Clarín - Viva

Veinte Preguntas Elisabeth Checa

Periodista y comunicado­ra del vino, estudió filosofía y fue compinche de Miguel Brascó. Dice que casi no hay vinos malos en la Argentina, pero sí muchos malbec parecidos.

- POR EUGENIO MAESTRI

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¿Qué diferencia a un vino de 1.000 pesos de uno de 100? Si bien a veces el precio es una estrategia de marketing, en algunos casos se perciben diferencia­s enormes; hay vinos que conmueven por su calidad y te cuentan una historia y un paisaje. Y hay vinos para acompañar platos simples, para beber sin pensar ni alardear. Por $100 se pueden conseguir buenos vinos. Casi no hay vinos malos en la Argentina, sólo hay muchos parecidos, especialme­nte los malbec.

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¿El malbec fue la tabla de salvación de la industria? Es lo que se dice, pero hay otras variedades que en el país se dan bien, como el cabernet sauvignon.

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¿Cuánta gente puede diferencia­r un malbec de un cabernet sauvignon? No es tan difícil. El malbec, o por lo menos los tradiciona­les, se destacan por esa cosa frutada, intensa. Los malbec de vanguardia son de aromas más austeros. El cabernet es más abstracto, como más intelectua­l. Las diferencia­s saltan. No es verso.

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¿La llegada de Trump al gobierno de EE.UU., qué te produce? Trump es un horror, el mundo se está convirtien­do en un infierno. El ayuda a que eso suceda. Racista, islamófobo, machista… Me da miedo. Es como una pesadilla, un filme de los hermanos Cohen…

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¿La cerveza y/o el fernet matan al vino?

Son más populares. Y son los que prefiere la gente joven. Podrían convivir, hay un momento para cada consumo. En todo caso, siempre en su medida y armoniosam­ente, como le gustaba a Aristótele­s y a Perón, que copió la frase.

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¿Cuántos descriptor­es hay que utilizar a la hora de analizar un vino? Podés guitarrear lo que quieras, el macaneo glorioso lo llamaba Brascó, pero para no perderse en una maraña infinita, hay que concentrar­se en la textura de un vino. Es la que tira más mensajes.

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¿Cuándo tu apellido pasó a ser una marca, a ser La Checa? La década en que tuve el programa El Club del Buen Beber de elgourmet.com, me hizo más conocida. Pero hace mucho que escribo sobre vinos, fui la primera columnista

de vinos en Ambito Financiero, y tuve otra columna en La Nación revista, con seudónimo: Manuel Lasalle. De a poco me fui convirtien­do en La Checa.

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¿Qué es ser un bon vivant hoy? La buena vida tiene muchas caras. Un gourmet snob o pedante, que opina sobre vinos y platos, no es un representa­nte de la buena vida. Está al alcance: escuchar buena música con una copa de vino, un atardecer en la playa con cornalitos y un sauvignon blanc. Tomar conciencia de los goces más simples, sin alardes.

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¿Qué tan cierta es esta frase que escuché alguna vez y que te atribuyen: “Cuánto caviar tuve que comer para poder llevarles la leche a mis hijos”? No es mía, es de una colega muy inteligent­e, Fanny Polimeni.

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Estudiaste filosofía, ¿cuánto de esta disciplina empleás a la hora de escribir? Uso algunos conceptos: creo que hay vinos heraclitia­nos, que fluyen, y otros parmenidia­nos, encerrados en su ser, opacos y también deslumbran­tes. Encuentro que hay vinos cartesiano­s, inteligent­es, como le gustaba a Neruda.

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Viajaste mucho y viviste en París, India, Perú, España. Los viajes, ¿son la mejor escuela de vida? Te olvidaste de un lugar que me marcó muchísimo: Argelia. Y Finlandia. Me moldearon existencia­lmente. Viajé desde los 20 años, siempre como viajera, jamás como turista, tengo pocas fotos. Pensar en la cámara me distrae, me saca de este aquí y ahora fascinante.

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A raíz del conflicto docente, si lo fueras, ¿harías paro o elegirías ir a dar clases? Haría paro, por supuesto.

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Trabajaste en redaccione­s, hiciste programas de tevé, de radio, hacés catas guiadas y publicás año a año una guía de vinos. ¿Qué te queda por hacer? Me queda: una novela, un libro de cuentos, un libro de viajes.

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La edición 2017 de de la Argentina está dedicada a las mujeres. ¿El vino es ahora cosa de mujeres? Siempre fue cosa de mujeres. Tenemos, es sabido, una sensibilid­ad

Los buenos vinos especial para detectar aromas y sabores. La abuela prehistóri­ca, o una diferencia­ción hormonal. Quién sabe.

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En la Argentina, en los últimos años, la tendencia es a elaborar vinos que hablen más del lugar, ¿qué opinás? Me encanta que los vinos sean ahora el puro y mero vino, sin ese maderazo que estuvo de moda durante años. Heredado de los americanos.

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Tus hijos, Ernesto y Federico, de una manera u otra están vinculados a tu metier. ¿Lo ves como una continuaci­ón de tu trabajo? Y también de su padre Bengt Oldenburg, un crítico de arte sueco que me enseñó el mundo, sus platos y sus vinos desde que tenía 20 años.

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¿En el planeta vino, sigue habiendo muchos bobetas, como le gustaba definirlos a Miguel Brascó? Muchísimos. Espantan a los consumidor­es. Porque si el bobeta dice que un malbec debe oler a violetas y el pobre bebedor no encuentra esa sutileza, piensa que jamás entenderá al vino. Hay que dejar que el vino hable por sí mismo.

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En estos tiempos digitales, de redes sociales, ¿cómo te llevás con eso? Sólo me interesa Facebook, y por motivos profesiona­les. Es el reino del narcisismo. Y el narcisismo atrasa. En relación a esos posteos de gente en situacione­s placentera­s o lugares exóticos, me acuerdo de Lacan: “A mucha gente le gusta más contar que hace el amor más que hacerlo”.

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Un término que se usa para hablar de vinos es mineralida­d. ¿Existe la mineralida­d en los vinos? Claro que existe, pero se la percibe en la textura y en el sabor: en boca como algo salino, en la textura como con un recuerdo polvorient­o, de tiza. Las piedras no huelen.

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¿Cuál es tu relación con los libros y qué escritores te marcaron? Tengo una relación apasionada con la literatura. Si no leo no puedo escribir, aunque escriba sobre malbec y papas fritas. Leer es una aventura que me saca de mí. Saer y Piglia son mis autores argentinos preferidos. Y Cortázar, a quien conocí en París hace millones de años...

“VIAJE DESDE LOS 20 AÑOS POR EL MUNDO, SIEMPRE COMO VIAJERA, JAMAS COMO TURISTA.” ...

“UN GOURMET SNOB O PEDANTE, QUE OPINA SOBRE VINOS Y PLATOS, NO ES UN REPRESENTA­NTE DE LA BUENA VIDA.” ...

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