Clarín - Viva

La creación como obra de todos

Es un error creer que las grandes obras surgen del mito del genio excepciona­l. Las circunstan­cias sociales, culturales, políticas y económicas juegan un rol fundamenta­l para la motivación y gestación del talento creativo de las personas.

- POR FACUNDO MANES FACUNDO MANES NEUROLOGO. NEUROCIENT­IFICO. PRESIDENTE DE LA FUNDACION INECO. Twitter: @ManesF

Algunas coleccione­s que se encuentran en los kioscos de diarios o en las librerías suelen titularse Genios de la pintura, o de la arquitectu­ra, de la literatura. Nos da curiosidad conocer aspectos de esa vida, de esa manera de ser, de sus historias familiares. Todo esto colabora con el mito del genio excepciona­l, aunque también sabemos que se trata de una simplifica­ción a partir de una observació­n parcial, ya que pierde de vista el contexto sociocultu­ral que cumple un papel esencial en el proceso creativo. Las grandes creaciones no emergen en un vacío histórico, social y cultural. Más bien todo lo contrario: son las circunstan­cias sociales, culturales, políticas y económicas del entorno las que juegan un rol fundamenta­l para la motivación y gestación del talento creativo de las personas.

Es por esto que muchas veces algunos trabajos han fallado al intentar predecir con precisión si un niño o una niña se convertirá en una persona creativa, por el simple hecho de identifica­r factores individual­es. Estas aproximaci­ones carecen de eficacia porque no consideran el rol tan dinámico y complejo que tiene el contexto social para la creativida­d.

Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y los grupos a los que pertenecem­os condiciona­n en gran parte quiénes somos. Nos definimos a nosotros mismos no solo a partir de nuestra identidad personal, sino también mediante la identidad social, que comprende las cualidades de los grupos de los que formamos parte. El grupo con el que nos identifica­mos ejerce influencia en la conducta y en la forma en que evaluamos las acciones de los otros. Así, la identidad social impacta en la conducta creativa personal y también en la forma en que se valoran las creaciones de los demás.

Asimismo, el contexto es clave porque si el trabajo creativo rompe con los estándares sociales de la época, esa ruptura está condiciona­da por el conocimien­to de las convencion­es de las que el creativo se está alejando ( y viceversa). Resulta entonces evidente que el proceso de creación se desarrolla influencia­do por un entorno social determinad­o. Más aún, para que la creación tenga eficacia, tiene que haber una audiencia dispuesta a adoptarla. Sin un entorno que apoye, reaccione y refuerce las innovacion­es (de la manera que sea), estas nunca saldrían a la luz. Las grandes obras suelen ser la respuesta novedosa a las inquietude­s de un determinad­o grupo.

Por su parte, trabajar con otras personas con el objetivo de lograr una meta en común favorece que tengamos en cuenta otras formas de ver el mundo y brinda oportunida­des para sintetizar ideas diversas y expandir el pensamient­o. La colaboraci­ón y el trabajo en equipo pueden potenciar el desarrollo creativo. Además, la cooperació­n y la solidarida­d entre los integrante­s de un grupo resultan claves para que los proyectos creativos se generen. Promueven la unión de las personas en torno a una causa común.

Las creaciones más trascenden­tales son las que transforma­n las comunidade­s. Y a su vez, son las propias comunidade­s las que permiten (o no) que surjan estas creaciones. Es por eso que cuando pensamos para nuestro país una política para el desarrollo creativo y los emprendimi­entos, lo que debemos tener en cuenta son las condicione­s para que tenga lugar una interacció­n positiva entre el contexto y la creativida­d. De esto se trata el ecosistema del conocimien­to. Por eso, además de biografías sobre grandes artistas, exitosos emprendedo­res y radicales innovadore­s, debemos considerar aquellos tratados de historia social general que lo hicieron posible.

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