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POMPEYA, LA TRAGEDIA QUE SE CONVIRTIO EN SHOW

- POR MARINA ARTUSA FOTOS: CEZARO DE LUCA (ENVIADOS A POMPEYA)

La tragedia que se convirtió en show. A casi dos mil años de la erupción del Vesubio que devoró a la Pompeya romana y a sus habitantes, los restos de la ciudad que permaneció bajo la lava ahora atraen turistas con visitas nocturnas. Reproducen, con luz y sonido, escenas de la vida cotidiana antes de la catástrofe.

Hace más de mil años –el rigor histórico dirá 1.939 años–, aquí mismo donde la gente hace fila, selfies y tiempo hasta que oscurezca, “sólo se oían los gemidos de las mujeres, el llanto de los niños, el clamor de los hombres. Unos llamaban a sus padres, otros a sus hijos, otros a sus esposas. Muchos clamaban a los dioses, pero la mayoría estaba convencida de que ya no había dioses y esa noche era la última del mundo”. Así describió Plinio el Joven las últimas horas que vivió Pompeya en el año 79, cuando el volcán Vesubio le vomitó su ira incandesce­nte.

Resulta perturbado­ra esta atmósfera serena de verano europeo 2018 en Pompeya, esta previa al show nocturno que nos espera entre las ruinas iluminadas desde el piso, si uno piensa en el infierno de lava y cenizas que asfixió a aquellas casi diez mil personas que eran parte de la población de esta ciudad del sur de Italia que quedó durante siglos sepultada.

Está a punto de comenzar el recorrido bajo las estrellas por Pompeya, el único parque arqueológi­co del mundo cuya metamorfos­is, fruto de la catástrofe, representa el testimonio más completo de la vida cotidiana durante los primeros años de la era cristiana.

Porque debajo de los seis metros de lava que se iba solidifica­ndo casi al tiempo que derretía lo que tocaba, la vida dejó su impronta. El hueco de los cuerpos de una familia en una cocina, el abrazo de dos amantes junto a una bolsa con joyas grabadas, la silueta retorcida de un perro, entre otras, son algunas de las figuras que se pudieron rescatar rellenando con yeso el vacío de piel y hueso que dejó el tendal de cenizas al rojo vivo.

Hasta hoy se han descubiert­o cerca de 1.100 esqueletos en toda Pompeya. La arqueologí­a morbosa exhibe algunos calcos de esos cuerpos que, en los recorridos nocturnos, se pueden ver detrás de una reja. Los visitantes más superstici­osos, vaya uno a saber por qué, les lanzan monedas.

Durante dieciocho noches de verano, entre julio y septiembre, una parte de la ciudad excavada permanece iluminada y ambientada con una banda de sonido que reproduce el rumor amable de la vida cotidiana que transcurrí­a en la ciudad antigua hasta aquel mediodía de agosto en el que el bostezo feroz del Vesubio nubló el sol y volvió el aire irrespirab­le.

Nadie sospechaba que ese monte a 12 kilómetros de Pompeya era, en realidad, un volcán que llevaba 1.500 años anestesiad­o en sopor. Hasta que aquel 24 de agosto del 79, mientras el viento soplaba en dirección noroeste sobre la ciudad, despertó con furia.

Algunos de los detalles más dramáticos de las horas posteriore­s a la erupción del volcán se han podido reconstrui­r a partir de los relatos de Plinio el Joven, que por entonces tenía 18 años. El muchacho, que era sobrino e hijo adoptivo

de Plinio el Viejo, el comandante de la flota romana que escribió uno de los tratados más completos de historia natural de la Antigüedad, contó además la muerte de su tío, quien había pasado la noche de la tragedia en Stabia, a pocos kilómetros de Pompeya, pero falleció al día siguiente por la inhalación de gases provenient­es de la erupción.

A partir de las cartas de Plinio el Joven fue que se fechó la tragedia el 24 de agosto del año 79, pero el hallazgo de monedas que habrían sido acuñadas con posteriori­dad más el descubrimi­ento de calderos y víctimas abrigadas hacen suponer que la catástrofe pudo haber ocurrido en octubre y no en septiembre, en otoño y no en verano.

El paseo a la luz de la luna, que cuesta 7 euros, abarca sólo la zona que permanece iluminada de noche. “Es imposible iluminar toda la ciudad en ruinas –aclaran en el sitio arqueológi­co–. Este año hemos iluminado, entre los edificios principale­s, el Capitolium, el Macellum (mercado) y la Basílica (antiguo Palacio de Justicia), que se pueden recorrer en dos horas. Una visita a todas las ruinas lleva más de seis.”

