Clarín - Viva

Güemes no se vende

- FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com POR FELIPE PIGNA

Las penurias que pasaba Martín Miguel de Güemes con sus gauchos, los célebres Infernales, eran incontable­s. En una carta a Belgrano, del 10 de octubre de 1816, decía: “Yo no tengo un peso que darles, ni cómo proporcion­arlo, porque este pueblo es hoy un esqueleto descarnado. Prueba de esta verdad es que hace tres días que ando solicitand­o dos mil pesos, bajo una letra segura a entregarse en Buenos Aires, y no hallo quién los supla. Me falta la paciencia y a veces pienso tocar otros medios más violentos, pero no sé qué me detiene...”

El comandante español y futuro virrey del Perú, José de La Serna, al enterarse de esta situación desesperan­te se daba ánimos y, con la típica soberbia de los invasores, intentaba desprestig­iar las cualidades de los infernales de Güemes: “¿Cree usted por ventura que un puñado de hombres desnatural­izados y mantenidos con el robo, sin más disciplina ni instrucció­n que la de unos bandidos, puede oponerse a unas tropas aguerridas y acostumbra­das a vencer a las mejores de Europa?”.

En esas circunstan­cias el capitán español Pedro Antonio Olañeta fue comisionad­o por el virrey del Perú para sobornar a Güemes. Olañeta, que conocía a Güemes, sabía que era una misión imposible, pero se atuvo a la obediencia debida y el 19 de septiembre de 1816 le escribía esta carta a su pariente lejano, muy lejano: “Muy señor mío y pariente: Conducido por el deseo de proporcion­ar todo el bien posible a los que conmigo están estrechado­s con relaciones de sangre, dirijo ésta, para que reflexiona­ndo con el pulso debido sobre la deplorable situación en que se hallan Uds. por todos los aspectos, se dedicará a labrar su felicidad futura, desviándos­e de la ruina que lo amenaza [...]. Si Ud. se halla al cabo de lo expuesto y tiene ánimo de no sacrificar­se, avíseme a la mayor brevedad para que con mis jefes le proporcion­e cuanto desea para su familia.”

Güemes le contestó con elocuencia: “Muy señor mío y pariente: Al leer su carta del 19 del cte. formé la idea de no contestarl­a, para que mi silencio acreditara mi justa indignació­n; pero como me animan sentimient­os honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud. que desde ahora y para siempre renuncio y detesto ese decantado bien que desea proporcion­arme. No quiero favores con perjuicio de mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero. ¿Qué más quiere usted que le diga? Estoy persuadido que Ud. delira y por esta razón no acrimino, como debía y po- día, el atentado escandalos­o de seducirme con embustes, patrañas, que me suponen tonto. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. Con éstos únicamente espero a Ud., a su ejército y a cuantos mande de España. Convénzans­e Uds. que jamás lograrán seducir no a oficiales, sino ni al más infeliz gaucho. (...) Sin perjuicio de esto vea Ud., si en otra cosa puede serle útil su afectísimo servidor Martín Güemes.”

Pero el virrey del Perú, acostumbra­do a que todo hombre tuviera su precio, volvió a insistir en octubre de 1820 con la idea del soborno: “Se autoriza a los señores comisionad­os para propender y asegurar a los jefes o mandatario­s de los pueblos disidentes cuantas ventajas personales fueran capaces de excitarlos a que tomen parte y entren en el convenio que se trata de ajustar, sin perdonar al efecto dispendio ni sacrificio alguno de honores y prerrogati­vas y sobre todo tratarán de ganar por todos los medios posibles al jefe de la provincia de Salta don Martín Güemes.”

Esta vez Güemes ni siquiera contestó.

En una carta a Belgrano, Güemes le contó las penurias que pasaban él y sus gauchos, conocidos como los Infernales: “No tengo un peso que darles. Este pueblo es hoy un esqueleto descarnado.”

1. Carta de José de La Serna a don Francisco Uriondo, fechada en Tarija, el 14 de diciembre de 1816. 2. Atilio Cornejo, Historia de Güemes, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, Espasa-Calpe, 1946. 3. Luis Oscar Colmenares, Güemes, el héroe, el mártir, Buenps Aires, Argentina, 1998.

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MARTIN MIGUEL DE GÜEMES El caudillo salteño rechazó en varias oportunida­des sobornos o favores de parte de las autoridade­s españolas para que dejara la lucha por la independen­cia.
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