Clarín - Viva

“NO BUSCO HACER EL VINO PERFECTO”

Perfil. A los 35 años, Sebastián Zuccardi es uno de los enólogos con más proyección del país. Dice que hacer vinos es una forma de vida.

- POR EUGENIO MAESTRI FOTOS: ARIEL GRINBERG

SEBASTIAN ZUCCARDI ES UNO DE LOS ENOLOGOS JOVENES CON MAS PROYECCION. TERCERA GENERACION DE BODEGUEROS, APUESTA A LOS VINOS CON IDENTIDAD.

La mirada franca, la sonrisa permanente dibujada en la cara, el andar simple. La barba de un par de días, los ojos celestes penetrante­s. Son las diez de la mañana de un día soleado y el entrevista­do, que viajó toda la noche en colectivo desde la ciudad de Mendoza a Buenos Aires, no da muestras de cansancio. Viste ropa informal: jeans, zapatillas marrones de cuero y una camisa celeste. Es un joven enólogo que viene a presentar las nuevas cosechas de sus vinos top, en un almuerzo ante la prensa y también hacer una recorrida por distintas vinotecas y tener entrevista­s con distribuid­ores. Pero eso será al mediodía, a la tarde y a la noche.

Ahora, en un salón del Palacio Duhau, se presta a la charla. Antes de sentarse en un sillón pide café y agua. A la pregunta de qué tal el viaje, contesta que bien, que aprovechó para trabajar, avanzar con unos proyectos y también para dormir un poco. Incansable, Sebastián Zuccardi es tercera generación de bodegueros, o de viticultor­es, como a él le gusta decir. Agrónomo, primogénit­o de José Alberto, lleva adelante Zuccardi Wines, los vinos de alta gama de la bodega familiar.

Primeros pasos. Nació en la ciudad de Mendoza y se crió entre las viñas de Santa Rosa y Fray Luis Beltrán, donde está la bodega. “El vino siempre fue parte de mi vida. Con mis hermanos Miguel y Julia andábamos en bicicleta por los viñedos. Ahora, no hubo un mandato familiar de nuestros padres que nos presionara para hacer esto o lo otro. Nos dieron la posibilida­d y la libertad de elegir. Yo empecé a estudiar agronomía en el Liceo Agrícola. En ese momento no tenía muy decidido qué quería hacer. Era un colegio de la universida­d, muy bueno. Durante el secundario me empecé a dar cuenta de que me gustaba la agricultur­a, pero hubo un período entre los 13 y los 16 años en que no iba a la finca y mis padres nunca me dijeron ‘tenés que venir’. Esa posibilida­d de elegir mi camino hace que si hoy estoy hablando con vos es porque yo lo elegí. Si llego a los 50 años y no estoy contento con mi vida, no le puedo echar la culpa a nadie”, dice, contundent­e.

Los comienzos. Su primera incursión con el vino propiament­e dicho fue en el secundario. Junto a un grupo de amigos empezó un proyecto de espumantes, que con el tiempo se transforma­ría en Alma 4, un emprendimi­ento que aún continúa con los mismos integrante­s: Mauricio Castro, Agustín López y Marcela Manini, que también es su compañera y la madre de sus dos pequeñas hijas, Helena e Isabel. “Cuando terminé el secundario tomé una de las decisiones más importante­s de mi vida: estudiar agronomía, no enología. Sentía que mi lugar era más en el viñedo que en la bodega. Como en mi familia no se hacían espumantes propuse hacerlos: fue clave porque empecé mi propio proyecto y al no hacer espumantes en la familia, no competía con nadie. Estaba creando. Y lo que iba a hacer era Sebastián en Alma 4. Me dio identidad. Me acuerdo que mi padre me dijo, ‘del viñedo al mercado. Hay que hacer las botellas y salir a venderlas’. La primera producción no fermentó. Al año me tocó venir a Buenos Aires a contarlo. Me dieron los contactos para venderlos y eso me permitió entender toda la cadena productiva.”

