La tradición del vermut
Frescura y placer. La ceremonia del vermut nació en tiempos remotos y supo encontrar un lugar importante en la gastronomía.
Un aperitivo es una bebida que gracias a su composición estimula y “abre” el apetito. Aperitivus, en latín, significa “que abre”. Los antiguos romanos lo aprendieron de sus maestros griegos. Hipócrates, uno de los padres de la medicina, combatía la inapetencia de sus pacientes con una mezcla de vino blanco, absenta, ruda y herba gitanera. Con el tiempo descubrió que el amargor de esa fórmula era el responsable de la solución del problema. En la Argentina, el aperitivo tiene una larga historia que se potenció gracias a los inmigrantes. Ellos impusieron la modalidad de servir el vermut con tapas tentadoras en platitos. En Belgrano se encuentra un lugar que toma el asunto en serio. Elegante y clásico. Su barra es imponente. Las mesas de exterior permiten disfrutar los árboles de la plaza Fleming. En la carta de tragos ( largos y cortos) no faltan los clásicos (Daiquiri, Negroni, Bloody Mary, Manhattan, Pisco Sour, Old Fashioned, Caipirinha y más). Tres docenas de opciones elaboradas con mano segura y sin malabarismos. Llegan a la mesa transpirando frescura y acompañadas por carnosas aceitunas verdes, cubitos de queso semiduro y maníes. Una lógica, sana y generosa costumbre que algunos bares de la ciudad que surfean las olas del éxito deberían retomar. Si la idea es ampliar el piqueo se puede pedir un cuatriolet de calentitos del día a elección (sabrosos bocaditos de verdura, tiernas albondiguitas de carne, pequeños rollos crocantes de panceta ahumada, cubos de tortilla húmedos, triangulitos de tostado de jamón y queso y otros). Completar con una porción de empanaditas de carne soufflé. Hacer un brindis, cerrar los ojos y disfrutar.