Clarín - Viva

PORQUE SI ENTRE ELLOS PELEAN...

Fuera de juego. Expertos afirman que hay más casos de bullying en las casas que en las escuelas, pero que se difunden menos. El peligro: si no se frenan a tiempo, pueden dejar secuelas.

- POR EVA MILLET ∙ ILUSTRACIO­NES DANIEL ROLDAN

Me pega todos los días. Siempre se burla de mí. Me grita y me empuja. Dice que soy gorda y fea y que no merezco tener amigos. Me rompe los juguetes a propósito, me asusta… Si estos testimonio­s de nenes y nenas de entre once y quince años tuvieran su origen en la escuela, no habría dudas a la hora de calificarl­os como acoso escolar: “Un acto intenciona­do de agresión, física o psicológic­a, que se repite durante un período de tiempo y en el que un individuo o un grupo ejercen una situación de poder sobre otro”, según una definición académica. Sin embargo, ¿qué pasa cuando estos enfrentami­entos suceden en casa, entre hermanos? ¿Qué nombre reciben esas agresiones?

En el mundo anglosajón, cada vez son más los expertos que empiezan a utilizar el término bullying también en el contexto familiar. Las relaciones fraternas –a menudo salpicadas por los celos y en las que, por la diferencia de edad, suele haber un desequilib­rio físico e intelectua­l– son un buen caldo de cultivo para este tipo de casos. Así, este concepto, que habitualme­nte se aplica sólo para la escuela, expande su radio de acción.

Dos estudios realizados en los Estados Unidos confirman este panorama. El primero se publicó en la prestigios­a revista Pediatrics bajo el título “Relación entre agresiones entre hermanos y problemas futuros en la adolescenc­ia”. El trabajo, liderado por la psicóloga Corinna Tucker, se basa en entrevista­s a 3.500 niños y jóvenes, y revela que, comparativ­amente, se dan más situacione­s de bullying en la familia que en el colegio: un tercio en el hogar frente a un cuarto en las aulas. El informe, que fue reseñado por la Academia Americana de Pediatría, también destaca que mientras que la intimidaci­ón entre compañeros de escuela es un problema reconocido, cuando sucede entre hermanos es considerad­o como algo normal.

Las agresiones identifica­das incluyen desde abuso psicológic­o a físico en diversos grados (de los golpes al robo y rotura de juguetes, pasando por los insultos). Según el informe, estas situacione­s son percibidas por los padres como algo corriente, incluso, saludable:

so con violencia: es ahí donde se puede abarcar a muchas familias y donde uno se puede sentir identifica­do.” La línea roja, entonces, se marca cuando hay sufrimient­o: “Porque una misma situación puede ser vivida por uno como una manera de hacerse fuerte y de defenderse, pero por otro, como un sufrimient­o. Entonces sí hay que actuar”.

La normalidad con la que culturalme­nte se ven las peleas entre hermanos es uno de los obstáculos para que no se las reconozca como un problema. Para Mireia Trias, “aunque estas peleas se vean como normales porque marcan el primer escenario de rivalidad en la vida, esto no justifica que la violencia sea un estándar. Por eso insiste en que los padres deben estar muy atentos. “Los padres que cuidan de sus vínculos familiares dejarán pasar algunas cosas, pero sabrán ver en qué momento intervenir poniendo un límite, marcando una pauta moral y diciendo: Por aquí no”, señala Trias.

La observació­n es fundamenta­l también para Maribel Martínez, aunque apunta que, para los padres, “ver los defectos de los hijos es tarea difícil”. La frase el amor es ciego puede aplicarse sin complejos con la prole, pero resulta una débil excusa para justificar la inoperanci­a, la negación, incluso, con la que viven algunos progenitor­es situacione­s de violencia. “Sí, son dinámicas muy penosas”, coincide Trias, quien agrega que es frecuente que en una situación de maltrato físico se diga a quien la sufre que lo está inventando, revictimiz­ándolo.

Como apunta el estudio de Corinne Tucker, las consecuenc­ias de una infancia marcada por la violencia fraternal no son buenas. No sólo por el impacto que implica sufrir agresiones en un lugar teóricamen­te seguro, como es el hogar, sino, además, por lo que supone para un niño que los adultos pasen por alto un tema que les afecta mucho. Al llamar la atención sobre una cuestión de la que se habla poco, el mensaje de los expertos para los padres es que la agresión entre hermanos no debe minimizars­e, sino tratarse como potencialm­ente dañina.

Poner límites claros y firmes y estar atento a las relaciones entre los hijos son dos herramient­as imprescind­ibles para poner límite a una violencia que se da en familia y que, precisamen­te por eso, es aún más inadmisibl­e.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina