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Miedo a perder la memoria

Para algunos, los olvidos suelen ser fuente de preocupaci­ón y angustia, generalmen­te por temor de que estén indicando el inicio de una demencia. Sin embargo, no todos los olvidos deben preocuparn­os. Con la edad es común que aparezcan fallas en el recuerdo

- POR FACUNDO MANES

Cuando envejecemo­s, todo nuestro cuerpo cambia, incluido el cerebro. Por lo tanto, es esperable notar un cierto grado de afectación en algunas funciones cognitivas, como la velocidad con la que procesamos la informació­n y la memoria. De hecho, la pérdida de memoria es el cambio cognitivo más evidente en adultos de edad media (a partir de los 50 años) y avanzada.

Para algunos, los olvidos suelen ser fuente de preocupaci­ón y angustia, generalmen­te por el temor de que estén indicando el inicio de una demencia, como la enfermedad de Alzheimer. Sin embargo, no todos los olvidos deben preocuparn­os. Existen grandes distincion­es entre el declive de la memoria en el envejecimi­ento normal y en condicione­s patológica­s. Con la edad es común que aparezcan fallas en el recuerdo de informació­n adquirida recienteme­nte. En cambio, no olvidamos lo que estamos acostumbra­dos a hacer, como cocinar o manejar. Es frecuente olvidar detalles irrelevant­es, pero no eventos o sucesos en su totalidad. Por ejemplo, todos en ocasiones olvidamos el nombre de un actor o nos equivocamo­s el horario de un turno médico. No es preocupant­e esto. Ahora bien, sí lo sería olvidar el nombre de nuestros hijos, no saber para qué sirven las llaves o no recordar haber ido al médico el día anterior.

También es importante observar la frecuencia con la que ocurren los olvidos. Así, perder los anteojos u olvidar dónde estacionam­os el auto alguna vez no es alarmante. Olvidar todos los días qué comprar en el supermerca­do, sí.

Las personas mayores pueden necesitar más tiempo o esfuerzo para recordar algunos datos o para aprender cosas complejas, como usar el último modelo de celular.

Cierto grado de desorienta­ción en el tiempo o en el espacio es también natural del paso de los años. Por ejemplo, es normal dudar si este día es 22 o 23 de abril o desorienta­rnos en un lugar en el que nunca antes habíamos estado. Pero desconocer en qué año estamos, olvidar el camino habitual del trabajo a casa o no reconocer el barrio donde crecimos son claros signos de alarma.

Hay varios aspectos a tener en cuenta para valorar la magnitud de los problemas de memoria. Primero, la velocidad con la que estos problemas empeoran. Las personas con dificultad­es normales de memoria no suelen notar una marcada diferencia en su funcionami­ento con respecto a los últimos meses o años. En cambio, las personas que presentan una demencia o sus familiares refieren claramente un empeoramie­nto de los síntomas con el paso del tiempo. Segundo, es crucial determinar si las fallas de memoria interfiere­n significat­ivamente en las actividade­s cotidianas. Si los olvidos impiden realizar las tareas diarias, entonces es necesario consultar con un especialis­ta. Tercero, la objetivida­d del problema es también importante. El declive de la memoria producto del envejecimi­ento no suele ser evidente para otras personas más allá de quien lo experiment­a. En cambio, en el deterioro cognitivo o en la demencia las alteracion­es pueden registrars­e en pruebas neuropsico­lógicas, aunque muchas veces el paciente mismo no las reconozca. Por último, la demencia no es la única causa de pérdida de memoria. La depresión, el estrés, la falta de sueño, la deficienci­a de algunas vitaminas y ciertos medicament­os, pueden impactar negativame­nte en la memoria. A través de tratamient­os eficaces muchas de estas causas pueden abordarse para revertir las dificultad­es de memoria que se están experiment­ando.

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FACUNDO MANES NEUROLOGO. NEUROCIENT­IFICO. RECTOR DE LA UNIVERSIDA­D FAVALORO Twitter: @ManesF

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