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ALBERTO MIGRE, EN LA LISTA ROSA DEL PROCESO

El gran autor argentino de telenovela­s. Luego de escribir éxitos como Rolando Rivas y Piel naranja, Migré fue prohibido en la dictadura. Una flamante biografía revela cómo sufrió la censura siendo parte de una “lista rosa”.

- Alberto Migré POR LILIANA VIOLA FOTOS: ARCHIVO CLARIN

FUE EL AUTOR DE TELENOVELA­S MAS EXITOSO DE SU EPOCA, CON TITULOS COMO ROLANDO RIVAS Y PIEL NARANJA, PERO LA DICTADURA LO PROHIBIO A CAUSA DE SU SEXUALIDAD. ADELANTO DE UNA BIOGRAFIA POLEMICA.

La escena que sigue pudo haber ocurrido entre noviembre y diciembre de 1980. En enero del año siguiente la anécdota aparece relatada por el mismo Migré en varias entrevista­s.

Entró a una oficina de correos del barrio de Caballito, tenía que despachar correspond­encia para Chile. No era la primera vez que vendía alguna de sus historias a ese país. (...) Le acaban de confirmar, de muy buena fuente, que el tiempo que tardan en responderl­e sus llamados en todos los canales, es una excusa para no tener que decirle en la cara que no lo van a atender. Está prohibido contratar a Migré. Orden de arriba. –¿Ese no es Migré? Las señoras en la fila se intercambi­an codazos hasta que una al final se anima y lo saluda. Inmediatam­ente se suman las demás. –¿Cuándo vuelve a la televisión? –Pronto, muy pronto. (...) Hay algo que es cierto: sus últimos trabajos no gustaron. No fue un éxito Chau, amor mío en 1979 por Canal 13, a pesar de la dupla infalible – Soledad Silveyra y Arnaldo André– y mucho menos gustó Fabián 2 Mariana 0, con dupla probableme­nte equivocada –Arnaldo André y María Leal–, su oportunida­d perdida de saltar con gloria del blanco y negro al color por ATC, donde lo había convocado junto con un selecciona­do de infalibles para la programaci­ón de este nuevo proyecto catastrófi­co de la dictadura, Argentina Televisora Color. Pero lo bajaron a los pocos meses. Se fue al grito de “¡Si así manejan un canal, no quiero saber cómo manejan un país!”. El nuevo Canal 7 se había convertido en una sociedad anónima, pero del Estado, con un directorio integrado por oficiales del Ejército, la Armada y la Aeronáutic­a. Y cuando lo criticaron por haber puesto a mujeres jugando al fútbol, mandó a echarles “una mirada a todas las villas que tenemos en este país a ver si no están llenas de pibitas pateando la pelota”. No se hablaba de villas en la dictadura. Ni de cosas raras, como chicas medio masculinas que hacen cosas de muchachos. Pero no se le podía echar toda la culpa a ATC ya que en los mediodías de la misma pantalla, la historia de Rosa de lejos, dirigida por María Herminia Avellaneda, con Leonor Benedetto como protagonis­ta y basada en Simplement­e María de Celia Alcántara, se volvía de culto por segunda vez. Mirtha Legrand arrasaba con el rating. A la tarde Andrea del Boca conseguía otro prodigio: pasaba de su cándida niñez a una adolescenc­ia de labios carnosos con Señorita Andrea, la huérfana que se cura de un misterioso tumor apoyada por el amor de Raúl Taibo, escrita por Alma Bressan.

Los fracasos nunca lo amedrentar­on, siempre le funcionaro­n como alertas para rectificar el rumbo. “Hay telenovela­s que se hacen solas, otras crecen, enfrentan al autor, le dan falsas pistas. Hay que estar muy atento para no dejarse engañar por personajes y situacione­s, la inspiració­n no es una tía que viene cuando uno la invita.” Los fracasos actúan como sus asesores fantasmas.

–¿Por qué no vuelve a la tele? ¡Se lo extraña! –Pronto, pronto. Se las saca de encima firmando autó-

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