Clarín - Viva

UN HORROR QUE CUESTA TODAVIA

El último traje. En esta película que se estrena en pocos días, el director de cine Pablo Solarz cuenta una historia inspirada en la de su abuelo, un judío polaco que llegó a la Argentina tras escapar del Holocausto. El personaje, encarnado por Miguel Ang

- POR MAGDA TAGTACHIAN FOTOS: GERMAN GARCIA ADRASTI

Fito Stivelman, 93 años, llega en colectivo hasta la comunidad Amijai, en el Bajo Belgrano. Detrás de los pilotes que protegen las institucio­nes judías, funciona una sinagoga que es también centro cultural. Fito conoce el camino. Aquí se reúne todos los martes con gente de su generación. La actividad lo ayuda y lo distrae desde que su esposa vive en un geriátrico. Uno de sus nietos, Pablo Solarz, eligió este lugar para regalarle al abuelo Fito y a sus compañeros el preestreno en exclusiva de El último traje. El filme, dirigido por Pablo y protagoniz­ado por Miguel Angel Solá, en cierta forma habla de ellos. Cuenta la vida de Abraham, un anciano que abandona su casa del Once para regresar a Lodz,en Polonia y tratar de encontrar al amigo polaco y católico que lo escondió y salvó del horror nazi. Abraham no es Fito pero se parece. El personaje está inspirado en él.

Amalia, la moderadora de las reunio- nes de los martes, intenta calmar los nervios en la sala. Las luces se apagan y Amalia pide que guarden sus celulares. Miguel Angel Solá se sienta junto a ellos. “Fue un orgullo representa­r este personaje, el más difícil de mi vida”, asume Solá. “Lo hice con todo el amor posible. Lo dedico a ustedes. A quienes sufrieron maldad. A quienes pudieron sobreponer­se a la maldad. Y a quienes ya no están por culpa de esa maldad”, completa.

Solá interpreta un personaje 25 años mayor. Durante el rodaje pasó todos los días dos horas en maquillaje para “envejecer”. Está conmovido por encontrars­e con “los protagonis­tas”. “No viví lo que pasaron ustedes pero puedo comprender­lo. Y puedo llevarlo a la carne, a los ojos y a la palabra. Que les haya gustado resulta muy importante para mí. En la película, hablé por su lengua, gesticulé a través de sus ojos y de sus vivencias. Traté de que se viera en la mirada, en la actitud física. Para Polonia esa herida no se ha cerrado. Que en esta historia haya un polaco católico que ayuda a vi-

vir a un polaco judío representa un hecho más que auspicioso. El católico es capaz de esconder a su amigo judío, de exponerse para que el amigo pueda volver a comenzar una vida. El cine es un medio que puede contribuir a mejorar la convivenci­a. Ya tenemos bastantes basuras haciendo la convivenci­a insoportab­le”, declara.

Al grupo de los martes se suman las mamás y las hijas que se acercan para aprender la técnica de amasado del jalá, el pan trenzado que se comparte en Año Nuevo. “Construí el filme en base a una mezcla de historias personales y ajenas. Las fui recopiland­o por la necesidad de encontrar respuestas. En mi familia no se hablaba de esos temas dolorosos. Polonia era mala palabra. Mi abuelo paterno, Juan Solarz, tenía mucho resentimie­nto y mucho sufrimient­o por las guerras. El era un sastre de la ciudad de Lodz, donde la mayoría tiene ese oficio. Vino antes del ‘30 a la Argentina. Después terminó trabajando en el área de amoblamien­to”, detalla Solarz, el director.

En busca de sus raíces. Solarz, que también fue guionista de Historias mínimas, Un novio para mi mujer y Me casé con un boludo, viajó tres veces a Polonia. Allí trató de ubicar la casa de su abuelo Juan. Pidió la dirección en el Registro Civil de Lodz. “Sin embargo, más de 70 años después, no me dejaron entrar. Fui a decir que soy nieto de sobrevivie­ntes de la shoá. Se produce una sensación extraña. Piensan que les vas a reclamar la casa. Es que cuando terminó la ocupación nazi, y en la transición hacia el comunismo, tuvieron miedo de que les quitaran esas propiedade­s. Antes de la Guerra había 3 millones de judíos en Polonia. Y luego quedaron 300 mil. En el cementerio de Lodz encontré muchos Solarz. Lo que más me preocupa es cómo se pudo armar un mecanismo de relojería tan perfecto de manera de matar a cientos de personas y que, al día siguiente, en ese lugar no quedara rastro, de manera de seguir matando. Por otra parte, me pregunto qué actitud tomó el resto del mundo. Cómo puede ser que sigamos haciendo lo mismo hoy. Mira- mos para otro lado. Cómo nos podemos dañar así a nosotros mismos”, analiza Solarz. Tiene 47 años, fue a la escuela pública, estudió teatro y luego se perfeccion­ó en cine en Chicago.

Pero la tradición, siempre estaba. Solarz comía platos judíos en la casa de sus abuelos, sólo para las fiestas. Y se permite reflexiona­r: “Me choca la palabra goy, como se nombra a las personas no judías. Me choca que llamen shitze a la mucama. Me preocupa que haya un sectarismo. Cualquier pueblo que se sienta superior a otro nos deja al borde de las calamidade­s. La religión mal usada funciona como herramient­a de suministro de miedo. Tengo mis creencias pero no soy religioso. Creo en que se generen oportunida­des similares para todos. Porque, después de la política, la geopolític­a, la economía, las izquierdas y las derechas y las religiones, sólo quedan las voces no ideologiza­das”, concluye.

Solarz viene de presentar El último traje en España. Y ahora cuenta los días para el estreno, previsto para el 25 de enero.

 ??  ??
 ??  ?? ELENCO DE LUJO Miguel Angel Solá, Angela Molina y Martín Piroyansky en la coproducci­ón española.
ELENCO DE LUJO Miguel Angel Solá, Angela Molina y Martín Piroyansky en la coproducci­ón española.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina