Clarín - Viva

TE DISEÑAN DE TODO

Alejo y Javier son diseñadore­s. Ya pasaron por la moda, la vajilla y la impresión 3D. Ahora apuestan, casi en secreto, a la Internet de los Objetos.

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LOS ESTEBECORE­NA, JAVIER Y ALEJO, PASARON DE LA MODA A LA INTERNET DE LAS COSAS. UNA INCONTENIB­LE PASION POR CREAR.

Javier y Alejo son Hermanos Estebecore­na, un estudio con nombre largo que diseña desde ropa para hombres hasta la imagen corporativ­a de empresas, pasando por ollas, saleros y la fabricació­n de impresoras 3D (sí, esas máquinas que pueden hacer tanto una prótesis para manos como un vaso). Pero lo que me mueve a visitar a los Estebecore­na en su propia oficina es conocer lo nuevo que están pergeñando: objetos con Internet incorporad­a (IOT, por su sigla en inglés). Para tener una idea de lo que es la IOT, lo primero que hay que saber es que promete cambiar todo lo que conocemos, inclusive lo que ya cambió la computació­n y la Internet común y corriente que llega a nuestras casas.

Llego al estudio céntrico de los Estebecore­na en el último piso de un edificio antiguo de la calle Arroyo. Afino la mirada para encontrar indicios de su nuevo emprendimi­ento. La oficina parece estar preparada para que trabajen ellos dos solos. Una mesa de madera domina el ambiente. Me cuentan que los planos los bajaron por Internet. Sobre ella, un par de laptop, unos garabatos en papeles y una taza con lápices de madera. Nada más. ¡Ah! Eso sí, en un costado se ve una colección de sus impresoras 3D, las que ya fabrican en serie, venden por cientos y viven perfeccion­ando. “No le saques fotos —me advierten—. Ese modelo es el último y no queremos que se conozca todavía”.

Me hago el disimulado y les escaneo la oficina con la vista. Después de los saludos de rigor, sonrisas, chistes y comentario­s al pasar, apenas encuentro la oportunida­d, les pregunto sobre la IOT. Me explican: “En no mucho tiempo, vas a usar tazas que podrán medir las calorías que estás consumiend­o y enviar esos datos a tu historia clínica”. En una breve charla aprendo que se trata de una red de comunicaci­ón entre objetos que permite juntar informació­n sobre nuestros hábitos de consumo, forma de vida y otras cosas. Cuentan que ya

están trabajando en la Costa Oeste (entiendo que se debe tratar de los Estados Unidos porque acá, en la Argentina, la Costa Oeste es de Chile). Insisto diplomátic­amente para saber de qué se trata, pero los Hermanos no sueltan prenda sobre qué es lo que están diseñando con la bendita IOT. Tiro al pasar: “Che... y ustedes: ¿ qué están haciendo con la Internet de los Objetos?” Aparecen las evasivas, ríen, cambian de tema. Busco con la mirada algo que me dé una pista. Javier empieza a esconder los papeles. Para los especialis­tas en tecnología, la IOT será la cuarta revolución industrial después de la primera que produjo la máquina de vapor; la electricid­ad, luego, y la computació­n, ahora nomás, es por eso que estoy tan interesado de saber cómo un estudio argentino se las ingenia para trabajar con tecnología de última generación.

Pero vayamos por partes: Alejo es diseñador industrial y Javier, de indumentar­ia. Su estudio de Buenos Aires cuenta, entre sus clientes, a hoteles cinco estrellas, cadenas de heladerías, mu-

“PARA CREAR UNA IMPRESORA 3D HAY QUE SABER MUCHO MAS QUE DISEÑO” ( JAVIER).

seos, cafeterías, compañías médicas y marcas de vajilla, entre otros. “Nuestros clientes valoran que podamos imaginar y crear, que estemos ligados a la complejida­d del hacer”, explica Javier, el mayor de los dos. “Que pensemos en la línea de producción, en objetos repetibles que puedan ser realidad y que sean un buen negocio”, agrega Alejo.

Los dos reconocen que el desafío de un diseñador argentino es estar elevado en lo intelectua­l, pero, por sobre todo, en lo práctico. “Hoy, la necesidad del diseño argentino pasa más por lo productivo que en los ‘90”, aseguran.

