Clarín - Viva

Lo que se oculta y lo que se ve

- VISIONES DE CHINA POR FERNANDA ITURRIETA

La China es un país que no duerme. Pero cuando lo hace, es en forma de paquete... Hasta en las ciudades más milenarias y pequeñas, como Pingyao, cuando se suspenden sus actividade­s, aunque sea por muy poco tiempo, lo hacen cubriendo sus puestos callejeros con telas a rayas de colores. En Shanghai los autos de alta gama duermen en las veredas tapados con telas grises, con orejas en los espejos retrovisor­es: parecen elefantes estacionad­os. Los mercados al aire libre, de las mujeres y de Temple, después de una tarde convulsion­ada, envuelven sus miles de cosas para guardarlas no muy lejos. Así, llegada la noche, todo duerme empaquetad­o, esperando el nuevo día. Por supuesto, cuando caminaba por sus calles no podía dejar de pensar en el barrio de Once. Que aunque se acuesta más temprano, a la tarde uno ve pasar los carritos cerrados para la mañana siguiente. Llama la atención ver cómo lo actual se confunde con lo milenario, lo moderno con lo antiguo, lo sagrado con lo profano. Uno ve tiendas a la entrada de los templos y venta de ropa en sitios insospecha­dos. Aunque este sea una casa familiar de hace 300 años. Se confunde lo oriental con lo occidental, sobre todo en ciudades portuarias que tuvieron un período de fuerte influencia europea. Entonces está el barrio inglés, el portugués y el francés, donde convive un café au lait con las toallitas para las manos que nunca faltan. Por ejemplo, un lugareño me vende una cartera italiana y un celular americano a la vez. En paralelo, sus costumbres ancestrale­s están vivas como siempre. Esta simbiosis fluye, llamativam­ente, con absoluta naturalida­d. Uno se sorprende: tantas cosas tan distintas a nosotros y tan similares a la vez. Es un eclecticis­mo fascinante.

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