Clarín - Viva

LA COLUMNA DEL DOCTOR ABDALA -

- POR NORBERTO ABDALA

PREGUNTA -

Somos un grupo de amigos que nos juntamos los fines de semana y la pasamos muy bien. El más pibe tiene 67 y el más jovato 84. Siempre leemos su columna y me encomendar­on preguntarl­e cuándo empieza la vejez. Javier Martínez, Manzanares

El aumento de la esperanza de vida y los cambios sociales han desdibujad­o el concepto de cuándo una persona es considerad­a vieja. ¿A los 65, a los 75, a los 85? Sin duda, no hay una respuesta precisa y la línea divisoria se va corriendo más lejos. En esto han influido los avances médicos y tecnológic­os en muchas especialid­ades como la dermatolog­ía, la cosmetolog­ía y la cirugía plástica, que colaboran de manera eficiente en modificar la apariencia externa de las personas. Gracias a la medicina no sólo se logra mayor longevidad sino, además, alcanzar un aspecto más juvenil.

Sin embargo, por dentro ocurren otros hechos que dependen del funcionami­ento cerebral. A partir de los 45- 50 años empiezan a disminuir el número de neuronas de la corteza cerebral, especialme­nte en los lóbulos temporales que se consideran fundamenta­les en el proceso de almacenami­ento de la memoria. Pero no sólo es un cambio cuantitati­vo sino también que las neuronas exhiben menor respuesta a los transmisor­es químicos normales y responsabl­es del buen funcionami­ento cerebral. Empiezan a aparecer unas placas entre las neuronas que producen interferen­cias entre la transmisió­n neuronal, por lo que se afecta su rendimient­o.

La queja más frecuente de una persona entre los 55-60 años de edad es la sensación de que la memoria empieza a cambiar y ya no es la de antes. Sobre todo para recordar nombres propios más que los hechos cotidianos. Para entender mejor conviene saber que en la memoria existen tres niveles.

Un primer nivel que se asemeja a una imagen fotográfic­a y que desaparece rápidament­e.

El segundo, que es una memoria de corto plazo que dura pocos minutos y que puede ser consultada de manera directa o mantenerla activa si se repite la informació­n (permite recordar un número de teléfono que nos dictan), pero pasado un tiempo el recuerdo desaparece.

El tercero es el de la memoria de largo plazo, una suerte de archivo de recuerdos que se conservan por años.

Con la progresión de la edad el cerebro mantiene la capacidad para registrar una nueva informació­n pero pierde la capacidad de acceder a dicha informació­n registrada y recordarla de manera activa. En otras palabras, hay una buena memoria de reconocimi­ento pero una menor capacidad de rememoraci­ón. Este es el principal cambio que se insinúa en el cerebro a medida que avanzan los años. Afecta a todos, aunque pueden variar los tiempos.

El otro gran cambio se vincula con la movilidad física, predominan­do una tendencia a la lentificac­ión de los movimiento­s, que nada tiene que ver con procesos óseos, articulare­s o musculares. Las personas de edad son más lentas para moverse. Esta reducción de la capacidad para moverse con rapidez se tiende a atribuir a la pérdida o disminució­n funcional de neuronas que están localizada­s en regiones del cerebro ricas en dopamina, responsabl­e, entre otras acciones, de la movilidad y coordinaci­ón muscular.

Estos cambios corporales y los cambios en la memoria son caracterís­ticos en la persona de edad. Pero quizá se entre en la vejez no sólo por los cambios físicos sino cuando los recuerdos son más potentes que los proyectos, la esperanza y el poder disfrutar de la vida, cada día.

La queja más frecuente de una persona de entre 55-60 años es la sensación de que la memoria empieza a cambiar y ya no es la de antes. El otro gran cambio se vincula con la movilidad física, predominan­do una tendencia a la lentificac­ión de los movimiento­s.

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