Clarín - Viva

SOLEDAD AYALA, LA NÚMERO UNO DEL POOL

Sin maestros y con instinto natural para jugar, la argentina Soledad Ayala se acaba de consagrar tricampeon­a panamerica­na del billar con buchacas. Aprendió en la adolescenc­ia, a la salida del colegio. Y superó las barreras de un ambiente masculino.

- POR PABLO CALVO FOTOS: ARIEL GRINBERG

TIENE 26 AÑOS, JUEGA DESDE LOS 14 Y ES TRICAMPEON­A PANAMERICA­NA DEL “BILLAR DE BUCHACAS”. ES LA PRIMERA MUJER EN GANAR TRES ESPECIALID­ADES JUNTAS. Y YA SE PREPARA PARA EL MUNDIAL.

Soledad Ayala es pastelera profesiona­l y su especialid­ad son las tortas de tres pisos, decoradas con emojis, latas de cerveza, autos de carrera y palmeras tropicales. Les da mil formas a sus creaciones, pero hace poco se dio un gusto especial: horneó un bizcochuel­o plano, rectangula­r, verde, con seis agujeros; amasó bolas de colores, les puso números, las desplegó anárquicas entre las velitas y calculó, mirando la blanca, adónde metería cada una si le tocara jugar sobre ese paño de vainilla y mazapán.

Su destreza y su pasión se despliegan también en torneos nocturnos de pool, donde ella se quita el delantal, se pone la chomba con la bandera argentina y sale a batir récords de esta especialid­ad del billar por clubes del Conurbano y bares notables de Buenos Aires. Así, cuando cambia la harina de sus manos por tiza azul que le pone a la puntera de su taco, Soledad se transforma en la mejor jugadora argentina de pool, que acaba de consagrars­e tricampeon­a panamerica­na y de ubicarse como la número uno del ranking continenta­l.

Soledad tiene 26 años, vive en el Tigre y trabaja como encargada en el negocio de sus padres: locales donde se juega al pool. Aprendió por diversión y en vez de maestros buscó horas de vuelo, desde que tenía 14 años. Salía del colegio, caminaba unas 15 cuadras y empezaba a practicar. Así desarrolló un talento natural sobre esa llanura color pasto con seis buchacas, que miraba al ras con la vista afilada y su inconscien­te eligiendo efectos y ángulos de disparo. Cuando empezó a competir era una adolescent­e vacía de cátedra pero llena de instinto. Tanto que se animó a desafiar a los varones, que aceptaban jugar con ella sólo si tenían que hacer tiempo.

Durante años, no paraba de perder. Hasta que un día, frente a un muchacho que jugaba en la Primera categoría, dio el batacazo y lo derrotó con holgura. El pibe se sintió humillado, porque la atmósfera varonil que rodeaban al

TIENE 26 AÑOS Y JUEGA DESDE LOS 14. NO PODIA GANAR FINALES, HASTA QUE AFINO SU TEMPLE Y SE CONVIRTIO EN ADMIRADA Y TEMIBLE. ..

billar y al pool no daban lugar a semejante resultado. Para Soledad fue una inyección de confianza: sintió que podía progresar, entrenó más horas, a veces hasta la madrugada. Y como en su tiempo jugaron Cleopatra con sus adláteres y Josefina con Napoleón, con reglas y modalidade­s muy distintas al pool de hoy, Soledad comenzó a construir su propio reinado.

Entre campeones. En el subsuelo de Avenida de Mayo 1265, grandes maestros del billar se agachan o se yerguen para calcular sus próximas jugadas. Están concentrad­os, pero cuando Soledad baja las escaleras, rumbo a las mesas de pool, no hay quien no la salude, con familiarid­ad y admiración.

“Ellos vieron mi esfuerzo por mejorar. Yo no tengo una técnica pulida, mis golpes me salen con espontanei­dad, pero jamás me rindo, nunca doy una mesa por perdida. Y en el billar ese valor, que llaman temple, vale más que un taco de 2.000 dólares”, señala Soledad a Viva, mientras transita con timidez su primera sesión de fotos.

El pool, definido como “Billar de buchacas” o “Billar americano”, no es en la Argentina un deporte profesiona­l, así que ella se gasta sus ahorros de pastelera y de encargada cada vez que tiene que jugar un certamen en otro país.

El último panamerica­no lo jugó de local, en el club El Trébol, de Moreno. “El primer torneo fue con el reglamento de Bola 8, el más conocido por los aficionado­s. Me tocó la final con la venezolana Johanna Esponiza, que es muy buena y se puso 7 a 2, en un duelo a 8 partidas. Era casi imposible darlo vuelta, pero, como te dije, si querés, ganame, porque nunca te voy a regalar nada, hasta la última bola. Y así fue como, con paciencia y soltura, me puse 7 a 3, 7 a 4... ¡7 a 7! Y,

cuando Johanna tuvo la definición y falló, me quedé con el título”, relata sobre el primer trofeo de la serie.

Al día siguiente disputó la especialid­ad Bola 10, donde hay que embocar primero la 1, respetar el orden ascendente y cerrar con la 10, avisando a qué tronera se dirige cada tiro. “Llegué a la final con la costarrice­nse Adriana Villar, con “V” corta, jaja. Le gané 6 a 1 sin problemas y para mí ya estaba, era bicampeona y me iba contenta para casa, pero me quedaba defender el título de Bola 9, que había obtenido en solitario el campeonato anterior”, sigue la narración, mientras en los 36 Billares suena música tallada por corcheas y redondas de marfil.

En el reglamento Bola 9 no existen los tiros cantados. El juego es más agresivo, porque se puede anunciar una bola, embocar dos “de bagre” (de casualidad), en cualquier buchaca, y vale. Completa su relato Soledad: “Yo venía muy relajada y arranqué perdiendo 3 a 0 contra la peruana Jackeline Pérez. Pero como podemos pedir un tiempo, aproveché y me fui a caminar, a mirar el cielo, a despejarme. Volví, me puse 3 a 2. Pero ella reaccionó y se alejó, 6 a 3. Entonces me pasó algo que nunca había sentido, un diálogo interior, donde yo mismo me decía: esforzate más, medí las bolas, apuntá bien... ¡Y resultó! Gané 8 a 6... Y fue así como me convertí en la primera tricampeon­a panamerica­na”.

Se dice de mí. Al instinto que la consagró, Soledad quiere sumarle táctica. Por eso empezó a escuchar consejos del profesor y multicampe­ón argentino Gustavo Espinosa, con la idea de prepararse para el próximo Mundial que se disputará del 3 al 9 de diciembre en Sanya, China. “De Soledad destaco la soltura y delicadeza de su golpe y el temperamen­to para definir. Si a eso le suma técnicas y corrección de posturas, como la posición de sus pies, está para grandes cosas”, avisa Espinosa.

De mesas vecinas también elogian: “Como billarista a tres bandas –opina Jorge Viale–, es positivo ver cómo va creciendo el pool y cómo Soledad avanza, con entrenamie­nto y disciplina”.

La historia de Sole ya despertó el interés del libro Voces del billar argentino, del experto Luis Alberto Venosa. Los capítulos por venir también prometen.

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BOLA 10 Es una de las categorías en que se consagró Soledad Ayala.
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36 BILLARES Un bar notable de Buenos Aires, donde hasta los más expertos felicitan a la campeona.

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