A MI DAME UN BESO, NO ME MANDES UN TUIT
Muchas veces creo que estoy enamorado, pero luego me doy cuenta de que simplemente me pasé una hora mirando las fotos de una vida ajena en Facebook, o desentrañando los conceptos que alguien escribió en los 140 caracteres de la red más histérica del globo terráqueo: Twitter. Es todo un tema el amor, ¿o no? Sobre todo, la durabilidad del amor en estos tiempos cíber. A veces me siento muy deseado pero es porque no saqué la vista de mi celular y estoy endulzado con el famoso “me gusta” de cuando subo una foto a la red. ¡Un horror! ¿Soy yo o somos todos?... ¿O somos muchos, esos muchos casi todos? Es un misterio el amor. Amo la energía del amor, es tan poderosa como mágica. La energía del amor es singular y cuando te atraviesa nada la detiene: te rapta y aparecen las famosas mariposas estomacales, pero últimamente no me pasa porque estoy más pendiente de mis retuits que de la vida real. Siento que se me va escapando con la misma rapidez con que en mi muro cibernético, algo que publico, queda atrás. En segundos todo ya es viejo. Estar enamorado es una suerte. Y yo la tuve. Seguro que la volveré a tener. Y después de bastante terapia, a veces creo tener problemas por ser un hueso duro de roer, pero después, cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta de que tengo menos problemas que quienes son muy roídos por ser huesos enamoradizos pero sin sustento real. A ver si se entiende: pienso que para enamorarse se necesita realidad, no virtualidad. O sea: a mí dame un beso, no me mandes un tuit. A mí invitame a salir, no me ponderes una fotito en sunga. A mí conquistame con un buen plan de cine, no con un simple “te sigo”. ¿Ok? Igual, por las dudas, me encontrás en @muscarijoseok y en el Facebook bajo el personalísimo nombre real de José María Muscari. Te mando un link... digo, ¡un beso!