EL PATIO CARNE: AMOR ETERNO
Clásico argentino. Modas, precios, tendencias y ciertos cambios parecen no afectar a una de las pasiones nacionales.
Muchos empresarios gastronómicos afirman que en esta época las nuevas fórmulas no tienen más de cinco años de vida útil. Pensar en un restaurante que abra sus puertas hoy para seguir trabajando, con el mismo concepto, por 40 o 50 años es una utopía. La modas y las turbulencias económicas modifican los escenarios. Las partes involucradas (empresarios y clientes) se adaptan a las situaciones. Lo que cambia con más lentitud son las costumbres alimenticias típicas de cada pueblo. En Argentina el hábito de comer carne vacuna sigue firme a pesar de factores que juegan en su contra. Precios elevados, modas y nuevos modelos de alimenta- ción son pequeños temblores que, por ahora, no logran dañar los cimientos que sostienen una de las grandes pasiones culinarias del país. El consumo de carne sigue cerca de los 50 kilos per cápita por año y existe un núcleo duro de pequeñas parrillas de barrio que no quiere dar el brazo a torcer. Ofrecen cantidad (algo importante para muchos amantes de la carne vacuna) y una calidad honesta. Una situación confirmada por el pequeño ejército de carnívoros que los fines de semanas se adueña de las mesas de una tranquila parrilla de Villa Crespo. Las platinas con los cortes elegidos llegan al cliente bien recargadas. Las caras de los comensales se relajan y sonríen delante de achuras (chorizo, morcilla, chinchulín, riñón y mollejas), provoletas, asado banderita, vacío, entraña, bife de chorizo, lomo y costillas de cerdo que llegan en el punto pedido. Sabor y terneza de la carne delatan el uso de buena materia prima y el oficio del parrillero. Algunos pican previamente unas sardinas con cebolla o una torreja de acelga. Ensaladas frescas, papas fritas de verdad y cinco platos de cocina completan la oferta. Un día de amor para corazones y estómagos argentinos.