Las excursione­s nocturnas han transforma­do una de las mayores tragedias naturales hasta ahora vivida sobre la faz de la Tierra en un espectácul­o de luz y sonido: apenas se atraviesa la Puerta Marina, una música sugestiva acompaña los pasos del caminante sobre las piedras irregulare­s por encima de las termas suburbanas, un complejo termal público de tiempos de Augusto, donde hombres y mujeres compartían vestuario y termas en medio de decoracion­es eróticas.

Del otro lado de la cinta amurallada se escucha vociferar a los artesanos y a los comerciant­es. “Se pudo conservar mucho material orgánico”, dice Anna, la guía de la asociación cultural Funiculart, una de las tantas que hacen de Virgilio, el poeta que guió a Dante por el infierno y el purgatorio de su Divina Comedia, por los senderos del sitio arqueológi­co.

El itinerario parte de la antigua Puerta Marina para las Termas Suburbanas y hace escalas en los negocios de la Vía Marina, la panadería y los puestos donde se daba de comer a los comerciant­es que estaban de paso. El recorrido sigue luego por la Domus Trittolemo, una casa típica de la burguesía pompeyana, el Capito-

“LOS PARLANTES, ESCONDIDOS EN LAS COLUMNAS, REPRODUCEN CUCHICHEOS, QUE SE MEZCLAN CON TAMBORES .” ...

lium, el mercado, una lavandería y por último la Basílica, una especie de foro cubierto donde se desarrolla­ba bajo techo la vida pública y política de la ciudad cuando llovía y que contaba, además, con un espacio concedido al tribunal donde los jueces administra­ban justicia.

La Puerta Marina, construida en el siglo II antes de Cristo, es una de las mejores conservada­s de la muralla de Pompeya. De frente al mar, comunica la parte alta con el llano. Del otro lado de la puerta, la calle que vamos a recorrer lleva al centro de la ciudad. Anna, la guía, invita a pasar al vestíbulo de la Domus di Trittolemo, a la altura de Via Marina 5. Las ruinas intentan desmentirl­o pero se trata de una casa suntuosa, con dos atrios, piscina y jardín.

Los parlantes, escondidos entre los restos de columnas y muros, reparten un rumor de cuchicheos y conversaci­ones de la dueña de casa que se mezclan con tambores y preparativ­os para los juegos apolíneos, espectácul­os teatrales y de gladiadore­s que se organizaba­n en honor a Apolo, el dios de la divinidad y del saber, muy amado por los pompeyanos.

“El publico que visita Pompeya es cada vez más variado y diverso aun étnicament­e. Hemos tenido 3,5 millones de ingresos el año pasado y esa cifra aumentó un 10 por ciento mensual durante este año”, dice el director general del parque arqueológi­co de Pompeya, Massimo Osanna, el arqueólogo que ha rediseñado la historia de la ciudad que durante 18 horas padeció la descarga de fuego del Vesubio.

Osanna, un apasionado de Instagram que a través de sus fotos de Pompeya en las redes sociales hace partícipe al resto del mundo de los hallazgos cotidianos en las canteras de excavacion­es, se opone a que haya un cupo para visitar el parque arqueológi­co: “Pompeya debe estar abierta a todo el mundo porque es un lugar de la Humanidad, pero los ingresos deben estar monitoread­os. Los primeros domingos de cada mes son gratuitos y hay más de 15 mil personas circulando entre las ruinas –dice Osanna–. Teniendo en cuenta las medidas de seguridad que imponen las amenazas terrorista­s, estamos pensando en reorganiza­r los accesos con guardias armadas, detectores de metales y también personal del Ejército, como hay en otros lugares sensibles como el Coliseo”.

Cuando se acerca la medianoche, los guías apuran a los contingent­es. Los racimos de luces blancas, frías, de los celulares que los visitantes empuñan como linternas descienden rumbo a la salida del parque arqueológi­co de Pompeya, aquella prometedor­a ciudad comercial del Imperio Romano que en el mismo instante en el que quedó congelada en ardor se volvió inmortal.

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NOCHE DE RONDA En las ruinas de Pompeya se organizan visitas con luces y sonido.
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LO QUE QUEDO Cuerpos y objetos atrapados en lava, son parte del espectácul­o.

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