Animales de lata
Esta historia empezó hace 3.800 millones de años, cuando las primeras moléculas orgánicas se unieron y delinearon formas de vida primitivas sobre la Tierra. Después, tal como resume la canción de la recordada serie The Big Bang Theory, el mundo fue haciéndose cada vez más complejo y convirtiéndose en lo que hoy nos rodea. “Música y mitología/Einstein y Astrología”, todo en un mismo planeta. Del género Homo, quedó en pie el Sapiens: nosotros. Y de cada especie, ejemplares que durante millones de años evolucionaron para hacer prevalecer las características que les permitieron una mejor supervivencia. El mejor vuelo, la máxima velocidad, patas que pueden recorrer cualquier terreno, movimientos únicos. Tal vez por eso, cuando nació la robótica, lo primero que intentó imitar fueron algunas partes del cuerpo humano: brazos, piernas. A imagen y semejanza, los pioneros de la Antigua Grecia trabajaron para dotar de movimiento hidráulico a algunas estatuas. Esas piezas fueron antecesoras de los robots humanoides actuales, que pueden jugar al fútbol, establecer algunos diálogos, trasladar objetos pesados, tocar el saxo y hasta pegar saltos acrobáticos. Hoy, la robótica sigue ampliando sus horizontes y tiene las ideas servidas. Cuentan con la Naturaleza y las herramientas tecnológicas para copiar el mejor vuelo, el mejor agarre, la máxima velocidad y hasta el trabajo cooperativo de algunos insectos. Firmas como Boston Dynamics, Festo, o los propios investigadores del MIT, sorprenden cada año con nuevos modelos. Aquí, una selección de prototipos clásicos, tal vez, los primeros representantes de una especie robótica que está protagonizando su propio Big Bang. Hoy los vemos forzudos, veloces, aerodinámicos. Mañana, quizás, los veremos desplazarse entre nosotros y los androides. ¿Como una familia?
CUANDO LA CIENCIA IMITA A LA NATURALEZA POR ELIANA GALARZA