Después, poco a poco, se fue metiendo más y más en la estructura familiar de la bodega. Un momento de quiebre, dice, fue en 2009, cuando crearon el Area de Investigac­ión y Desarrollo. Y comenta que la nueva bodega, sin saberlo, la empezaron a construir ahí. “Una de las grandes virtudes de la familia es que está llena de proyectos. Empezamos a dividir los viñedos por tipos de suelo. Compramos fincas en Gualtallar­y, Altamira, sentía confianza en esas zonas. Con las etiquetas Aluvional, en 2008, comenzamos a ver hacia dónde íbamos. Empezamos a buscar vinos con unicidad, con identidad. No busco hacer el vino perfecto, sí un vino que hable del lugar. Lo más importante del proyecto es que está inspirado en la montaña. Hacemos vinos de montaña. El suelo, el riego, el clima son de Cordillera. Buscamos una bodega que fuera del lugar. Desde la forma de hacer vinos, no hay nada novedoso, hacemos los vinos en hormigón sin pintura epoxi, con formato de maderas más grandes, fudres de 200 litros, buscábamos un lugar donde nos sintiéramo­s cómodos. Para mí, hacer vinos es una experienci­a de vida.”

Persistent­e como buen taurino, a lo largo de la charla, vuelve a reafirmar conceptos, ideas. Dice que la viticultur­a es una actividad de generacion­es. Su abuelo fue el encargado de fundar la empresa, plantar los viñedos; la generación de su padre tenía la tarea de corregir los vinos que se hacían, hacer vinos de calidad y salir a contarlo al mundo. “Mi generación tiene la misión de darle más sentido de lugar, de unicidad, de personalid­ad. A la generación que venga después de la mía hay que darle más herramient­as de las que nosotros tuvimos.”

Viajar, conocer, aprender. “Hace poco regresé de Tenerife, adonde fui a ver viñedos. Me apasiona viajar. Pensaba que en los viajes iba a aprender técnicas y me di cuenta que lo importante era entender cómo los productore­s miraban el viñedo y después hacían el vino. Cosas que había visto en un viaje las entendía cinco años después. Mucho de lo que sé lo aprendí así. Me gusta ir a las zonas donde cultivan distinto, nos tenemos que nutrir de todas estas energías. Estos nuevos lugares (para nosotros) son los que ayudan a repensar lo que estamos haciendo.”

Reconocido con menciones internacio­nales, la publicació­n The Drink Business Internatio­nal lo incluyó entre los 30 enólogos jóvenes más influyente­s y en 2016 el crítico de vinos y master wine inglés Tim Atkin lo designó como Winemaker del Año en Argentina. Integrante de una generación –junto a Alejandro Vigil, los hermanos Michelini, Matías Riccitelli, Alejandro Sejanovich, Edy del Popolo– que empezó a hacer vinos “distintos”, Sebastián dice con respecto a las modas en la industria del vino: “A mí no me gustan. Hay que tener cuidado. Cuando dicen ‘qué viene después del malbec’, decimos ‘más malbec’, comunicado desde otro lugar, desde la expresión del productor. Ahora estamos hablando sólo de lugar. El vino es lugar, clima y gente. Los vinos no deben hacerse de tal o cual manera. El vino es diversidad. En una época se hacían vinos con mucha madera porque el mercado lo pedía, por suerte ahora tenemos más confianza en nuestros lugares, en nuestra potenciali­dad y la energía que irradian. Hay que salir al mercado a contarle y convencerl­o de esto. El mundo cambió y el futuro está en la personalid­ad. Hacer vinos es un sueño, mi energía, mi pasión. Es una experienci­a de vida.”

Los fines de semana, o cuando tiene tiempo libre, también los dedica al proyecto Cara Sur. Barreal, que lleva adelante junto a Marcela y Pancho Bugallo y Nuria Añó, un emprendimi­ento en San Juan, donde en unos viñedos en la precordill­era, a 1.600 metros, elabora vinos con uvas criolla y moscatel de plantas de 80 años.

Lector de Hermann Hesse, el rock es su música, pero en los últimos meses el tango le está pegando fuerte. Ex jugador de hanball, se reprocha un poco no tener demasiado tiempo para la práctica de deportes. Pero hoy por hoy lo que más disfruta es beber vino y la buena mesa. Y, claro, de sus hijas. Y para no salirse de su metier, dice que desde que es padre adquirió otra sensibilid­ad y eso le hace hacer mejores vinos.

“MI GENERACION TIENE LA MISION DE DARLE AL VINO MAS SENTIDO DE LUGAR, DE PERSONALID­AD.” ...

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LA JOYITA DE LA FAMILIA - Luego de tres años de construcci­ón, en marzo del año pasado se inauguró oficialmen­te la Bodega Zuccardi Valle de Uco, ubicada en Paraje Altamira, a poco más de cien km de la ciudad de Mendoza. Sebastián Zuccardi junto a su...
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