Clarín - Viva

LA FOTOGRAFIA ELEGIDA POR ABEL ALEXANDER

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Hay tragedias que quedan grabadas a fuego en la memoria popular. Tal el caso del tranvía obrero que en una madrugada de invierno se precipitó con su carga humana a las aguas del Riachuelo. Todo se inició el 12 de julio de 1930, cuando a las 5 de la mañana partió desde la terminal de Lanús el tranvía de la línea 105, interno 75, de la empresa Tranvías Eléctricos del Sud. Los trabajador­es se fueron acurrucand­o en su interior; muchos provenían de esa localidad y en el trayecto se iban sumando pasajeros de Gerli, Avellaneda, con destino a establecim­ientos industrial­es de Barracas. La unidad estaba a cargo del italiano Juan Vescio y su ayudante José Angel Rodríguez, incorporad­os cuatro meses antes. Vescio –chapa Nº 62– había sido habilitado como motorman en la categoría C tres días antes. Con 63 hombres, mujeres y jóvenes, el tranvía enfiló para cruzar el puente Bosch rumbo a Buenos Aires. Debido a la espesa niebla, el conductor no advirtió la luz roja, indicando que el puente se había elevado para dar paso a la chata petrolera Itaca II. La tragedia se consuma. Mueren ahogadas 56 personas y 7 sobreviven. De inmediato acuden los bomberos para las tareas de rescate entre escenas desgarrado­ras, como cuando se extrae el cuerpo del aprendiz de carpintero Leonardo Puma de 14 años. La noticia ganó la tapa de los diarios y la revista Caras y Caretas realizó una cobertura excepciona­l con la publicació­n de 56 fotografía­s. Fue la mayor tragedia en los 100 años de existencia (1863-1962) del tranvía porteño.

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