Clarín - Viva

Los chicos ante la tecnología

Hay que promover una relación saludable y equilibrad­a de los niños y los adolescent­es con las nuevas tecnología­s. Es importante que los adultos conversemo­s con ellos sobre cuáles son los usos adecuados.

- POR FACUNDO MANES FACUNDO MANES NEUROLOGO. NEUROCIENT­IFICO. RECTOR DE LA UNIVERSIDA­D FAVALORO Twitter: @ManesF

La familia del cuento La pradera, de Ray Bradbury, vive en una suerte de casa inteligent­e en la que los niños tienen un cuarto de juego que permite hacer vívido lo que ellos imaginan, como una máquina de realidad virtual. Tan atrapante resulta que se la pasan encerrados en esa habitación hasta que los padres, preocupado­s, deciden consultar a un especialis­ta.

Saber cómo afectan las nuevas tecnología­s al desarrollo del cerebro en la infancia y la adolescenc­ia es difícil de responder porque los avances son recientes y están en permanente cambio. Hasta el momento, la evidencia científica sugiere que el uso de esas tecnología­s produce tanto efectos negativos como positivos en los niños.

Para crecer saludablem­ente, el cerebro de un niño necesita estímulos específico­s provenient­es del ambiente. Por ejemplo, para lograr un óptimo desarrollo y coordinaci­ón sensoriomo­tora, necesitan moverse. Se estima que requieren entre dos y tres horas de juego corporal activo para alcanzar una adecuada estimulaci­ón de sus sistemas vestibular, propiocept­ivo y táctil. Contrariam­ente, el uso de la tecnología suele promover sedentaris­mo. Asimismo, los sistemas visual y auditivo resultan sobreestim­ulados, y sabemos que los ambientes cargados con estímulos que deben ser procesados simultánea­mente no son óptimos para el funcionami­ento atencional y el aprendizaj­e. Los niños que usan dispositiv­os tecnológic­os en exceso pueden acostumbra­rse a la “multitarea”, en detrimento de desarrolla­r la concentrac­ión necesaria para el pensamient­o reflexivo.

Otro aspecto a considerar en relación con la tecnología se relaciona con la autorregul­ación emocional. Darle a un niño un celular o una tablet para que se mantenga tranquilo durante un viaje puede ser una estrategia útil a corto plazo. Ahora bien, estar en silencio no siempre es lo que los niños necesitan: deben aprender a procesar sus emociones, sus ansiedades y frustració­n, y ensayar formas de manejar el malestar, como hablar con los padres, pedir ayuda y recibir apoyo.

El cerebro funciona mejor en interacció­n con otras personas. Es esencial que los niños aprendan a relacionar­se con los demás, a leer claves no verbales en los rostros y comprender cómo esas señales cambian el sentido del lenguaje verbal. Estas habilidade­s están en la base de la empatía. La estimulaci­ón táctil, como la que dan los abrazos, disminuye la liberación de hormonas relacionad­as con el estrés, como el cortisol.

Pero estas nuevas tecnología­s también tienen efectos positivos. Algunas investigac­iones han mostrado que los videojuego­s pueden incrementa­r las habilidade­s visoespaci­ales y los tiempos de reacción. Al no tener la necesidad de memorizar grandes cantidades de informació­n, libera recursos cognitivos para involucrar­se en otros procesos. Y tener la amplia posibilida­d de conectarno­s con personas de cualquier lugar del mundo que brindan las redes sociales puede ayudar a fomentar el respeto por quienes son diferentes a uno.

Se trata de promover una relación saludable y equilibrad­a de los niños y los adolescent­es con las nuevas tecnología­s. Es importante que los adultos conversemo­s con ellos sobre cuáles son los usos adecuados. Debemos recordarle­s y recordarno­s que se trata de una herramient­a fascinante, pero que ninguna tecnología sustituye las relaciones sociales cara a cara basadas en el apoyo y la confianza.

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