Clarín - Viva

”SOY ANSIOSA Y AUTO ” EXIGENTE SOFIA MORANDI

Neuquina de 22 años, se hizo famosa por viralizar sus videos. En poco tiempo, pasó de ser influencer a ganar el Bailando por un sueño y tener programa propio.

- POR SILVINA DEMARE FOTOS CONSTANZA NISCOVOLOS

A penas balbuceaba algunas palabras y ya daba órdenes. Carismátic­a y “mandona”, desde niña, Sofía Morandi, llamaba la atención. Su mamá solía filmarla y ella, chocha, le hacía morisqueta­s. Jugaba a actuar en su Neuquén natal.

Sofía creció. Hoy tiene 22 años. Pero la esencia es la misma: sigue jugando frente a la lente. Y gracias a la viralizaci­ón de sus videos se hizo famosa. Es una de las influencer­s top, con 2.1 millones de seguidores en Instagram. Sus videos fueron el puente para llegar a la televisión: la vieron, les gustó y el año pasado debutó en ShowMatch y dio el batacazo coronándos­e campeona del Bailando por un sueño, junto al cantante y youtuber Julián Serrano. Y consiguió más: debutar como conductora de S.T.O, un ciclo dinámico que se habla de las redes, por América. Y la rueda sigue: en las vacaciones de invierno protagoniz­ará el musical Mago de Oz, en el Coliseo.

Imparable. Es preciosa. No hay que pedirle que haga muecas ni gestos para las fotos: saca la lengua, hace cuernitos, pone cara seductora. Usa un solo celular. El aparato lleva también su ritmo frenético. Ella misma se registra y se dice: ‘Pará un poco, tenés 22 años’. Y detalla: “Mi gran defecto es la ansiedad. Soy de pensar mucho y muy autoexigen­te. Maquino todo el tiempo. Me da culpa tener tiempo de ocio, aunque sé que es importante tenerlo. Capaz no laburo, pero mi mente sigue pensando. Cambiaría esa parte de mi forma de ser”.

Para despertars­e, pone “800 mil alarmas”, exagera. Pero las programa así: 9:25; 9:30: 9:50. A las 11, ya está levantada y media hora después, fuera de la casa. Si no tiene que entrenar, saltea el desayuno: “Es una mala costumbre que tengo. En Neuquén iba a la escuela a la tarde. Me levantaba, almorzaba directamen­te y de ahí al cole”.

Su infancia y la danza. Nació un caluroso 15 de enero, a la una y media del mediodía, en el Hospital de Neuquén. Su familia es dueña de la zapatería Cuatro Ases, histórica en la zona. Su abuelo la fundó hace 50 años. Mónica, la mamá, trabajaba en el negocio y el papá, Marcelo, como pediatra. Volvían tarde de trabajar y Sofía recuerda los encuentros en el quincho del fondo: “Eramos de cenar a las once de la noche. Se armaban juegos, charlábamo­s. Desde ahí que me acuesto tarde”, menciona. “Tuve una infancia re linda. Mi casa quedaba detrás de la de mis abuelos, en la calle Alcorta. A diez pasos, más o menos, así que crecí rodeada de primos y de tíos. Todo muy familiar”. Sofía tiene un hermano que se llama Enzo, por Francescol­i, ídolo de River Plate, su equipo favorito. Enzo es tres años menor que ella y juega al fútbol profesiona­l en la cuarta de Racing.

Sofía mamó la danza desde chica. “Mi abuela bailaba flamenco y mi mamá había arrancado comedia musical, así que seguí sus pasos y me gustó. Mi abuelo canta tango cuando puede. Se respiraba un clima de artistas en mi casa”, cuenta. Cuando terminó el secundario en el María Auxiliador­a, voló para Buenos Aires para perfeccion­arse. Estudié con Rubén Viani, Mónica Bruni y en la escuela de Agustín Alezzo. “No sé si quería ser famosa. No me gusta esa palabra. Quería dedicarme a lo que me gusta y que se me reconozca por eso”, comenta. También viajó dos meses a los Estados Unidos para hacer un programa de formación en la

Universida­d Point Park de Pittsburgh.

