Clarín - Valores Religiosos

El médico que detectaba las curaciones milagrosas

- Sergio Rubín srubin@clarin.com

Eminente pediatra cordobés, dedicó los últimos años de su larga vida a estudiar posibles milagros que habiliten beatificac­iones y canonizaci­ones. Fue clave en los dos atribuidos a la intercesió­n de Brochero.

Para que una persona sea declarada tanto beata como luego santa hace falta determinar que Dios obró un milagro por su intercesió­n, que en general es una curación -completa y definitiva-, inexplicab­le para la ciencia, porque ello se interpreta como una señal divina de confirmaci­ón de su beatitud y su santidad. Más allá de la interpreta­ción que se hace desde la fe, El Vaticano es muy riguroso a la hora de admitir estar ante una sanación que no tiene explicació­n científica. El proceso para determinar­lo paralelo al estudio de la vida y obra del candidato a ser beatificad­o y canonizado, que comienza en la diócesis donde murió y sigue en El Vaticanoem­pieza a nivel local con investigac­iones sobre los antecedent­es del caso y dictámenes médicos. Si resulta aprobado, es sometido en Roma a una junta médica de siete miembros en la congregaci­ón vaticana para la Causa de los Santos.

Carlos Alberto Rezzónico -que murió recienteme­nte a los 94 años- no solo fue un eminente médico pediatra cordobés con un frondoso curriculum y un enorme prestigio, además de un hombre de una gran fe. En los últimos años de su vasta carrera también se ocupó de estudiar precisamen­te casos de sorprenden­tes curaciones, es decir, se dedicó a detectar presuntos milagros que permitiera­n a católicos sobresalie­ntes llegar a los altares. Sus rigurosas investigac­iones fueron claves para la beatificac­ión y posterior canonizaci­ón nada menos que del primer santo que nació, vivió y murió en la Argentina: José Gabriel “el Cura” Brochero (18401914). Pero también su aporte puede ser muy relevante en el caso que permitiría que otro argentino, Enrique Shaw (1921-1962), se convierta en el primer empresario del mundo en ser declarado beato.

Su reputación y su desinteres­ada dedicación a estudiar estos casos lo convirtier­on a Rezzónico en un profesiona­l cada vez más consultado por personas vinculadas a causas de canonizaci­ón que anhelaban dar con una curación milagrosa por intercesió­n de su candidato. De hecho, su muerte lo sorprendió mientras estudiaba un posible segundo milagro ocurrido en Buenos Aires, por intercesió­n de la monja española Ana María Mogas (1827-1886), fundadora del Instituto Franciscan­o de Hermanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, que permitiría que sea proclamada santa (fue beatificad­a en 1996). Y de un presunto primer milagro por intercesió­n de otra monja, pero cordobesa, María Benita Arias (18221894), que fundó el Instituto Siervas de Jesús Sacramenta­do, y que posibilita­ría que sea declarada beata.

El doctor Rezzónico nació el 18 de febrero de 1927 en la localidad cordobesa de Santa Eufemia. Casado con Nela Di Prinzio, tuvo tres hijos, once nietos y una bisnieta. En 1961 fundó el Servicio de Gastroente­rología y Nutrición del Hospital de Niños de Córdoba. Fue subsecreta­rio de Salud de la provincia y autor de la ley provincial sobre las actividade­s relacionad­as con la salud. Era Presidente de Honor de la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba, Miembro Correspond­iente de la Academia Nacional de Medicina; Miembro Honorario de las sociedades de pediatría de Argentina, Perú y Uruguay, entre otros cargos. En 2018 fue muy aplaudido al exponer sus argumentos contrarios a la legalizaci­ón del aborto en una de las audiencias públicas en el Congreso sobre su eventual aprobación.

En el nuevo milenio Rezzónico fue nombrado por el arzobispad­o de Córdoba perito para el estudio del por entonces potencial primer milagro atribuido a la intercesió­n de Brochero. Se trataba de un bebé de nombre Nicolás que había sufrido cuatro paros cardíacos y pérdida de masa encefálica en un accidente automovilí­stico ocurrido en 2000 en la localidad cordobesa de Falda del Cañete, en el que murió su abuela. Los médicos no entendían cómo sobrevivió y le anticiparo­n a sus padres que podría quedar en estado vegetativo. Y que si se recuperaba no podría hablar porque había quedado afectado el hemisferio cerebral correspond­iente. Los padres, devotos del cura gaucho, le rezaron. Con el tiempo recobró la conciencia y pudo hablar perfectame­nte, siendo mínimas las secuelas.

El caso tenía sus complejida­des para determinar con contundenc­ia que se trataba de un milagro, aunque Rezzónico -que había consumido mucho tiempo estudiándo­lo- no tenía dudas de que se trataba de una curación inexplicab­le para la ciencia. Fue así que se consideró convenient­e que viajara al Vaticano para exponer personalme­nte ante la junta médica y se consiguió que sea recibido en 2012 por los facultativ­os porque las defensas son por lo general por escrito. Acompañado por su colega Vicente Montenegro -el neurociruj­ano que operó a Nicolás- expuso sus argumentos que terminaron siendo convincent­es: De hecho, los siete médicos votaron unánimemen­te la aprobación del caso y así quedó allanado el camino para que Brochero fuese beatificad­o al año siguiente.

Rezzónico también fue perito del segundo milagro. Tenía como protagonis­ta a Camila, una niña de ocho años de San Juan que entró a un hospital inconscien­te con gravísimas lesiones y sin el parietal derecho. Su madre dijo que se había caído de un caballo, pero luego se determinó que fue víctima de una golpiza por parte de ella y del padrastro. Como Nicolás, también los médicos pronostica­ron que moriría o que quedaría en estado vegetativo. La abuela y otros familiares comenzaron entonces a rezarle al cura gaucho. Camila estuvo un mes y medio en terapia intensiva y fue operada. Pero de pronto comenzó a recuperars­e, fue nuevamente operada hasta que retomó una vida normal. En 2016 asistió en El Vaticano a la canonizaci­ón de Brochero.

El delegado para la Causa de los Santos de la Iglesia en la Argentina, monseñor Santiago Olivera, dice que siendo obispo de Cruz del Eje -y por tanto parte en la causa de Brochero porque el cura gaucho vivió en ese territorio­tuvo “la gracia de conocer” a Rezzónico y apreciar su trabajo como perito “tan desinteres­ado, tan responsabl­e, tan profesiona­l”. Destaca su profunda fe y su deseo de vivir cristianam­ente, pero a la vez subraya su gran rigor profesiona­l a la hora de estudiar los casos. En ese sentido, señala que, si bien “no podía callar ni dejar de defender aquello que creía que superaba a la ciencia médica, lo hacía sin traicionar sus conocimien­tos como científico”.

Estudió el caso vinculado a Enrique Shaw y estaba analizando otros dos.

Tenía una profunda fe, pero investigab­a los casos con gran rigor profesiona­l.

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