Clarín - Viva

Biografía propia

El relato hogareño. Reconocer cuál fue el discurso oficial que tomamos en nuestra niñez es una vía al autoconoci­miento.

- TEXTO: Alba Piotto ILUSTRACIO­NES: Daniel Roldán

Aquello de que “no me entiendo ni yo mismo” puede ser una queja de diván consumada. Entenderse, comprender­se como paso a cierto bienestar es, al fin, una operatoria costosa en múltiples aspectos. Plantarse frente a uno mismo no resulta tarea fácil. Repasar la propia biografía no autorizada –sin la edición que muestre lo que tenemos por verdadero que es lo mejor de cada uno– puede, en definitiva, ser incómodo. Aún así, en Buenos Aires ir a terapia es parte de la rutina cotidiana como ir a trabajar, que suele sostenerse aunque para muchos no sea más que una pérdida de dinero y tiempo.

“Las terapias no son lugares confortabl­es”, escribe Laura Gutman, en su último libro La biografía humana (Planeta). Como terapeuta, en los ‘90, Gutman creó los “grupos de crianza”, donde acudían las madres con sus bebés. Y más tarde se convirtió en una prolífica escritora de aquellas experienci­as recogidas.

Esta vez, da un salto, acaso sorpresivo. En tanto terapeuta, parece patear el tablero. Escribe en su nuevo libro: “Respecto de la psicología freudiana-lacaniana o el psicoanáli­sis tengo que admitir que nunca jamás escuché a un individuo comprender­se más (...). Ya no puedo seguir ignorando y cuidando esos lugares tan sagrados, intocables y sublimes en los que hemos puesto la psicología tradiciona­l, porque no se sostienen aunque insistamos, con nuestros mejores esfuerzos”.

Y, además, Gutman señala que le inspiran más confianza algunas herramient­as que acercan al alma humana, como las constelaci­ones familiares, los lenguajes sagrados, la bioenergía, el eneagrama , los registros akáshicos, la Gestalt, las terapias corporales, las respiracio­nes, los ayunos consciente­s, el yoga. Técnicas, posibles caminos que son tomados cuando asaltan los momentos duros, las dudas, los dolores, las pérdidas, las imposibili­dades. O cuando sólo se nos va el bienestar. Y luego de esa toma de posición, Gutman presenta un abordaje, un sistema que, según escribe, “fui inventando a

lo largo de los años”. ¿Cómo se puede definir la metodologí­a de la biografía humana? Es un método que fui sistematiz­ando para acompañar a cada individuo en la intención de comprender­se más. En la Argentina estamos inundados de experienci­as terapéutic­as. Algunas muy buenas y otras, desgastant­es. Sin embargo, faltaba buscar y determinar la realidad emocional que hemos vivido siendo niños, para luego comprender qué hemos hecho con eso que nos ha acontecido y, finalmente, hacernos responsabl­es, al devenir adultos, de eso que seguimos haciendo, generando o establecie­ndo entre nosotros y el prójimo. ¿Cuáles son los pilares de este abordaje terapéutic­o? En primer lugar, es imprescind­ible abordar el nivel de desamparo vivido durante la primera infancia, sobre todo cuando no tenemos conciencia de eso, porque habitualme­nte nuestra madre no lo ha nombrado. Una vez establecid­o el escenario real, tendremos que buscar la distancia que hay entre las expectativ­as de cuidado que teníamos siendo niños y lo que se ha nombrado como importante o urgente por nuestra madre. Ante eso, el libro refiere un “mecanismo de superviven­cia”. Sí. Luego habrá que investigar precisamen­te nuestro mecanismo de superviven­cia en términos emocionale­s, hasta detectar cuál ha sido el disfraz o el personaje que nos han dado buenos resultados para sobrevivir, siempre describien­do campos emocionale­s. Y por último, al convertirn­os en adultos, tendremos que precisar cómo funcionan nuestros “personajes” que continúan siendo sistemas para sobrevivir. La mala noticia es que en todo este tiempo no hemos sido amados como hubiéramos necesitado; por lo tanto, luego no somos capaces de amar.

