Biografía propia
El relato hogareño. Reconocer cuál fue el discurso oficial que tomamos en nuestra niñez es una vía al autoconocimiento.
Aquello de que “no me entiendo ni yo mismo” puede ser una queja de diván consumada. Entenderse, comprenderse como paso a cierto bienestar es, al fin, una operatoria costosa en múltiples aspectos. Plantarse frente a uno mismo no resulta tarea fácil. Repasar la propia biografía no autorizada –sin la edición que muestre lo que tenemos por verdadero que es lo mejor de cada uno– puede, en definitiva, ser incómodo. Aún así, en Buenos Aires ir a terapia es parte de la rutina cotidiana como ir a trabajar, que suele sostenerse aunque para muchos no sea más que una pérdida de dinero y tiempo.
“Las terapias no son lugares confortables”, escribe Laura Gutman, en su último libro La biografía humana (Planeta). Como terapeuta, en los ‘90, Gutman creó los “grupos de crianza”, donde acudían las madres con sus bebés. Y más tarde se convirtió en una prolífica escritora de aquellas experiencias recogidas.
Esta vez, da un salto, acaso sorpresivo. En tanto terapeuta, parece patear el tablero. Escribe en su nuevo libro: “Respecto de la psicología freudiana-lacaniana o el psicoanálisis tengo que admitir que nunca jamás escuché a un individuo comprenderse más (...). Ya no puedo seguir ignorando y cuidando esos lugares tan sagrados, intocables y sublimes en los que hemos puesto la psicología tradicional, porque no se sostienen aunque insistamos, con nuestros mejores esfuerzos”.
Y, además, Gutman señala que le inspiran más confianza algunas herramientas que acercan al alma humana, como las constelaciones familiares, los lenguajes sagrados, la bioenergía, el eneagrama , los registros akáshicos, la Gestalt, las terapias corporales, las respiraciones, los ayunos conscientes, el yoga. Técnicas, posibles caminos que son tomados cuando asaltan los momentos duros, las dudas, los dolores, las pérdidas, las imposibilidades. O cuando sólo se nos va el bienestar. Y luego de esa toma de posición, Gutman presenta un abordaje, un sistema que, según escribe, “fui inventando a
lo largo de los años”. ¿Cómo se puede definir la metodología de la biografía humana? Es un método que fui sistematizando para acompañar a cada individuo en la intención de comprenderse más. En la Argentina estamos inundados de experiencias terapéuticas. Algunas muy buenas y otras, desgastantes. Sin embargo, faltaba buscar y determinar la realidad emocional que hemos vivido siendo niños, para luego comprender qué hemos hecho con eso que nos ha acontecido y, finalmente, hacernos responsables, al devenir adultos, de eso que seguimos haciendo, generando o estableciendo entre nosotros y el prójimo. ¿Cuáles son los pilares de este abordaje terapéutico? En primer lugar, es imprescindible abordar el nivel de desamparo vivido durante la primera infancia, sobre todo cuando no tenemos conciencia de eso, porque habitualmente nuestra madre no lo ha nombrado. Una vez establecido el escenario real, tendremos que buscar la distancia que hay entre las expectativas de cuidado que teníamos siendo niños y lo que se ha nombrado como importante o urgente por nuestra madre. Ante eso, el libro refiere un “mecanismo de supervivencia”. Sí. Luego habrá que investigar precisamente nuestro mecanismo de supervivencia en términos emocionales, hasta detectar cuál ha sido el disfraz o el personaje que nos han dado buenos resultados para sobrevivir, siempre describiendo campos emocionales. Y por último, al convertirnos en adultos, tendremos que precisar cómo funcionan nuestros “personajes” que continúan siendo sistemas para sobrevivir. La mala noticia es que en todo este tiempo no hemos sido amados como hubiéramos necesitado; por lo tanto, luego no somos capaces de amar.
-Mi vida, yo-
Uno de los caminos que propone Gutman en su libro es la importancia de las palabras, nombrar. Tanto que –argumenta– las experiencias, aunque hayan sido felices, si no fueron nombradas no pueden ser ordenadas por la conciencia. “Y si no hay orden, no hay recuerdos”, define.
Pero, ¿quién nombra las experiencias en nuestra biografía personal? Según analiza Gutman, en su cono-
“HAY QUE RECONOCER QUE SOMOS NIñOS HAMBRIENTOS. Y MIENTRAS TENGAMOS HAMBRE NO PODREMOS AMAR.”
cimiento a lo largo de la práctica profesional, la madre lo hace en casi la totalidad de los casos. Y una pequeña parte, ese discurso familiar, oficial, fue organizado por alguna figura que tuvo un rol protagónico en la crianza del individuo. Una abuela, por ejemplo. Sólo en algunos casos, asegura, el discurso oficial es el paterno, aunque para estas situaciones “es preciso que la madre avale, sostenga, admire y alimente ese discurso”, acota.
¿Por qué sería importante conocer quién es dueño del relato que se impone en una familia? Afirma Gutman: “Sepamos que el dueño del discurso oficial tiene el poder de la verdad , que puede no ser así”. De tal manera que “al ingresar en las historias de vida es que el ‘personaje’ cree tener la razón”. Es interesante el planteo de definir ese discurso familiar, de dónde proviene. Suelo explicar que este sistema se parece más al trabajo de un detective que al de un psicólogo. Porque estamos buscando sombra, es decir, aquello que el individuo no sabe de sí mismo. Por eso no sirve lo que el individuo dice. Somos los profesiona- les entrenados quienes tenemos que buscar aquello que es invisible a los ojos. Escuchar lo mínimo necesario. Trazar pistas. Imaginar al niño desamparado. Comprender los mecanismos de salvataje emocional. Detectar las habilidades de sobrevivir. Y establecer algunas hipótesis antes de avanzar. Con este abordaje, ¿cuáles son los campos que se abren en las personas y en las familias? En primer lugar, los adultos tenemos que comprender qué hacemos, de qué nos salvamos, cómo construimos nuestros escenarios aunque no nos demos cuenta. Tenemos que observarnos para reconocer que aún somos niños hambrientos esperando ser resarcidos. Mientras tengamos hambre, no podremos amar a nadie. Y si siendo adultos no podemos amar, eso es un desastre. Por eso es imprescindible echar luz sobre nuestras realidades infantiles, comprender qué es lo que nos sucedió. En términos prácticos, ¿cómo opera esto en cada uno? Comprendiendo nuestra incapacidad actual, nuestra impaciencia, nuestras opiniones o nuestras quejas, hasta ver qué no importa, quién tiene razón, dado que todos tenemos nuestras razones. Sólo tenemos que abordar el punto de vista del niño herido. Y eso es apenas el comienzo de esta aventura.
Y claro que suena a aventura, en el mejor de los sentidos, determinar, tener claro por boca de quién habla cada uno. Esto es, qué discurso adoptó sin saberlo. Un recorrido que lleva a saber por dónde van a pasar los temas importantes en cada familia. Claro que esto no se hace sin librar algunas batallas –o guerras– más o menos visibles.
En este abordaje propuesto por Gutman, se ubica que cada uno tiene un rol que cumplir en el entramado de relato familiar, ocupa un determinado lugar en el escenario real que la biografía hace posible ir descubriendo, y que tiene un guión que recorre los hilos parentales. Dice Gutman: “En un mundo ideal, nuestros padres habrían comprendido que indagar sobre la propia historia emocional, cuestionándose sin miedo sobre sus orígenes en térmi
fue._ nos afectivos, era una obligación para transmitirnos una vida menos condicionada”.
¿Por dónde se empieza? Aunque remanido, por el niño que