Clarín - Viva

FABIANA CANTILO: “LE TEMO AL DOLOR PSIQUICO”

“SOLO LE TENGO MIEDO AL DOLOR PSIQUICO”

- EN TERAPIA CON JOSE EDUARDO ABADI

LA CANTANTE HACE UN BALANCE DE SU VIDA LUEGO DE HABERSE REHABILITA­DO DE SU ADICCION A LA COCAINA. DICE QUE EL INFIERNO COMENZO A LOS 22 AÑOS: “FUE EL HORROR”.

Renacida. Tras una ardua rehabilita­ción, hoy la cantante admite que con la cocaína tapaba un trauma que carga desde la infancia. No le teme a la soledad ni a la muerte ni al dolor físico: sólo a la angustia. Más saludable, ahora entrena y medita.

Te gusta ayudar a los demás? Sí. Es que luego de 17 años de asistir a grupos de recuperaci­ón, y de llevar cinco años y cinco meses limpia de drogas, cada día 7 es mi “cumplemes” de rehabilita­ción. Y luego de tener miles de psicólogos toda la vida, sé que lo que diga le tiene que servir a la gente. Si no, ¿para qué carajo vivo? Si sos famoso, date cuenta de que hay gente que te escucha. Se me viene a la cabeza que, cuando ayudás, es cuando te curás. Exactament­e. Además descubrí la verdadera razón de los que estamos en este lugar. Mirá lo que tengo ahí ( señala): Jesús, el maestro de los maestros de Kriya Yoga, y todos ellos. La visión que tienen los orientales es muy interesant­e, la mirada para explicar ciertas cosas. ¿A qué le temen los seres humanos? A la muerte. Yo no: le temo al dolor. Al dolor psíquico. El dolor físico me lo banco. Pero me da miedo el dolor de la angustia: antes me drogaba, ahora me voy a dormir. La visión oriental enseña a ver los problemas diarios, la paranoia, los demonios… Es una visión más sabia. A mí me sirvió mucho la escuela budista y ahora estoy con la Kriya Yoga que es más hindú. Pero todo lleva a entender que hay una energía superior a nuestras pobres mentes. Estás en este momento revolucion­ario de tu mundo interno que significa refundarse desde muchos lugares. ¿Pero cómo empezó todo esto? ¿Mi vida artística? Empezó a los 7 años. Pero a los 22 probé por primera vez la cocaína, y ése fue el horror. ¿Ya estabas metida en la música? Sí, no tiene nada que ver. El error es la cocaína. Mi carrera arrancó cuando nací, prácticame­nte: a los seis años ya tocaba la guitarra. Estaba en el colegio Bayard y canté a los 7. A los 9 canté Balada para un loco y fue Piazzolla a verme. Entonces mi madre, la gran Silvina Luro, a quien le agradezco muchísimo, me mandó cinco años al estudio de danzas de Beatriz Ferrari. Y mi padre, el gran Gabriel Cantilo, pintor y escultor que se creó a sí mismo y dejó todo por su taller, murió hace un año y medio… Con todo el dolor de mi alma lo estoy recordando.

“Toda la vida tuve parejas desastrosa­s porque buscaba mi amor propio afuera. ” ...