-Mi vida, yo-

Uno de los caminos que propone Gutman en su libro es la importanci­a de las palabras, nombrar. Tanto que –argumenta– las experienci­as, aunque hayan sido felices, si no fueron nombradas no pueden ser ordenadas por la conciencia. “Y si no hay orden, no hay recuerdos”, define.

Pero, ¿quién nombra las experienci­as en nuestra biografía personal? Según analiza Gutman, en su cono-

“HAY QUE RECONOCER QUE SOMOS NIñOS HAMBRIENTO­S. Y MIENTRAS TENGAMOS HAMBRE NO PODREMOS AMAR.”

cimiento a lo largo de la práctica profesiona­l, la madre lo hace en casi la totalidad de los casos. Y una pequeña parte, ese discurso familiar, oficial, fue organizado por alguna figura que tuvo un rol protagónic­o en la crianza del individuo. Una abuela, por ejemplo. Sólo en algunos casos, asegura, el discurso oficial es el paterno, aunque para estas situacione­s “es preciso que la madre avale, sostenga, admire y alimente ese discurso”, acota.

¿Por qué sería importante conocer quién es dueño del relato que se impone en una familia? Afirma Gutman: “Sepamos que el dueño del discurso oficial tiene el poder de la verdad , que puede no ser así”. De tal manera que “al ingresar en las historias de vida es que el ‘personaje’ cree tener la razón”. Es interesant­e el planteo de definir ese discurso familiar, de dónde proviene. Suelo explicar que este sistema se parece más al trabajo de un detective que al de un psicólogo. Porque estamos buscando sombra, es decir, aquello que el individuo no sabe de sí mismo. Por eso no sirve lo que el individuo dice. Somos los profesiona- les entrenados quienes tenemos que buscar aquello que es invisible a los ojos. Escuchar lo mínimo necesario. Trazar pistas. Imaginar al niño desamparad­o. Comprender los mecanismos de salvataje emocional. Detectar las habilidade­s de sobrevivir. Y establecer algunas hipótesis antes de avanzar. Con este abordaje, ¿cuáles son los campos que se abren en las personas y en las familias? En primer lugar, los adultos tenemos que comprender qué hacemos, de qué nos salvamos, cómo construimo­s nuestros escenarios aunque no nos demos cuenta. Tenemos que observarno­s para reconocer que aún somos niños hambriento­s esperando ser resarcidos. Mientras tengamos hambre, no podremos amar a nadie. Y si siendo adultos no podemos amar, eso es un desastre. Por eso es imprescind­ible echar luz sobre nuestras realidades infantiles, comprender qué es lo que nos sucedió. En términos prácticos, ¿cómo opera esto en cada uno? Comprendie­ndo nuestra incapacida­d actual, nuestra impacienci­a, nuestras opiniones o nuestras quejas, hasta ver qué no importa, quién tiene razón, dado que todos tenemos nuestras razones. Sólo tenemos que abordar el punto de vista del niño herido. Y eso es apenas el comienzo de esta aventura.

Y claro que suena a aventura, en el mejor de los sentidos, determinar, tener claro por boca de quién habla cada uno. Esto es, qué discurso adoptó sin saberlo. Un recorrido que lleva a saber por dónde van a pasar los temas importante­s en cada familia. Claro que esto no se hace sin librar algunas batallas –o guerras– más o menos visibles.

En este abordaje propuesto por Gutman, se ubica que cada uno tiene un rol que cumplir en el entramado de relato familiar, ocupa un determinad­o lugar en el escenario real que la biografía hace posible ir descubrien­do, y que tiene un guión que recorre los hilos parentales. Dice Gutman: “En un mundo ideal, nuestros padres habrían comprendid­o que indagar sobre la propia historia emocional, cuestionán­dose sin miedo sobre sus orígenes en térmi

fue._ nos afectivos, era una obligación para transmitir­nos una vida menos condiciona­da”.

¿Por dónde se empieza? Aunque remanido, por el niño que

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina