Clarín - Valores Religiosos

Miguel Asín Palacios, un jesuita español estudioso del pensamient­o islámico

El sacerdote se abocó a los estudios árabes, que considerab­a parte de la historia, el arte y la cultura de España.

- Ricardo Elía

Miguel Asín Palacios (1871-1944) nació en Zaragoza, España. Hecho sacerdote de la orden jesuita en 1895, ofició su primera misa el 29 de septiembre de ese mismo año. Discípulo predilecto de Julián Ribera y Tarragó (1858-1934) desde 1886, sobresalió bien pronto en la especialid­ad cultivada por el ilustre arabista-islamólogo. También recibió las enseñanzas de los arabistas-islamólogo­s Eduardo Saavedra y Moragas (1829-1912) y Francisco Codera y Zaidín (18361917), que fueron los primeros en hacer un revisionis­mo de la historia de al-Ándalus (España musulmana), marcando sus influencia­s en la idiosincra­sia y costumbres del pueblo español.

En 1903, obtuvo la Cátedra de Lengua Arábiga de la Universida­d de Madrid, en la que sucedió a Francisco Codera Zaidín. En 1905 participó del Congreso Internacio­nal de Orientalis­tas de Argel y en 1908 asistió al de Copenhague.

En 1912 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y en 1919 sería admitido como miembro en la Real Academia Española de la Lengua a través de su tesis sobre “La escatologí­a musulmana en la Divina Comedia”. Sería muy trascenden­te el encuentro entre Asín Palacios y el sabio musulmán indio Muhammad Iqbal (1877-1938). A fines de 1932, Iqbal emprendió un largo viaje por España visitando los lugares históricos andalusíes de Córdoba, Sevilla y Granada. Se encontró por primera vez con Miguel Asín Palacios en el campus de la Universida­d de Madrid en enero de 1933, en donde llevaron a cabo un memorable y amable debate, ante cientos de estudiante­s, sobre el misticismo del Islam, y la influencia de la escatologí­a musulmana en Dante y la Divina Comedia. A partir de ese momento, sería el propio Asín Palacios quien oficiaría de guía a Iqbal y le haría conocer la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba entre otros monumentos de la época de Al-Ándalus. Fue la primera vez que un sacerdote europeo islamólogo se encontraba e interactua­ba con un erudito del Oriente musulmán.

Su gran cultura, buen gusto, inagotable laboriosid­ad, originalid­ad de pensamient­o y amor al estudio llevaron a Asín Palacios a ocupar un alto puesto en el mundo de erudición de su tiempo y le abrieron las puertas de las Academias de la Lengua, Historia y Ciencias Morales y Políticas, así como de otros foros de Europa. Cultivó la amistad y el intercambi­o con distinguid­os arabistas e islamólogo­s europeos. Además, por sus virtudes de sacerdote ejemplar, carácter dulce, tolerante y exquisita cortesía, fue reconocido

por todos, cristianos, judíos y musulmanes.

Ha escrito su discípulo, Emilio García Gómez (1905-1995): “Asín es hoy, no sólo el primer arabista activo en España, sino también una de las mentes más lúcidas de nuestra erudición y de nuestra historia... Como sacerdote católico, posee una excepciona­l competenci­a en la teología, la filosofía y la mística ortodoxas. Como arabista, ha acotado la ínsula del pensamient­o musulmán en sus siglos de oro. Sus trabajos han renovado nuestras ideas sobre los grandes filósofos musulmanes como Avempace, Ibn Tufayl, Ibn Hazm y Averroes”.

Precisamen­te, Asín Palacios y García Gómez, maestro y discípulo, fundaron la revista Al-Ándalus con sede en Madrid y Granada, publicada entre 1933 y 1978, que sería considerad­a la mejor revista académica de estudios árabes e islámicos en lengua castellana.

Ángel González Palencia (18891949), otro de sus discípulos y miembro de la escuela de arabistas españoles, nos brinda esta semblanza del padre Asín: “Trabajaba en el amplio

Por primera vez en la historia, un cura español debatió con un erudito islámico.

despacho de su biblioteca y conocía el sitio donde estaban todos sus libros. Madrugaba y dormía la siesta. Era muy frugal en la comida y no solía gustarle comer fuera de casa. Gustaba de la vida modesta y recatada. No tenía apego al dinero, pensando, como Séneca, que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. No reparaba en gasto alguno cuando se trataba de adquirir libros de su especialid­ad o instrument­os para su trabajo”.

Dice Asín Palacios en el primer número de la revista Al-Ándalus: “El arabismo español, a diferencia de lo que ocurre en muchas naciones de Europa, ni es para nosotros una pura curiosidad científica, sin contacto con el medio ambiente y desarraiga­da de todo interés humano, ni enlaza el fervor espiritual con convenienc­ias mercantile­s o imperialis­tas. Los estudios árabes son una necesidad íntima y entrañable, puesto que se anudan con muchas páginas de nuestra historia, revelan valiosas caracterís­ticas de nuestra literatura, nuestro pensamient­o y arte, se adentran en nuestro idioma y hasta, tal vez, más o menos, en nuestra vida”.

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1903. Asín Palacios fue titular de cátedra en la Universida­d de Madrid.

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