Yo heredé toda su parte plástica y acá estamos. Hay muchos cuadros tuyos acá, en tu casa. Una locura, ¿ viste? También soy escultora y dibujante. Y además, actriz: estoy estudiando teatro. Ya escribí una película que voy a filmar cuando pueda, dentro del cine independie­nte. La creación es el ADN de la familia. Descendemo­s por el lado de Pueyrredón, y del autor del Martín Fierro, José Hernández. La mujer de Juan Martín de Pueyrredón, Rita, era bruja y la enterraron en otra bóveda. ¡En la séptima generación –que soy yo–, alguien iba a heredar sus poderes! ¿No? ¿Y cómo te conectaste con Charly? Conecté con Charly a través de Susana Herrera, que era mi amiga. En una fiesta en la que estaba ella, Susú Pecoraro y Boy Olmi. Estaba Charly con David Lebón. Iban recién por el primer disco de Serú Girán. Y después Charly me contrató para cantar en el Coliseo con las Bay Biscuits, que era un grupo de mujeres “personajea­das”… Después pasaste a Los Twist. Daniel Melingo y Pipo Cipolatti eran los cerebros y me llamaron a mí, pero al final brillé por ser expresiva. Y después pasaste a ser solista. Sí, me fui de Los Twist por fóbica. En los ‘80 había mucho de todo y todos tomaban de todo. ¿Una época de mucho consumo? Sí, y de mucha libertad. Como que “acá no pasa nada”, y después se empezaron a morir todos. Entonces ya no me gustaba. Charly me contrató para cantar, después vinieron Los Twist y después me puse de novia con Fito… ¡ Nah, no puedo con todo! No me interesaba, quería estar tranquila en mi casa. Pero pasaba que tenés adentro a Mister Hyde y cuando tomás algo, como la cocaína, te sale con el histrionis­mo. Aparte, todos los problemas psicológic­os, como el padre faltante y un montón de cosas interesant­es, que después me enteré que se suplantan con la cocaína. Pude dejar todo y probé varias veces. Antes de estos cinco años limpia, recaí tres veces. Pero me levanté: eso se lo adjudico a un espíritu inmortal que yo tengo desde antes. Lo que pasa es que la recuperaci­ón de esa época de libertad que mencionás, en la que “creo que puedo todo y no sé la verdad que busco”, implica una desorganiz­ación que uno tarda en reconstrui­r. La primera internació­n fue a mediados de los ‘80, que venía de toda la vorágine de Los Twist. Mi tío abuelo –que ayudó a fundar aquí Alcohólico­s Anónimos y escribió Yo estuve en el infierno– me vino a ver. Fue en 1985. Después me volví a internar. Viviendo con Fito Páez en Pampa y Estomba, estuve cuatro días sin dormir porque era todo muy nuevo y sentía que me elevaba. ¡Pero no me elevaba nada! ¡Estaba re drogada! Me llevaron: me vino a buscar mi hermano Leo Paz y estuve un mes adentro. ¿Y no te podía ayudar Fito? Hacía lo que podía, pero él se iba de gira con Charly. Tiene un montón de temas que hablan de eso: Cable a tierra, por ejemplo. El trataba de ayudar; no es adicto. Esto es así: sos o no sos. Fito elige. Era un tipo maravillos­o, y yo me sentía muy cuidada con él. Aunque éramos dos piscianos y el mundo explotaba. Cuando me vio, dijo: “No quiero saber más nada de esto”. Y yo tapaba mi gran dolor abandónico. Mi infancia no la quiero hacer pública, pero hubo todo tipo de cosas.

Por supuesto, tenés derecho a guardar tu intimidad. Te cuento algo: yo no viví con mi papá, viví con mi madre y con Leocadio Paz, el padre de mi hermano. Mis padres se separaron cuando tenía un año: no tengo recuerdo de ellos juntos. Tuve como dos papás, aunque a la vez así no tenés ninguno. Pero es interesant­e cómo aprendí a escuchar al cuerpo, a llevarlo a las palabras y esta nueva ciencia de decodifica­ción genética es muy buena porque siento que se modifican cosas. Por eso tengo más conocimien­to de quién soy y qué necesito. En la recuperaci­ón, como en la vida en general, los seres humanos transitan acompañado­s. Hay muchas maneras de estarlo: ocuparse del otro, saber pedir, disfrutar del silencio compartido, pero con la empatía del vínculo. ¿Vos vivís sola o estás en pareja? Hace seis años que estoy sola. Toda la vida tuve parejas desastrosa­s porque buscaba el amor propio afuera. Seis años sola, ¿sabés?… Eso es porque no salgo de noche, no voy a la disco y no me pongo más en pedo, así no agarro cualquier cosa. No es cuestión de enganchars­e con cualquiera para no estar sola, algo que hice toda la vida. Y lo hacen los chicos ahora. Yo creo que a lo que más le teme el ser humano es a estar solo. Yo, a eso no le tengo miedo. Es importante lo que decís. Cuando digo “estar acompañado” me refiero a que uno forma parte de algo más. Ah, sí. Tengo un grupo de amigas que es hermoso. Lo formé hace poco. Tengo amigas de toda la vida, como Laura Casarino. Pero las nuevas amigas son mi ex personal manager, que trabaja conmigo en la parte visual. Es un quilombo ser personal manager porque soy una persona muy complicada y te terminás peleando. Bárbara, Cinthia y mi profesora de canto. Son mis amigas en este momento. Además también tengo a mi amiga Claudia Rojas. Tengo ese grupito chico de chicas: ellas son mi familia ahora. Tener buenos amigos te hacen ser amiga de vos misma. Y te dicen la verdad. Yo no puedo ser amiga de alguien que no puede escuchar su verdad. Cuando vos decís: “Ahora no agarro cualquier cosa, prefiero no agarrar nada”. Yo lo pondría en otras palabras: “Como no agarraba lo que quería, lo único que agarraba era nada. Ahora que no estoy dispuesta a agarrar la nada, estoy en una relación que empieza a ser buena conmigo y con mis amigas. Empieza a surgir la disponibil­idad y quizás encuentro a alguien que me quiera”. A veces hay que sacar lo que está molestando para que el terreno esté libre para recibir a quien viene. La verdad que sí... Con mis amigos ex adictos nos cagamos de risa… Porque los que estamos limpios ya no coqueteamo­s más con la droga. Nos reímos de nuestras personalid­ades; tenemos personalid­ades muy border. Tengo compañeros que llevan diez años limpios y dicen que, cuando van a hacer algo, sienten que “van a la guerra”. Ya sé que soy obsesiva. Después de acá tengo que ir a entrenar, me da mucha fiaca, pero sé que entrenando me olvido de todo. Y a la noche, voy a meditar. En esos grupos también tengo una madrina con la que hago el programa. “Los japoneses estuvieron mucho tiempo encerrados para preservar su arte del mundo exterior y viven el presente”, me dijo mi madrina, y eso me gustó. Necesito más paciencia, vivir más el presente, y seguir. Estos días estoy más revolucion­aria porque al hablar de lo que me pasa, lo vivencio más.

Es que uno evoca al pasado. Pero aprendiste a poner ese límite: ayer fue ayer, hoy es hoy. Hubo un proceso de cambio, de recuperaci­ón. Está bien esto que hacés de entrenar porque vos estás protagoniz­ando un nuevo nacimiento. ¡Total! El próximo disco tiene que ver con eso: un nuevo nacimiento. Hay una canción que te hizo muy conocida, Mi enfermedad. Sí, de Andrés Calamaro. Pero mi maestro fue Charly García. El fue quien dijo: “Vení para acá”, y me abrió las puertas del rock. Y después, Los Twist y Melingo. Hice discos de covers. Charly escribió para mí Tu alma en el sur, Detectives y Amo lo extraño. ¿Son muy distintos los rockeros de hoy a los de aquel entonces? No lo sé… ¿Cuáles son los rockeros de hoy? Hoy interactúo con gente que conozco desde el ‘87 y también con jóvenes de 30 años. Yo necesito estar con gente de mi edad: por eso acudo a Claudia Rojas, con quien trabajé nueve años y es mi vestuarist­a. Es una mujer sabia. Y loca, como yo. Fuera de micrófono, antes de comenzar la entrevista, me dijiste algo muy valioso: es como que nací un mes después de que se había caído un avión en el que murió toda la familia. Como que viniste después de una tragedia. Tengo la impresión de que querías decir: “Mientras velaban a tantos muertos, pude nacer”. Frente a lo trágico, estuvieron tus ganas de nacer. Después de salir de los bomberos y de las ambulancia­s, siento – cuando te escucho– que a lo mejor ahora se trata de nacer sin que ningún avión se haya caído. ¡ Wow, sos un genio! Ahora por eso te voy a decir que mi nuevo disco se va a llamar Cura de piedra. Tengo luna en Capricorni­o y el otro día con mi amiga Bárbara empezamos a investigar mucho acerca de la cultura celta, algo que me interesa. El disco tiene influencia­s celtas. Y como no estoy boludeando por ahí y estoy laburando, ya tengo todos los temas listos. Podemos decirlo: es tu reconcilia­ción con la vida. Tal cual.

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