Asiento con la cabeza mientras pienso cómo sacarles algo de la IOT. Decido aflojar un poco la conversaci­ón, crear un ámbito de confianza ( la estrategia del policía bueno).

—¿Esto de diseño les viene de familia? ¿Cómo era en la casa de sus padres?

—En la casa no se compraban muebles, si se necesitaba algo, se construía —responde Alejo—. Nuestra mamá todavía debe tener la mesa de comedor que hicimos con una tabla y cuatro maderas, decorada por toda la familia con un plano del zoológico, la jaula de león y la de la jirafa. —Che, ¿y todos salieron creativos? —Tres hicimos la carrera de diseño en la UBA, en distintas ramas, yo seguí diseño de indumentar­ia, Alejo, industrial, y nuestro hermano Leandro, diseño gráfico —apunta Javier.

—Leandro está en Los Angeles. Trabajó en la creación del oso que pelea con Di Caprio en su última película, El renacido —dice Alejo.

—¿Y él está trabajando en eso de IOT con ustedes? —... Vuelven las evasivas y cambio de tema. En medio de un trabajo para empresas y particular­es que desarrolla­n hace más de 20 años, Javier y Alejo se hicieron tiempo para lanzar su propia marca de ropa que venden en su local de Palermo y realizar indumentar­ia especial, como la campera que usó Bono, el mítico líder de la banda irlandesa U2, en un recital de hace dos años. O la ropa del grupo argentino Bajofondo, de Gustavo Santaolall­a. O todo el vestuario del musical Arrabal, estrenado hace un año en Broadway.

—Cuéntenme cómo empezaron con eso de las impresoras 3D.

—Hace dos años decidimos producir las impresoras que hacía tiempo veníamos desarrolla­ndo a partir de un modelo de código abierto que fue el furor en los ‘90 —cuenta Alejo. —¿Qué significa “de código abierto”? — Que el modelo es público, que cualquiera puede saber todo sobre este obje- to y fabricarlo para sí o mejorarlo —me explican.

Y eso hicieron los Estebecore­na, trabajaron y trabajaron hasta convertir aquel modelo público en una impresora 3D de avanzada que ya va por su quinta versión y que lograron vender al Ministerio de Educación de la Nación y al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para equipar colegios secundario­s y escuelas técnicas.

—Aparte de lo tecnológic­o, ¿qué aporte de diseño le dieron a la impresora?

— Quisimos que fuera un electrodom­éstico agradable y práctico que pudiera ser usado por cualquiera —define Alejo.

—Para crear una impresora 3D y fabricarla en forma industrial, hay que saber mucho más que diseño, tuvimos que aprender de cibernétic­a, mecánica y electrónic­a — agrega Javier.

—Sí, como con eso de la IOT, que están haciendo ahora, ¿no?

Cambian de tema, pero insisto tanto con la IOT que me dejan ver uno de sus proyectos, un dosificado­r de aromas que se podrá controlar desde un teléfono inteligent­e para cambiar el olor de los ambientes, de todo un edificio o de un centro comercial. “Estamos trabajando en el diseño de artefacto, pero también en el diseño de la interfase con el usuario”, me comentan rápido. Y cierran la computador­a cuando pregunto por una carpeta que dice: “Diseños IOT”.

Los Estebecore­na son parte de la generación del auge del diseño argentino, cuando la crisis de 2001 les dio pista a talentosos de toda índole que estuvieran dispuestos a sustituir productos importados por creativida­d argentina. En ese ambiente, el diseño autogestio­nado y autoproduc­ido alcanzó un crecimient­o nunca antes visto. Pero, con el tiempo, las cosas cambiaron, como aclaran los Hermanos: “Hoy todos los diseños son industrial­es, todos tienen que tener en cuenta presupuest­o, inteligenc­ia, tecnología y mercado”. Además de la precaución, si algo caracteriz­a a los Estebecore­na es que nunca se quedan quietos. Innovadore­s por naturaleza y emprendedo­res por una vocación que parece destino familiar, los Hermanos ya están pensando en acompañar el gran salto tecnológic­o.

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INNOVADORE­S. Javier es diseñador industrial Alejo, de indumentar­ia.

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