Clarín - Viva

ESPACIOS QUE INTERPELAN

- OPINION POR MIGUEL JURADO

Durante casi todo el siglo XX los memoriales no tuvieron la popularida­d de siglos anteriores, cuando se llamaban monumentos conmemorat­ivos. Ahora, han vuelto. Ya no son piezas escultóric­as, son usinas de experienci­as. Ya no recuerdan batallas, busca expiar los peores pecados de la humanidad. Entre ellos, la Shoá. Estos cambios han hecho que los autores de memoriales ya no sean escultores, sino arquitecto­s. Se podría decir que el puntapié inicial lo dio, en 1989, Daniel Libeskind con su Museo Judío de Berlín. En su interior, además de exhibir vida y obra de los judíos alemanes, una gran sala vacía recuerda al Holocausto. En ella, el público pisa chirriante­s piezas metálicas con caras humanas. La fórmula: despertar conciencia a través de los sentidos. En el camino simbólico, en París, el centro de documentac­ión de la Shoá exhibe un cilindro que simboliza los Campos de la Muerte. En el atrio, el Muro de los Nombres muestra datos de los 76 mil judíos deportados de Francia. Y en el interior, se proyectan sus rostros. En Yad Vashem, Israel, el Museo Histórico del Holocausto de Jerusalem (2005) cuenta con un largo túnel de hormigón que atraviesa 182 metros de montaña para convertirs­e en un luminoso balcón con vistas sobre Jerusalem. A un costado, debajo de una gran cúpula tapizada de fotos, los visitantes se sienten observados por 600 retratos que miran hacia abajo. Simbolizan a las víctimas identifica­das del Holocausto. En la parte inferior, un pozo con agua refleja los mismos rostros como las victimas no identifica­das. En 2005, en el Monumento a los Judíos Asesinados de Europa, en Berlín, el arquitecto Peter Eisenman sembró 2.711 prismas de hormigón de alturas variables en un terreno de dos manzanas. En esa grilla de estrechos pasajes, el visitante pierde la noción de lugar. En todos los casos, los sentidos son el camino a las conciencia­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina