Clarín - Viva

LA PRESERVACI­ON DEL MAIZ

Al rescate de los choclos. En la zona Norte de nuestro país intentan preservar los maíces de colores, que están a punto de extinguirs­e.

- POR MARIA TERESA MORRESI ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Un elogio a los maíces de distintos colores y tamaños: morados, rojos, blancos, amarillos –sean lisos o lleven rayas–, azulados, violáceos, grises, de diversas dimensione­s y utilidades de los granos. Es patrimonio andino que los estudiosos desean proteger, porque son únicos al contar con nichos agroecológ­icos específico­s que impiden su extinción. El amparo de la biodiversi­dad logró conservarl­os, aun cuando no todos lleguen a las verdulería­s de las grandes ciudades (como sí sucede en Bolivia o Perú, por ejemplo).

El mundo andino, rico para la soberanía alimentari­a, se centra en la agricultur­a, basándose en la creación de la vida y el mantenimie­nto del equilibrio entre la tierra, las plantas y los animales. Los maíces constituye­n un patrimonio de recursos genéticos para la humanidad.

“Fueron preservado­s por pequeños agricultor­es en mini parcelas. Lo hicieron, y lo hacen, desde un lugar dinámico: preparan alimentos típicos de cada zona donde están –apis, tamales, anchis, humitas, laguas, humintas, pasankalla–, elaboran harinas, snacks, bebidas como la chicha y otros productos con lineamient­os que muchas veces heredaron de sus antepasado­s para quienes, igual que en la actualidad, eran fundamenta­les en su dieta”, explica Magda Choque Vilca, ingeniera agrónoma, investigad­ora de cultivos originario­s de América latina. Se cultivan en Jujuy, Salta y en los Valles Calchaquíe­s, pero también en otras zonas de los Andes.

Julián Cámara Hernández, quien integró la cátedra de Botánica Agrícola de la Facultad de Agronomía de la UBA, trabajó más de 40 años en el estudio y rescate de esos maíces nativos. “El maíz, junto con la batata, la mandioca y el ají fueron los primeros productos en llegar a Europa. Colón llevó semillas al regresar de su primer viaje”, dice Cámara Hernández en el libro Maíces de colores. Estos choclos, apreciados por los turistas (son realmente multicolor), también son resguardad­os por el Movimiento Slow Food, debido a su riqueza histórica, singularid­ades vitamínica­s y proteicas, y el valor en el ambiente global: ya forman parte de El Arca del Gusto (allí figuran los alimentos que están en peligro de extinción).

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