Una mujer que comparte desde la sinceridad
Inés es una persona cálida y decidida. Características que conjugan una sinergia positiva porque, como se hace evidente en el diálogo que mantuvimos, esto le permite abrirse y compartir con sinceridad. Y a su interlocutor, participar. Responde a veces categóricamente, pero enseguida toma el timón, la permeabilidad y la escucha, y la conversación se enriquece. Siempre es así cuando escapamos a la tentación de tener respuestas y empezamos a hacernos preguntas. Esto le permite reformulaciones, dudas y ensayos. Su itinerario tuvo varios puertos. En realidad, tal vez, escalas en las que elaborar lo que padeció, lo que anheló y en el desarrolló de su necesidad brindar. ¿De qué se trata este brindar? De dar vida, estar disponible al requerimiento de los protagonistas de sus relaciones fundamentales, y legitimar lo que recibe. O sea, reconocerlo y asimilarlo. Su historia infantil, que aparece tan nítida en muchos de sus comentarios, es una variable de muchas de sus búsquedas, empeños y cambios. Necesidad de cambios que no puede desoír y –como dirán– acontece con sus lazos amorosos y con los recuerdos que la acompañan. Dejo para el final lo primordial: sus hijas. Allí tiene lugar la verdad nuclear, su mundo afectivo. Un amor que la compromete y que le impone diversos roles: un trabajo honesto y –lo que ella llama– vocación de servicio. Sabe que es el camino para transitar la complejidad que le ha tocado de un modo fecundo. Ha sido y es su elección.