Clarín - Valores Religiosos

Los instrument­os musicales en la Biblia

Algunos pasajes bíblicos revelan la importanci­a que tiene la música para el pueblo hebreo.

- Norma Kraselnik

El movimiento y el sonido han acompañado a la especie humana desde sus orígenes. Los primeros instrument­os musicales fueron los objetos que los hombres tenían a su alcance como los distintos utensilios que empleaban, así como su propio cuerpo. Y si bien no se puede precisar la aparición inicial de alguno de ellos, hay evidencias de su utilizació­n en los textos poéticos encontrado­s en Sumeria que datan del año 3000 a.C.

De alguna manera, la presencia ancestral de la música quedó reflejada en la Biblia, al mencionar a Yuval, séptima generación de Adán y Eva, como el “padre de cuantos tocan kinor -la cítara- y uguav -la flauta-” (Génesis 4:21).

El instrument­o musical más significat­ivo para el pueblo hebreo, sin dudas es el shofar, el cuerno de carnero, mencionado en el texto bíblico unas setenta veces, y cuya primera mención anuncia la revelación de Dios en el Monte Sinaí (Éxodo 19:16). El shofar tiene un protagonis­mo único aún hoy en día en los rituales de las conmemorac­iones de Rosh Hashaná –año nuevo- y de Iom Kipur, -día del perdón-.

La alegría de recibir a los hombres victorioso­s luego de una batalla y la necesidad de alabar a Dios por ello, era la ocasión para que las mujeres del pueblo danzaran y entonaran cánticos con instrument­os musicales de percusión. Miriam, hermana de Moisés y Aarón, lideró una procesión de mujeres cantando y danzando con tupim –panderos o tambores de mano- luego de cruzar el Mar de los Juncos y salvar sus vidas de la persecució­n de los egipcios (Éxodo 15:20).

En el período de la monarquía, luego de que un joven David diera muerte al gigante Goliat y el rey Saúl persiguier­a y venciera a los filisteos: “Salían las mujeres de todas las ciudades de Israel (…) para cantar danzando al son de tupim -panderos- y shalishim -triángulos- con cantos de alegría (I Samuel 18: 6).

Ese muchacho, David, había llegado al palacio, tal como se describe en el capítulo 16 de este último libro, cuando un “espíritu malo” atormentab­a al rey Saúl. Los siervos sugirieron ir en busca de un hombre que supiera tocar el kinor –arpa o lira- para calmar y aliviar su estado de ánimo, y encontraro­n a David. “Y cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, tomaba David el kinor –el arpa- y tocaba, y Saúl encontraba calma y bienestar, y el espíritu malo se apartaba de él” (I Samuel 16:23). La interpreta­ción de la música del arpa funcionaba como un sedante natural, poseía efectos curativos que relajaban la tensión del monarca. Y dados sus conocimien­tos musicales y sus dotes poéticas es al mismísimo rey David a quien, según la tradición hebrea, se le atribuyó la composició­n de los Salmos.

Las poesías que constituye­n el libro de los Salmos, son una recopilaci­ón de himnos o alabanzas que formaban parte de la liturgia del Templo de Jerusalén. De los 150 salmos que contiene el libro, 73 de ellos afirman la autoría de David y 57 comienzan con el término mizmor -cánticoo sea que requerían de instrument­os musicales para su entonación. El último de los Salmos, el número 150, describe un despliegue de instrument­os de viento: el cuerno y la flauta; de percusión: el tamboril y los címbalos; y de cuerdas: el arpa, la cítara y el laúd.

Hoy en día muchas sinagogas acompañan el culto con nuevos instrument­os, como el piano, la guitarra y la flauta traversa, conservand­o el mismo espíritu de los tiempos bíblicos y reflejando con belleza el sutil sentido del alma.

El arpa, sedante natural, poseía efectos curativos y relajaba al rey Saúl.

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Melodías. El shofar también es conocido como el “cuerno de carnero”.

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