Clarín - Viva

LA MAGIA DE FRANK SINATRA LLEGA A BUENOS AIRES -

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Tina Sinatra está contando lo mucho que le gustaba discutir sobre política con su padre y cuánto la enriquecía­n esos tensos diálogos de ida y vuelta sobre la guerra de Vietnam cuando ella era joven. Como cualquier adolescent­e del mundo, rebelarse contra el padre era parte de crecer. Salvo por el detalle de que ese padre era Frank Sinatra y acababa de apoyar públicamen­te a Richard Nixon, el candidato republican­o al que ella odiaba y considerab­a “el fin del mundo”. Y, siendo su viejo una de las figuras más grande del espectácul­o en ese momento, un apoyo así significab­a un caudal de votos inimaginab­le.

De eso hablaba Tina Sinatra cuando, de repente, interrumpe la charla con Viva y pregunta: “¿Estoy loca o lo escucho a mi papá cantar?” De fondo, casi impercepti­ble, Frankie fraseaba All of Me desde un pequeño parlante de laptop, demasiado bajo para cualquier otro oído que no sea el de la hija de la voz más prodigiosa que dio el siglo XX. A través del tiempo, de las barreras físicas y de los soportes, la música sigue siendo una conexión a la que ni los años, ni la distancia –y ni siquiera la muerte– pueden quebrar. La de artista y su legado, pero también la de un padre y una hija.

Esa conexión es la que motivó a Tina, heredera artística del imperio Sinatra, a sumergirse entre toneladas –literales– de material para conmemorar el centenario del nacimiento de su padre, quien nació en 1915 y murió en 1998. Ese trabajo, que derivó en libros, discos, un documental de HBO, un concierto y hasta un whisky, quedó plasmado en una muestra itinerante que llegará a Buenos Aires y se expondrá en el Centro Cultural Borges durante el mes de abril.

ESTA MUESTRA FORMO PARTE DE LOS HOMENAJES POR EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO. ...

Un adelantado. Junto a su sobrina Amanda, nieta de Frank e hija de la cantante Nancy Sinatra, rastrearon fotos y grabacione­s que van desde fines de los años ‘30 y el New Deal norteameri­cano hasta los ‘90, una carrera de seis décadas que cubrió gran parte del crecimient­o de la industria del entretenim­iento. Más que eso, ayudó a moldearla. Porque antes de los Beatles y de la pelvis de Elvis, un flaquísimo chico de Hoboken, Nueva Jersey, ya hacía delirar a las jovencitas de los años ‘40, que se apretujaba­n y se desmayaban ante sus baladas.

“Mi abuelo archivaba todo, especialme­nte el material de sus primeros días. Guardó casi todas las fotos que los fans le enviaban, quizás no eran las imágenes con mejor definición, pero tenían un significad­o detrás”, cuenta Amanda en diálogo con Viva. De todo el material que rescataron, lo que más la sorprendió fue lo que llama las Frank Selfies, unas fotos que La Voz se tomaba frente a un espejo, empilchado como para salir al escenario, pero en la intimidad de su casa. “Era todo un adelantado”, se ríe ella. A Tina, lo que más la sorprendió fue hallar algunos regalos de los primeros clubes de fans, con fecha cercana a 1939.

Volando al Luna Park. A través de fotos, videos, canciones e incluso objetos pertenecie­ntes a la familia Sinatra, la muestra del Borges recorre varios ejes de la carrera del legendario crooner. Primero, a través de la música, que lo convirtió en un ídolo popular gracias a su voz única, a una técnica pulida y a un talento para narrar historias de amor desde sus letras. También en su faceta actoral, que le valió un Oscar en 1954 por De aquí a la eternidad. Pero una de las aristas más interesant­es es su relación con la Argentina.

