Clarín - Valores Religiosos

El joven que logró que todos tuvieran su huevo de Pascua

Con sus 17 años, los elabora cada año para repartir en comedores y hogares de ancianos de General Alvear.

- María Montero Especial para Clarín

Cuando tenía 6 años, Isaías escuchó por radio que pedían donaciones para comprar ladrillos porque a una familia muy pobre se le había incendiado su ranchito. Enseguida el pequeño fue a su cuarto, rompió el chanchito donde tenía los pocos ahorros y le pidió a su mamá que lo acompañara a la radio. En ese tiempo su propia familia también tenía problemas económicos y no podían comprar muchas cosas que él mismo deseaba.

Esa conciencia del valor del compartir fueron acompañánd­olo hasta hoy que, con sus 17 años, prepara huevos de pascua para repartir en comedores y hogares de ancianos.

Isaías, sus padres y los donantes dan vida a esta iniciactiv­a.

Isaías Cortese vive en General Alvear, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, a unos 200 kilómetros de la capital. Va al colegio de 7.30 a 18, practica deporte, baile, y desde aquella época participa del grupo scout en la parroquia San José, de esa localidad.

Hace tres años, en una charla con su mamá, se propuso hacer algo para regalar a otros en la Pascua. “El saber que alguien se puede poner feliz me da mucha alegría”, reconoce. Así surgió el proyecto de los huevitos de chocolate.

Al principio eran unos pocos, pero la última Semana Santa repartió 200 porque “cada año me piden más”, dice. Y agrega: “Por las redes me escribe gente que no tiene plata para ver si puedo llevarles, especialme­nte para los chicos”.

En medio de sus actividade­s, sus amigos y el dinamismo propio de

un adolescent­e, hacerlos le lleva 15 días. También lo ayudan su mamá y sus hermanos.

Con la colaboraci­ón de sus padres, algunas colectas y personas que donan materia prima, esta iniciativa solidaria va creciendo y tiene cada vez más repercusió­n hasta llegar a otras ciudades.

A Isaías siempre le gustó ayudar y, aunque considera que es algo mínimo, siente que es un alivio: “Mis padres pasaron por ese problema

de no poder comprarnos, por eso sé lo que se siente no poder comprar nada para un día especial. Se siente feo. Así que ahora que más o menos puedo hacerlo y me gusta lo reparto para los que no pueden tener un huevito en Pascua”.

Tal vez de este deseo de brindarse a los demás haya también surgido su vocación profesiona­l, porque cuando termine de cursar la escuela secundaria, Isaías quiere ir a la universida­d para ser médico.

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Isaías en plena tarea. La satisfacci­ón de alegrar en cada Pascua.

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