El mensaje de los sueños, sin acuerdo
En los textos bíblicos hay pasajes que los valoran y otros que no.
Cada tanto, me gusta repasar aquellos libros que dejaron una huella imborrable en mi vida. Antes de comenzar a escribir esta columna, terminé de releer La interpretación de los sueños, uno de los textos fundantes de Sigmund Freud. Allí el autor sostiene que el sueño es una forma de cumplimiento de deseos; en este sentido, en el inconsciente se intenta resolver el conflicto interno entre ilusión y realidad. Pero el mismo requiere de una interpretación profunda para desanudar el malestar que provoca dicha contrariedad.
Vinculando estas teorías con el contenido de nuestro suplemento, no está demás retomar la noción de que los sueños han jugado un papel fundante en todas las religiones. Su lugar ya se destaca en los primeros capítulos del Génesis, cuando el patriarca Jacob sueña con una escalera al cielo con ángeles subiendo y bajando; luego José, quien sueña con una gavilla de trigo y que otras doce gavillas se inclinan ante ella; pasando por el Libro de los Reyes cuando describe que Dios se le aparece a Salomón en un sueño para concederle el don de la sabiduría. Sin embargo, en el mismo texto bíblico encontramos tendencias contrarias a considerar que los sueños revelan mensajes. Tal es el caso de Jeremías, quien desprecia a aquellos que obtienen sus profecías de los sueños, o Moisés, de quien la Biblia dice que se comunicaba directamente con Dios sin intermediaciones.
El Talmud supone que los sueños son una sexagésima parte de la profecía; al resto lo llama “tonterías o cosas ociosas”: “¿Cómo se puede separar el trigo profético de la paja del disparate?”. Una página más adelante, se registra la historia de un sabio que acudió a veinticuatro intérpretes de sueños, cada uno de los cuales ofreció un comentario diferente, y concluye con una frase que a Freud y sus discípulos les arrancaría una sonrisa: “Un sueño que no ha sido interpretado es como una carta que no ha sido leída”.
En el medioevo, el Zohar, el más conocido de los textos místicos, afirma que “cuando una persona se acuesta en su cama, el alma sale y vaga por el mundo de arriba”. El propósito de los sueños –según el Zohar– es abordar las preocupaciones e inspirar a las personas para que transformen sus vidas.
Para finalizar, durante el siglo XVIII, Israel Baal Shem Tov, fundador del jasidismo, no tan lejos de Freud, enseñó que, cuando soñamos de noche, encontramos el espíritu de las cosas que experimentamos durante el día.