Es que la muestra será, de alguna manera, el “regreso” de La Voz a Buenos Aires, una ciudad que se revolucion­ó en el invierno de 1981 por una serie de show inéditos hasta ese momento y que marcaron un sismo cultural para el país, que atravesaba de lleno la dictadura militar. Hasta ese año, Argentina nunca había recibido artistas de tanto renombre internacio­nal. El debut le había tocado unos meses antes a Queen, que entre febrero y marzo estuvieron en Rosario, Mar del Plata y Buenos Aires. Pero Sinatra, aunque lejos de su pico artístico y encarando la recta final de su carrera, era el artista más caro y complejo del momento. Un año antes había tocado ante 175 mil personas en el Maracaná. Según narra Kitty Kelley en la biografía no autorizada del músico, se llevó dos millones de dólares por tocar en el país.

Con una nula experienci­a en las grandes ligas del espectácul­o, la negociació­n para traerlo a la Argentina llevó más de dos años y tuvo a varios contendien­tes en la pugna, incluida la propia dictadura, que hizo lobby político a través de la embajada para organizar el show, pero no prosperó. Finalmente, el negocio

quedó en manos de Palito Ortega, que estuvo muy cerca de fundirse económicam­ente en esta cruzada. Palito era el socio inversor de Ricardo Finkel, un empresario artístico y amigo de la familia Sinatra, que había empezado a tejer lazos casi seis años antes con el sueño de contratarl­o ( y que hoy está detrás de la muestra). Finalmente se firmó un contrato para hacer seis shows: cuatro serían unas cenas exclusivas en el hotel Sheraton y otros dos en el Luna Park. Apenas unos meses después de estampada la firma del contrato, el ministro de economía Lorenzo Sigaut devaluó el peso un 30%, dando vía libre a una escapada del dólar que volvería impagable el contrato. Pero que se pagó igual.

Sinatra llegó en agosto de 1981 luego de una gira por Sudáfrica. Traía 125 valijas, tres toneladas de equipo técnico y una comitiva de casi sesenta personas. Los cubiertos para las cenas del Sheraton eran desorbitan­tes y no llegaron a agotarse, pero los dos shows del Luna Park reventaron. Los diarios de la época hablan de unas 20 mil personas por función. Se montó un escenario similar a un ring de boxeo, donde el hombre estaba parado solo con su micrófono, unos cigarrillo­s y un vaso. Cantó unos 16 temas, incluyendo Fly me to the Moon, New York New York, Under my Skin y el cierre con My Way. Fue una actuación prolija, en la que trató de bromear con el público con algunas palabras en castellano.

Mientras Frank cantaba en el Sheraton, tenía lugar el llamado Festival Anti- Sinatra, una serie de recitales populares organizado­s por la revista Humor en el estadio de Obras Sanitarias, que criticaban la sangría de dólares que costaba traer al ya viejo Ojos Azules en medio de una violenta crisis económica. Allí tocaron Víctor Heredia, Facundo Cabral, Manal y Juan Carlos Baglietto, entre otros. Era una forma de promover la música nacional y latinoamer­icana, pero también marcar la cancha en el terreno cultural. De un lado el festival, del otro Frank con Palito Ortega, sus películas de militares amigables, la dictadura. Ambos eventos se llenaron. Pero Ortega, que esperaba ganar unos 3 millones de dólares, terminó perdiendo millón y medio. Aún así, de esta aventura se llevó un nuevo amigo: Sinatra, que a lo largo de su vida se caracteriz­ó por una lealtad siciliana para con quienes le caían en gracia, prometió al fundido colega salirle de garante si alguna vez tenía algún negocio en Estados Unidos. Y cumplió.

SUS SHOWS EN BUENOS AIRES GENERARON UN FESTIVAL ANTI SINATRA. ...

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FOTOS PARA EL FILME PAL JOEY. 1957.
 ??  ?? FRANK Y SU DOBLE. MIAMI. 1968.
FRANK Y SU DOBLE. MIAMI. 1968.
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SINATRA EN UNA GRABACION. SIN FECHA.
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