliza los cuatro ríos del paraíso. En su interior hay inscripcio­nes caligráfic­as con los Noventa y Nueve Nombres de Dios de la tradición islámica.

Antes de morir, Nur Yahán dispuso que en su mausoleo, vecino al de Yahanguir, se colocara este epitafio: “En la tumba de esta pobre extraña, que no haya lámpara ni rosa. Que ni el ala de la mariposa arda ni el ruiseñor cante”.

 ??  ?? Mausoleo. La tumba de Yahanguir en la ciudad pakistaní de Lahore, una obra de Nur Yahán.
Nur lideró a sus tropas imperiales para rescatarlo. A horcajadas sobre un elefante de guerra entró en la batalla para salvar al emperador cautivo.
Las dotes de Nur se extendiero­n al campo de la arquitectu­ra.
Entre 1622-1628, construyó en Agra, a orillas del río Yamuna, el mausoleo para sus padres.
Su progenitor, el gran visir persa Mirzá Ghiyas Beg que se desempeñó entre 1611-1622, había recibido de Yahanguir el apodo de Itimad adDaulah (“Pilar del Estado”), y ese fue el nombre que recibió el edificio.
El famoso Taj Mahal (“Corona del Palacio”) fue construido por el hijastro de Nur, el emperador Shah éahán, que quiso recordar a su esposa Mumtaz Mahal con ese templo del amor que hoy es la admiración de todo el mundo y el símbolo de la India.
Josef Tieffentha­ler (1710-1785), misionero jesuita políglota y geógrafo, que estuvo en Agra en la década de 1740, encontró la tumba de Itimad adDaulah más fascinante que el Taj.
Superó todos los monumentos de Agra, escribió, “si no en tamaño, en arte y ornamentac­ión”.
En realidad, el Taj Mahal es el bebé
Mausoleo. La tumba de Yahanguir en la ciudad pakistaní de Lahore, una obra de Nur Yahán. Nur lideró a sus tropas imperiales para rescatarlo. A horcajadas sobre un elefante de guerra entró en la batalla para salvar al emperador cautivo. Las dotes de Nur se extendiero­n al campo de la arquitectu­ra. Entre 1622-1628, construyó en Agra, a orillas del río Yamuna, el mausoleo para sus padres. Su progenitor, el gran visir persa Mirzá Ghiyas Beg que se desempeñó entre 1611-1622, había recibido de Yahanguir el apodo de Itimad adDaulah (“Pilar del Estado”), y ese fue el nombre que recibió el edificio. El famoso Taj Mahal (“Corona del Palacio”) fue construido por el hijastro de Nur, el emperador Shah éahán, que quiso recordar a su esposa Mumtaz Mahal con ese templo del amor que hoy es la admiración de todo el mundo y el símbolo de la India. Josef Tieffentha­ler (1710-1785), misionero jesuita políglota y geógrafo, que estuvo en Agra en la década de 1740, encontró la tumba de Itimad adDaulah más fascinante que el Taj. Superó todos los monumentos de Agra, escribió, “si no en tamaño, en arte y ornamentac­ión”. En realidad, el Taj Mahal es el bebé

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