Al regreso del viaje, Sofía quería entrar a la tele, pero no conocía a nadie. Corría el 2016 y se le ocurrió mostrarse por las redes. “Me grababa interpreta­ndo distintos personajes, los que salían de lo conocido, de mis amigas: ‘ la vegana’, ‘ la que siempre quiere ratonear’. Escribía el guión, lo grababa y editaba. Y gustó.”

Arrancó con 1.000 seguidores en Instagram: “Eran todos mis amigos y conocidos de Neuquén”, bromea. Hoy, millones de fanáticos siguen sus historias y los videos que seguirá subiendo a YouTube. Lo que sí, está en un impasse con su cuenta de Twitter: “No la eliminé. Desinstalé la aplicación por un tiempo. Lo hice en un momento sensible a los comentario­s. Me la banco y también recibo cosas de los haters en Instagram. Pero en TW era otra cosa, no sólo me bardeaban a mí, si no a un amigo mío. Es contra todos, todo permitido. Entiendo que es una red social donde cualquiera puede opinar. Capaz me enojaba y me daban ganas de responder y perdía tiempo. Igual, imagino que el día que vuelva, será igual.”

Lejos de creerse mil con el manejo de los contenidos, sorprende: “Soy bastante abuela con la tecnología. Te juro. Me cargan mis seguidores. El otro día no sabía cómo subir un video a Youtube”. En relación a lo precoz de los niños con 9 años y redes sociales y celular, cuenta: “Yo no tuve celular hasta los 12. Gente mala hay en todos lados y las redes no se salvan. Hay que estar pendientes de lo que miran. Yo estaría encima”.

La soltería. Sabe que es referente para muchos adolescent­es y por eso piensa mucho antes de opinar: “Soy feminista, pero estoy aprendiend­o del tema. Intento no ser un modelo a seguir por eso. Siento que hay mujeres muy bien plantadas, como Jimena Barón. Yo voy a marchas por los derechos de la mujer, mundo que no conocía. Tengo muchas amigas que militan. Y con el colectivo de actrices hay cosas que coincido y otras que no. Creo que tienen buenas intencione­s”, cierra.

A futuro, tiene varios planes. Está buscando casa para mudarse sola. Mientras tanto, vive en el departamen­to familiar con su hermano Enzo. “Como ama de casa me cago de hambre. Pido Rappi y no cocino nada. Ahora tengo el cuarto más ordenado, porque mi mamá me lo emprolijó con el método Marie Kondo”, detalla entre risas. “Cuando me junto con amigas, dejamos los teléfonos a un costado”. ¿Novio a la vista? “Nunca tuve un novio con título. Sí, una relación de un año y medio. No tengo apuro, pero podría ser. Me gusta el chico con algún talento, que me haga reír. En las relaciones amorosas soy más seria.”

Carrera meteórica si las hay, entonces, ¿cómo no creérsela un poco? “Me la creo. Un poquito de ego tenés que tener para hacer algo artístico. Pero me iría mejor si me la creyera más”, suelta y confiesa: “Me gustaría retomar terapia para bajar un cambio y analizar la semana. Capaz me lleno de cosas y no guardo tiempo para mí”. Suena su celular. Es el radiotaxi que la busca. Sobre el final, sorprende al responder por sus modelos a seguir: “Mi abuelo materno Ramón Córdoba. El es el valor de la humildad y el trabajo. Es dueño de cinco zapaterías en Neuquén. Cuando empezó tenía los dedos doblados por no tener zapatos. Ese nivel de pobreza tenía. Nunca terminó el secundario. Y lo ves ahora yéndole bien. Lo admiro. Sigue junto a mi abuela. Los amo. El se queja porque ahora clavo zapatos de canje y no uso más los de él”. n

Producción: Sofía Delger. Maquilló y peinó: Vanessa Lopez para Mala Peluquería. Agradecemo­s: Vevu, Madness y Converse. Locación: Cadillac Bar.

“ME LA CREO. UN POQUITO DE EGO TENES QUE TENER PARA HACER ALGO ARTISTICO. PERO ME IRIA MEJOR SI ME LA CREYERA MAS.” ...

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DIVERTIDA Sofía juega al posar para las fotos las morisqueta­s le encantan.

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